La cosa
Despu¨¦s de revisar los res¨²menes y programas especiales emitidos estos d¨ªas se confirma una tendencia: Mat¨ªas Prats se ha convertido en el nuevo Jes¨²s Hermida en lo que a imitaciones se refiere. La costumbre de introducir juegos de palabras para ilustrar las noticias m¨¢s chorras de su informativo es una se?a de identidad de Prats a la que se agarran, con desigual acierto, los que le versionan. Ya sea en Homo zapping (Antena 3) o en Pol¨°nia (TV-3), por poner dos ejemplos de una tendencia que se extiende a otras cadenas y radios, sus clones exprimen este recurso. Ocurre, sin embargo, que si los juegos de palabras del aut¨¦ntico Prats ya dejan bastante que desear, los de sus imitadores son a¨²n peores, con lo cual la parodia pierde sentido y se queda en suced¨¢neo. De modo que, en ocasiones, la comicidad creada por la parodia es cualitativa y cuantitativamente inferior a la toxicidad contaminante del juego de palabras. Resultado: baja el list¨®n.
Es una de las consecuencias de un fen¨®meno sobre el que convendr¨ªa reflexionar: cuando el humor es m¨¢s industria que artesan¨ªa resulta dif¨ªcil mantener cierto nivel. Si durante a?os se polemiz¨® sobre la diferencia entre erotismo y pornograf¨ªa (ahora ya no hace falta: la pornograf¨ªa acab¨® con el erotismo), quiz¨¢ convendr¨ªa establecer un nuevo debate sobre lo gracioso (un t¨ªo que resbala sobre una piel de pl¨¢tano, por ejemplo, puede resultar gracioso) y lo humor¨ªstico (Miguel Gila y su tel¨¦fono).
Mientras tanto, aceptamos como humor demasiados animales de compa?¨ªa y pretenden hacernos re¨ªr con cosas tan inquietantes como el especial Operaci¨®n Ana Rosa que, hace unos d¨ªas, emiti¨® Tele 5. All¨ª vimos a Bel¨¦n Esteban y al conde Lequio bailando como en La bella y la bestia de Disney. Luego, al escucharles, uno no sab¨ªa qui¨¦n era la bella y qui¨¦n la bestia, y, para variar, Esteban insisti¨® en trufar su discurso con uno de sus asonantes mantras dial¨¦cticos: "Mira, Ana Rosa, te voy a decir una cosa".
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