Un pecado imperdonable
La Iglesia cat¨®lica, con la que se identifican m¨¢s del 90% de los polacos, fue un factor clave en la desaparici¨®n de la dictadura comunista
Al final, tan s¨®lo una hora antes del inicio de la misa solemne para entronizarlo en el cargo, se impuso la raz¨®n: el designado arzobispo de Varsovia Stanislaw Wielgus present¨® la dimisi¨®n. El Vaticano la acept¨® y encarg¨® al cardenal Jozef Glemp que contin¨²e al frente de la archidi¨®cesis de Varsovia como administrador apost¨®lico provisional. Tras reconocer Wielgus, despu¨¦s de semanas de negativas y de intentar barrer debajo de la alfombra, su colaboraci¨®n con los servicios secretos del r¨¦gimen comunista, el odiado SB, no hab¨ªa otra salida a la crisis que su dimisi¨®n.
Cometi¨® Wielgus el mayor pecado imaginable en Polonia: colaborar con el organismo represivo m¨¢s odiado de la dictadura comunista. Con el agravante de su condici¨®n de alto dignatario de la Iglesia cat¨®lica con la que se identifican m¨¢s del 90% de los polacos. Algo imperdonable en un pa¨ªs que soport¨® a duras penas y con continuas rebeliones durante 40 a?os un r¨¦gimen impuesto por las tropas de una potencia extranjera, la URSS, un pa¨ªs responsable de varias de las particiones de Polonia a lo largo de la historia, la ¨²ltima entre Hitler y Stalin en 1939. En todos esos a?os, el catolicismo fue el elemento aglutinador de la identidad nacional polaca. Por eso resulta del todo imperdonable e inaceptable un arzobispo de Varsovia que vendi¨® su dignidad a los comunistas, a cambio de conservar el privilegio de poder viajar al extranjero y continuar su carrera cient¨ªfica. Asegura Wielgus que no denunci¨® a nadie, pero su confesi¨®n equivale al reconocimiento de haber sido un oportunista sin escr¨²pulos.
Cuando en la sociedad civil polaca est¨¢n en marcha los procesos de la llamada lustraci¨®n, para excluir de los servicios p¨²blicos a quienes colaboraron con los servicios secretos, la Iglesia cat¨®lica no pod¨ªa poner al frente de la archidi¨®cesis de Varsovia a una persona con el pasado de Wielgus. A no ser que se aceptase el riesgo de dividir y provocar un cisma entre los creyentes. Los incidentes de ayer a la puerta de la catedral de Varsovia, tras conocerse la dimisi¨®n de Wielgus, son un indicio de lo que se avecinaba de haber llegado a tomar posesi¨®n del cargo.
A lo largo del milenio del catolicismo en Polonia la Iglesia fue una pauta de conducta, un modelo, una esperanza y un refugio para un pueblo oprimido. Ante esa tradici¨®n y la realidad social del peso de la Iglesia en Polonia no hay lugar para un arzobispo impresentable por su colaboraci¨®n con la odiada dictadura comunista. En el ¨²ltimo minuto Wielgus y el Vaticano as¨ª lo vieron, tras un mes de escamotear de forma incre¨ªble la verdad y de negarse a reconocer los hechos. Durante un mes de debates en la opini¨®n p¨²blica, el Vaticano y la jerarqu¨ªa polaca se mantuvieron en su sostenella y no enmedalla y defendieron el nombramiento contra viento y marea. Lo ocurrido ayer en Varsovia no constituye un testimonio de previsi¨®n y de legendaria prudencia vaticana. El papa Benedicto XVI suma a su discurso sobre el islamismo en Ratisbona un nuevo paso en falso que invita a invocar con fuerza la asistencia del Esp¨ªritu Santo.
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