La primera caricia en el mar
La campa?a 'Ning¨²n ni?o sin colonias' lleva a navegar a 25 chavales en riesgo de exclusi¨®n
Las colonias infantiles de Navidad llegaron en esta ocasi¨®n en forma de viento, mar y un leve olor a sal: un paseo en barco por la costa de Barcelona, organizado por la Fundaci¨®n Pere Tarr¨¦s, del que pudieron disfrutar 25 chavales de los tres esplais que coordina: Sant Pau del Camp y Estel d'Assis, en el barrio del Raval, e Itaca-Els Vents, en L'Hospitalet. Y es que el objetivo de ayer era ofrecer una expedici¨®n na¨²tica a ni?os que sufren peligro de exclusi¨®n social, ya sea por pertenecer a familias desestructuradas como por las escasas condiciones para el ocio con el que ¨¦stas cuentan.
Xavier Foraster, capit¨¢n del velero Monnalisa, les recibi¨® en el muelle del Port Ol¨ªmpic y la improvisada tropa de marineros cruz¨® la estrecha pasarela que une barco a tierra. Comenzaba as¨ª el leve tambaleo que las olas imponen a la superficie del barco. "Aqu¨ª hay gominolas para el que se maree", chill¨® el monitor Miguel Bonet. Un bocinazo y el grito marinero: "?Suelta amarras!". Apenas hab¨ªan zarpado, la costa se hizo peque?a y el viento llev¨® olor a sal hasta las narices de los ni?os. Algunas de color blanco y otras, negro y llenas de matices, los mismos que nutren sus rasgos y acentos. "En nuestro casal, ni tan siquiera hace falta trabajar valores como la multiculturalidad", explicaba Oliver Mart¨ªnez, monitor del ?taca. "La mezcla ya viene dada, porque una mayor¨ªa de los chavales provienen de diferentes pa¨ªses". Su colega Ignasi Sagal¨¦s, de Estel d'Assis, centr¨® por su parte el grueso de sus actividades en "los h¨¢bitos de higiene y el orden personal". A su lado, Kimberly y Sarah correteaban cerca de la barandilla para susto del monitor. Aseguran al un¨ªsono haber viajado antes en barco. "Yo he navegado en Marruecos... ?ah!, y tambi¨¦n en Noruega", cont¨® Kimberly. "Pero esta vez me ha gustado m¨¢s". Y a su lado Ainhoa, t¨ªmida y poco habladora, sonr¨ªe con inocencia. Parece que, en su caso, s¨ª ha sido la primera vez.
Los ni?os ya estaban bautizados para cuando el velero regres¨®. Aprendieron un poema marinero, y quiz¨¢ al llegar a casa, a¨²n recordaban su inicio. "Con cien ca?ones por banda, viento en popa a toda vela, no surca el mar sino vuela, un velero bergant¨ªn...". El bautizo no era un ritual cualquiera. Fue la primera caricia en el mar.
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