Un hombre, agua para miles
Un misionero italiano construye embalses y canalizaciones en una zona des¨¦rtica de Kenia
De peque?o, "jugaba a ser alba?il, constru¨ªa muros y cosas por el estilo". Ahora, tras cuatro d¨¦cadas en la zona de Meru (Kenia), sus ideas han llevado agua a casi 300.000 personas. Giuseppe Argese, italiano de 74 a?os y misionero de la Consolata desde 1950, ha revolucionado el panorama de esta regi¨®n a 230 kil¨®metros al norte de Nairobi. Dos presas artesanales y 250 kil¨®metros de t¨²neles y tuber¨ªas que cruzan la selva abastecen de agua a una zona de 1.200 kil¨®metros cuadrados. Dep¨®sitos para 10.000 metros c¨²bicos de agua, 4.000 puntos de conexiones privadas y 149 p¨²blicas. Una presa m¨¢s en construcci¨®n para 50.000 metros c¨²bicos. Es el resultado de estos a?os de trabajo con la intervenci¨®n de toda la poblaci¨®n y la ayuda de distintas ONG, en especial Manos Unidas.
Las inundaciones provocadas por las intensas lluvias ca¨ªdas este oto?o "causaron deslizamientos de tierra que han roto conducciones de agua", cuenta por correo electr¨®nico el misionero espa?ol Jos¨¦ Miguel Reyes, hermano de Argese. "La parte da?ada estaba en construcci¨®n", contin¨²a, "los c¨¢lculos son que el coste de la reparaci¨®n rondar¨¢ los 6.000 euros".
Puede que la labor de Argese sea una gota de agua en el mar de un mundo donde m¨¢s de 1.000 millones de personas se ven privadas del derecho al agua limpia y 2.600 millones no tienen acceso al saneamiento adecuado, seg¨²n el ¨²ltimo Informe de Desarrollo Humano (IDH) realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El acceso al agua, seg¨²n este informe, es el primer paso para salir de la pobreza.
"Desde que llegu¨¦ a Kenia en 1957 los cambios han sido impresionantes", dice Argese en otro correo electr¨®nico: "El primero fue la salud, no hay problemas de c¨®lera o tifus, y los centros de salud y hospitales se han extendido por toda la regi¨®n". Cuando ¨¦l lleg¨® "el suministro de agua depend¨ªa s¨®lo de la lluvia, no hab¨ªa agua en las misiones. Dispensarios, hospitales y escuelas usaban la de los dep¨®sitos que recog¨ªan la lluvia". "La situaci¨®n m¨¢s grave estaba en el centro de paral¨ªticos de Tuuru", recuerda, "no ten¨ªan agua para nada. El padre Soldati, encargado de la misi¨®n, hac¨ªa largos viajes en Land Rover para traerla en bidones desde el r¨ªo".
Era necesario un cambio: "En 1967-1968 comenc¨¦ a buscar el agua". Primero, observ¨® a la gente. "Vi que las mujeres recorr¨ªan largas distancias para recoger agua en un lugar del bosque considerado sagrado", comenta, "una pared que rezumaba agua, que se filtraba en el suelo y desaparec¨ªa". El segundo paso, buscar: "Pas¨¦ dos semanas en el bosque recorriendo caminos hasta que encontr¨¦ una cascada de agua limpia y fresca, a 12 kil¨®metros de Tuuru". El tercer paso, llevar el agua a Tuuru: "La primera toma de agua parte de la cascada y lleva el agua a un dep¨®sito de distribuci¨®n".
M¨¢s tarde, en los a?os setenta, comenzaron la construcci¨®n de t¨²neles en el bosque, "en los que el agua chorrea de las paredes y va dirigida a los dep¨®sitos generales, a trav¨¦s de tuber¨ªas, claro". "Empezamos sin maquinaria, s¨®lo con las manos de la gente".
Este misionero tambi¨¦n observ¨® otras costumbres de la gente y se convirti¨® en zahor¨ª. "La sequ¨ªa de los a?os 1972 y 1973 me llev¨® a leer, estudiar y practicar; uso la vara, es m¨¢s certera", comenta. As¨ª localiz¨® nuevas fuentes. "Se construyeron peque?os diques, como pantanos que aseguraran el agua en la ¨¦poca seca", dice. Argese calcula que todos los proyectos han costado en total "varios millones de euros". El ¨²ltimo, la nueva presa, la financian Manos Unidas y la diputaci¨®n de Ancona (Italia). En su construcci¨®n trabajan "200 personas fijas y unas 400 eventuales".
El agua se distribuye a trav¨¦s de una red de puntos de venta. "Por una peque?a cantidad se llena una garrafa, y con lo recaudado se mantiene la red", explica. Al principio, "la gente se agolpaba en torno al grifo y se peleaban pensando que se acabar¨ªa el agua. Creer que seguir¨ªa manando era demasiado para ellos". Ahora comprenden que "el agua est¨¢ disponible, pero no se puede derrochar".
La llegada del agua condujo a m¨¢s mejoras: "La educaci¨®n comenz¨® a cambiar en cuanto las madres no abandonaban la casa para recoger agua y pasaban m¨¢s tiempo con sus hijos. Se abrieron escuelas que garantizaron una educaci¨®n continuada, y mercados y negocios que elevaron el nivel de vida", contin¨²a. "La poblaci¨®n se ha multiplicado", remarca, "en 1970 se consum¨ªan 1.200 metros c¨²bicos al d¨ªa; hoy, m¨¢s de 3.500".
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