N¨²meros cantan
Lo menos que esperaba el alcalde es la confrontaci¨®n con un candidato progresista por medio de los n¨²meros, y, menos a¨²n, hall¨¢ndose embelesado ¨¦l en una reflexi¨®n navide?a sobre la modernidad en la que Octavio Paz lo devolv¨ªa al vuelo de sus p¨¢jaros y a su afirmaci¨®n personal en el presente, m¨¢s que nada para desmentir a los que piensan que todav¨ªa Alberto Ruiz-Gallard¨®n est¨¢ en el futuro.
Pero el candidato del Partido Socialista Obrero Espa?ol a la alcald¨ªa, Miguel Sebasti¨¢n, que viene de los n¨²meros y vive con ellos, explica lo que le pasa a Madrid con los n¨²meros del gasto o de la deuda y cuenta asimismo c¨®mo cambiando los n¨²meros de lugar se cambia el mundo, o lo que ¨¦l tiene m¨¢s a mano, la ciudad.
El siete, que preside el a?o que estrenamos, tiene fama de n¨²mero m¨¢gico y misterioso
As¨ª que Alberto Ruiz-Gallard¨®n, que aparentemente es m¨¢s de letras, ha tenido que entrar al juego de Miguel Sebasti¨¢n, no para negar la verdad que los n¨²meros certifican, sino para explicar la relatividad de los n¨²meros, sobre todo si se compara la deuda de la ciudad de Madrid con otras deudas de otras ciudades. Pero sin dejar de poner a Barcelona como ejemplo, no s¨®lo porque all¨ª los n¨²meros los manejan los socialistas, sino porque hasta en los refranes -"Barcelona es bona si la bolsa sona"- es la ciudad de los n¨²meros.
Ruiz-Gallard¨®n las coge al vuelo y sabe muy bien que los n¨²meros cantan. Y no s¨®lo ¨¦l. Hasta Izquierda Unida, que sospecha por naturaleza de los hombres de n¨²meros, ha recurrido a la aritm¨¦tica para hacer sus listas, como si los n¨²meros excluyeran los sentimientos y fueran unos jueces totalmente neutrales.
La coalici¨®n entiende que tambi¨¦n la democracia es cosa de n¨²meros y la experiencia le ha permitido al parecer comprobar lo obvio: que los n¨²meros valen para sumar, restar y multiplicar, s¨ª, pero tambi¨¦n, y sin duda alguna, para dividir. Lo cierto es que el n¨²mero 7, que preside el a?o que estrenamos, tiene fama de m¨¢gico y misterioso. Y si dicen los esot¨¦ricos que es el que todo lo comprende y todo lo contiene, para los cabalistas es mucho m¨¢s que un talism¨¢n. No es extra?o, pues, que si entramos en el a?o electoral bajo el signo del 7, y ¨¦ste es el n¨²mero del destino, lo invoquen todos los pol¨ªticos como a una divinidad, y que incluso Esperanza Aguirre conf¨ªe en el 7 tanto al menos como en la Virgen de la Almudena, sin que haya de temer que en tal rasgo de laicidad pueda encontrarse con la reprobaci¨®n del arzobispo madrile?o, ya que al fin y al cabo el 7 es el n¨²mero de Dios, que necesit¨® para lo suyo 7 d¨ªas, y de su madre, Mar¨ªa, que sufri¨® siete dolores. Pero Aguirre s¨®lo entra en guerra de n¨²meros con el presidente Zapatero y se reserva los n¨²meros para contarse ella. En realidad, la presidenta, no parece hacer otra cosa que explicarse a s¨ª misma, se hable de lo que se hable, ya sea del m¨¦dico que atiende a Fidel Castro, para que se vea la idea que tiene ella de los dictadores, o de lo que en Madrid se fume en fin de a?o, gracias a su benevolencia. Entre el gusto que le ha cogido a la autobiograf¨ªa y la necesidad de dispensarle material a Telemadrid, a la presidenta no le hace falta hacer cuentas; siempre tiene de qu¨¦ hablar. No obstante, no ha tenido suerte con los n¨²meros, como demuestra su biograf¨ªa, porque gracias a ellos hemos sabido que no llega a fin de mes.
Pero esa espontaneidad num¨¦rica le ha tra¨ªdo tal disgusto que seguramente habr¨¢ dejado para Rafael Simancas el uso de las cuatro reglas, ya que va en amor y compa?¨ªa con Sebasti¨¢n, y no debe pensar volver a los n¨²meros ni para hablar de las listas de espera. En todo caso, unos y otros, con el 7 a cuestas, nos van a prometer las siete maravillas del mundo en el a?o electoral, aunque el PP lo haga recordando al tiempo las siete calamidades.
Y de aqu¨ª a mayo, con Sebasti¨¢n cont¨¢ndonos con n¨²meros el Madrid que tenemos y el que, con los n¨²meros cambiados, quiere que tengamos, no van a poder abandonar las cifras. Por lo pronto, dicen en el PP del candidato socialista, como mal mayor, que no lo conocen ni en su casa, de lo que podr¨ªa deducirse que la mejor manera de combatirlo fuera su invisibilidad. Sin embargo, quienes conf¨ªan en los comportamientos democr¨¢ticos de la presidenta no dudan de que en los medios que tiene bajo su ¨¦gida dar¨¢ facilidades a Sebasti¨¢n para que lo conozcan por sus n¨²meros. Y si as¨ª no fuere, no ser¨¢ por temor ni falta de sensibilidad democr¨¢tica de Aguirre, sino porque nadie trate de ver en esa su buena disposici¨®n un intento de estropearle las cuentas a su querido Alberto.
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