El obispo y el pasado
La renuncia al cargo del arzobispo de Varsovia, Stanislaw Wielgus, tras reconocer que son ciertas las informaciones que lo acusan de haber sido colaborador de la polic¨ªa pol¨ªtica del r¨¦gimen comunista significa sin duda un drama personal. Pero es adem¨¢s un dilema para la iglesia polaca y una triste prueba m¨¢s de los da?os que el revanchismo pol¨ªtico puede causar a una sociedad que hab¨ªa realizado una transici¨®n mod¨¦lica de la dictadura a la democracia en los a?os noventa y en la que ahora algunos pol¨ªticos insisten en abrir las heridas del pasado. Nadie duda de que, surgidas las pruebas que identificaban a Wielgus como informante de la polic¨ªa pol¨ªtica, el Vaticano no ten¨ªa otra opci¨®n que pedirle que reconociera los hechos y dimitiera. As¨ª lo hizo ayer en una dram¨¢tica intervenci¨®n durante la ceremonia en la que iba a convertirse en sucesor del cardenal Jozsef Glemp. El da?o a su credibilidad era ya del todo irreparable.
Pero que el arzobispo se haya convertido ahora en v¨ªctima de la campa?a lanzada contra los "colaboradores del comunismo", lanzada por los hermanos derechistas y ultracat¨®licos Kaszyinski, Lech y Jaroslaw, no deber¨ªa alegrar a nadie en Polonia. Porque esta campa?a tiene todas las caracter¨ªsticas de una caza de brujas, con tr¨¢fico y manipulaci¨®n de fichas y dossiers, chantajes incluidos. Brindan satisfacci¨®n a revanchistas que se atreven a ejercer de justicieros sobre conductas de gentes que actuaban con frecuencia sobre el filo de la navaja entre el compromiso y el Gulag y muchas veces en esa zona gris evitaron tragedias a otros perseguidos. Ahora surgen valientes anticomunistas a juzgar actitudes morales de ¨¦pocas de horror en las que ellos callaban o que no conocieron.
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