Tint¨ªn y los nict¨¢lopes
A los que nos gusta la noche, no nos gusta que tambi¨¦n los d¨ªas se nos vuelvan oscuros
Yo no sab¨ªa lo que eran los nict¨¢lopes. De vez en cuando lo dec¨ªa, lo sigo diciendo, como suave insulto. Por ejemplo, desde mi volante, y preferiblemente con la ventanilla bajada, a uno que me adelanta de forma inadecuada. Incluso a uno que no te deja cambiar de carril en un atasco. Soy muy visceral. No me aguanto y tengo esas formas de verbalizar los cabreos. Digo nict¨¢lope, como digo troglodita, anacoluto, ectoplasma, riz¨®podo o especie de gran fariseo. Digo otras cosas, pero ¨¦sas no est¨¢n en Tint¨ªn. Y esta semana estoy muy Tint¨ªn. Nunca he dejado de ser fiel a ese amigo que me empuj¨® al periodismo, al esp¨ªritu del viaje y a buscar amigos como el capit¨¢n Haddock. No me molestan algunas otras compa?¨ªas de Tint¨ªn, los fieles, los despistados, los mediocres, los discretos, los pesados o las divas.
Hay que conocer de todo. Pero uno debe elegir sus amistades. Y para m¨ª, con mi s¨ªndrome de Tint¨ªn, nunca puede faltar un tipo como Haddock. Col¨¦rico, arrebatado, amante de la buena vida, viajero y estable, buen bebedor y un pedazo de ser humano lleno de defectos y de virtudes. Un tipo del que te puedes fiar para tenerlo como amigo. No es de los educados, de los silenciosos y taimados, de los falsos buenos, de los prudentes o de los que s¨®lo se manifiestan con los suyos, por los suyos. No, nada que ver con esos que no tienen claro cuando hay que gritar, que protestar, que quejarse de alguien que simplemente, y por decirlo con la claridad de Haddock, son unos g¨¢nsteres, bandidos, asesinos, adem¨¢s de una especie de traficantes de carne humana. Eso son los que mataron a dos ecuatorianos. Eso son los que han matado indiscriminadamente a cientos de personas desde hace ya demasiados a?os.
?Qu¨¦ son los que no quieren manifestarse contra ellos por no se sabe qu¨¦ razones sem¨¢nticas, pol¨ªticas u oportunistas que les hacen dudar de los que s¨ª estamos por manifestarnos por la paz y contra los asesinos?... Pues, no s¨¦, pero no les entiendo. ?Habr¨¢n le¨ªdo a Tint¨ªn? Es posible. No les entiendo, aunque, por supuesto, son muy libres de hacer lo que les parezca, lo que su raz¨®n o su coraz¨®n les dicte. Desde el esp¨ªritu de Tint¨ªn, desde ese lado que nos queda de bondad natural, de indignaci¨®n ante el mal y de deseos de ser libres, no podemos los seguidores de Tint¨ªn entender a los que no acuden a esas manifestaciones.
Los que celebramos el centenario de Tint¨ªn, los que dejamos que sus historias, sus aventuras, su curiosidad y su esp¨ªritu abierto nos sigan acompa?ando, seremos respetuosos con los que no han querido estar en esa manifestaci¨®n, pero no les entendemos. Es m¨¢s -y lo digo sin querer ofenderles-, me parecen unos nict¨¢lopes. Y cuando les digo nict¨¢lopes lo digo sin la furia de mi querido capit¨¢n Haddock.
Nict¨¢lope. Del griego niktalos, el que desea la noche. Se aplica a quien ve mejor de noche que de d¨ªa. Y cuando digo nict¨¢lopes no me refiero a los que sufren esa afecci¨®n en los ojos que les permite ver mejor durante la noche que con la luz del d¨ªa. Nict¨¢lopes, metaf¨®ricamente hablando, son aquellos que siguen prefiriendo la oscuridad, el oscurantismo, y los que terminan por ver oscuras intenciones en las claras razones que llevan a tanta gente que quiere esa luz que debe tener un pa¨ªs pac¨ªfico. La noche era un met¨¢fora para indicar los oscuros a?os del franquismo. La larga noche de piedra.
A los que nos gusta la noche, no nos gusta que tambi¨¦n los d¨ªas se nos vuelvan oscuros. Eso para los terroristas, para sus oscuros secuaces y para los oscurantistas que no quieran vivir en libertad. El resto, vayan o no vayan a las manifestaciones, nos debemos apartar de ese esp¨ªritu del que pretende movernos por las oscuridades.
Yo, ahora que estamos celebrando los cien a?os de Georges R¨¦mi, Herg¨¦, ese complejo e interesante ser humano que se invent¨® a Tint¨ªn y todos sus amigos, quiero volver a esa querida l¨ªnea clara. A esa l¨ªnea que tanto gust¨® a los seguidores de Tint¨ªn. A esa l¨ªnea que, como dice el tintin¨®logo Juan d'Ors, sea capaz de hacernos ser ni?os y hombres a la vez. A ese mundo de Tint¨ªn donde hasta se podr¨ªa tratar bien a los malos. Siempre que los malos dejen de serlo. Siempre que sepamos c¨®mo se les debe vencer.
Yo s¨ª estuve en la manifestaci¨®n. Y me encontr¨¦ con Tornasol, Mil¨², Haddock, Tint¨ªn y unos cuantos miles m¨¢s. No todo est¨¢ perdido. No me conformo. Yo tampoco, como la poeta Yolanda Casta?o, he aprendido a manejar el conformismo. Creo que ya no aprender¨¦.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.