Bienaventurados los hijos de Don Quijote
?Por qu¨¦ deber¨ªamos preocuparnos por algo que ocurre a un reducido porcentaje de personas, como es el fen¨®meno de los sin techo, y que en algunos casos responden a situaciones inevitables, cuando no deseadas por quienes las viven? La pregunta es provocadora y moralmente discutible, pero as¨ª la he encontrado en un art¨ªculo period¨ªstico que criticaba el anuncio del Gobierno franc¨¦s de presentar en los pr¨®ximos d¨ªas una ley para garantizar legalmente el derecho de todos los franceses a una vivienda digna.
Como saben, ese anuncio respond¨ªa a una iniciativa de dos j¨®venes hermanos que se instalaron bajo el puente de Austerlitz para saber c¨®mo viv¨ªa la gente sin domicilio fijo, e invitaron a sus compatriotas a dormir una noche en una tienda de campa?a al lado del Sena para experimentar en propia carne los efectos de no tener techo. La iniciativa fue bautizada con el nombre de los Hijos de Don Quijote, todo un detalle al recordar las quijotadas del manchego universal, en vez de utilizar el m¨¢s ¨¦pico y franc¨¦s de los Hijos de Juana de Arco, pongo por caso.
En todo caso, despu¨¦s de un primera reacci¨®n descalificatoria y desafortunada de la ministra de Cohesi¨®n Social, el ¨¦xito social y medi¨¢tico de la iniciativa llev¨® al presidente, Jacques Chirac, a incorporar la falta de vivienda de los sin techo en la agenda pol¨ªtica del Gobierno anunciando un proyecto de ley para este 17 de enero.
El anuncio puede parecer una promesa propia de tiempos preelectorales como los que vive el vecino del norte. Pero esto no le resta valor. En una democracia competitiva, las elecciones son el mecanismo que fuerza a los partidos a ser receptivos a nuevas necesidades y a incluirlas en sus agendas de gobierno. Sin elecciones ni promesas electorales como las forzadas por esas quijotadas probablemente el bienestar de la mayor¨ªa ser¨ªa peor. Y, en particular, el bienestar y las capacidades para enfrentarse a la vida de los m¨¢s d¨¦biles.
Es un fen¨®meno al que nosotros deber¨ªamos prestar atenci¨®n. Los nuevos pobres con riesgo de llegar a formar parte de los sin techo son una realidad creciente y preocupante en Espa?a. M¨¢s de lo que creemos quienes disfrutamos de un techo acogedor. Por eso necesitamos movimientos altruistas como el de los Hijos de Don Quijote. Porque los nuevos pobres dif¨ªcilmente plantear¨¢n sus necesidades y demandas.
La evidencia del aumento de los nuevos pobres se multiplica. Si me permiten, les cuento una an¨¦cdota que me ocurri¨® en un reciente viaje a Huelva para dar una conferencia. En el aeropuerto de Sevilla me recogi¨® un ch¨®fer de mediana edad enviado por los organizadores. Le dije que ten¨ªa prisa por llegar antes del atardecer para ver las formidables puestas de sol sobre el Atl¨¢ntico, una pasi¨®n que viene de mi infancia viguesa. Por el camino nos pusimos a hablar del trabajo y los problemas cotidianos, y recalamos en el de la vivienda. La conversaci¨®n entr¨® entonces por unos derroteros inesperados. Tuve la impresi¨®n de que estaba ante un nuevo pobre, candidato a engrosar la lista de los sin techo.
Me cont¨® que ten¨ªa dos hijos peque?os y que se hab¨ªa divorciado hac¨ªa poco. El juez concedi¨® a su mujer la tutela de los hijos y el uso del piso, cuya hipoteca estaban a¨²n pagando. En un primer momento intent¨® alquilar un peque?o apartamento, pero pronto se dio cuenta de que los ingresos, escasos e inestables, no daban para pagar la hipoteca, la ayuda a los hijos y su propio alquiler. Prob¨® entonces varias soluciones. Una de ellas fue acordar con su mujer el uso de una habitaci¨®n y del ba?o del piso com¨²n, estableciendo unos horarios de entrada y salida que evitasen encontrarse con su ex mujer y con sus hijos en el pasillo. La experiencia fue conflictiva y degradante.
Despu¨¦s de buscar otras soluciones que le abocaban a la situaci¨®n propia de sin techo, como fue el dormir en el coche y asearse en fuentes p¨²blicas y en los lavabos de los bares, decidi¨® pedir permiso a sus padres para volver a vivir con ellos. Y fue al hablar de esto cuando el hombre rompi¨® a llorar, de tal forma que, temiendo por la seguridad de ambos, le suger¨ª que parara un momento. As¨ª lo hicimos, y despu¨¦s de un rato continuamos el viaje. Se disculp¨® por su desahogo, as¨ª como por el retraso que me impedir¨ªa ver la puesta de sol onubense. Pero me pidi¨® que volviera y me dijo que ¨¦l me llevar¨ªa a verla. As¨ª lo har¨¦.
De toda esa historia, lo que m¨¢s afectaba a esta persona era el tener que volver, a sus casi 50 a?os, a buscar cobijo bajo el techo paterno. Le produc¨ªa verg¨¹enza y disminu¨ªa su autoestima. Lo consideraba como s¨ªntoma del fracaso de su vida. Y por eso lo ocultaba a los amigos.
Este sentimiento de verg¨¹enza y baja autoestima es una caracter¨ªstica com¨²n a otras formas de nueva pobreza, como en el caso de personas sometidas a abusos y violencia que deciden abandonar su hogar. Este sentimiento les lleva a la automarginaci¨®n, a la invisibilidad social y a abocarse a vivir sin techo antes que pedir apoyo social o p¨²blico para afrontar esa situaci¨®n. Por eso no aparecen en las manifestaciones a favor de una vivienda digna y asequible. Esto les distingue de los okupas y de los hijos de las clases medias, amenazados tambi¨¦n por la dificultad de acceso a un alojamiento digno y asequible, pero sin reservas mentales para defenderse.
Esta tendencia a la invisibilidad y la automarginaci¨®n social de la nueva pobreza es el rasgo que hace necesario que otros cojan su bandera y defiendan su derecho a ser ayudados por las pol¨ªticas p¨²blicas. Bienaventurados, por tanto, los Hijos de Don Quijote que, a modo de empresarios altruistas de pol¨ªticas p¨²blicas, toman la responsabilidad de concienciar a la sociedad y presionar a las autoridades p¨²blicas y las organizaciones pol¨ªticas para que incorporen a las agendas pol¨ªticas las necesidades de estos colectivos.
Sean cuales sean las causas de estas nuevas formas de pobreza que amenazan a los m¨¢s d¨¦biles con dejarles sin techo, la mejor soluci¨®n es la pol¨ªtica de vivienda. Pero esa pol¨ªtica no puede consistir, como prometi¨® el presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, en 1995, en "requisar la viviendas vac¨ªas" -claro ejemplo de atribuci¨®n a otros de responsabilidades pol¨ªticas propias-, sino en la promoci¨®n, p¨²blica y privada, de una vivienda digna y asequible para todos. Como est¨¢ mandado, y como se hace con otros servicios p¨²blicos.
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