Estoy rebajada
La nostalgia hacia la ¨¦poca de la movida no sirve para nada; lo que les suele pasar a los cuarentones es que se resisten a combatir esa enfermedad llamada juvenilismo
NAC? EN LA CUESTA DE ENERO. Y yo os pregunto: ?no marca m¨¢s eso que las mareas lunares, que la conjunci¨®n de los astros o la hora solar? Nac¨ª en la Cuesta de Enero. Maldita sean las circunstancias. Tal vez por eso siempre tengo la tendencia a rebajarme.
Nacer en la Cuesta de Enero me dio un car¨¢cter peculiar. Yo atribuyo a la fecha de mi nacimiento cosas concretas, a saber, el que me pase la vida rest¨¢ndome valor. A veces lo hago por educaci¨®n, por envanecer a otros, otras por hacerme la graciosa. Hacerse el gracioso tirando piedras contra el propio tejado es m¨¢s viejo que el mear, es un cl¨¢sico de la comedia, un recurso que han utilizado los payasos de todos los tiempos, desde aquel pobre payaso tonto que recib¨ªa las bofetadas del listo y que al p¨²blico le hac¨ªa tant¨ªsima gracia. A pesar de que las revistas calentorras femeninas dicen cosas como, "no le confieses nunca a tu chico tus defectos porque puede que antes no hubiera reparado en ellos", hay algo liberador en perderse de vez en cuando el respeto. Lo malo, siempre hay algo malo, es que lo que para ti es un recurso c¨®mico para otros es un arma. En sus diarios, Bioy Casares cuenta como Borges sol¨ªa recurrir a una golosa cita del doctor Johnson: "No debe uno bromear en p¨²blico sobre sus defectos. Los dem¨¢s se los tomar¨¢n en serio y har¨¢n lo posible por difundirlos". Eso es, los dem¨¢s se lo toman en serio. Vivimos en los tiempos de la literalidad, todo se toma al pie de la letra. La tele est¨¢ llena de reporterillos indocumentados que siempre hacen el chiste a base de los defectos ajenos, con lo cual, lo que se difunde es la estulticia, porque el humor cl¨¢sico part¨ªa de esa inocencia del c¨®mico para ponerse como objeto primero de todas las risas, o sea, Charlot. Yo he pensado mucho en la frase del doctor Johnson. No me gusta ponerme como ejemplo, pero les dar¨¦ uno, recuerdo que un pobre bobo con ¨ªnfulas culturales que quer¨ªa atacarme, escribi¨®: "!Si hasta ella ha confesado que se ganaba la vida escribiendo guiones para las Mama Chicho!". Cuando lo le¨ª, pens¨¦, me mondo. No es que lo hubiera "confesado", es que lo hab¨ªa contado, pero lo m¨¢s cachondo es que al cretino se le pasaba la gracia del asunto, que a las Mama Chicho no hab¨ªa que escribirles una sola palabra porque las Mama Chicho, esas diosas, no hablaron jam¨¢s. ?Esa era la gracia! Yo admiro a Borat, es un c¨®mico fant¨¢stico, con un lenguaje corporal divertid¨ªsimo, de macho de otra ¨¦poca. Lo sigo desde hace a?os en la tele y me gusta, sobre todo, que se haya saltado a la torera la correcci¨®n pol¨ªtica y diga barbaridades. Aunque s¨®lo sea por eso, Borat tiene valor. Pero el humor necesita un componente po¨¦tico para perdurar y a Borat le falta. Borat basa su humor en el rid¨ªculo ajeno. Y eso es algo que tiene fecha de caducidad. Como los Inocente, Inocente. ?l tambi¨¦n es rid¨ªculo, pero infinitamente menos. El p¨²blico que ve¨ªa a Charlot se pon¨ªa de parte del pobre mendigo inocente que ten¨ªa que vencer las dificultades del hambre y del mundo hostil. Eso era gracioso y enternecedor a un tiempo. El p¨²blico hoy va con Borat, pero porque sabe que Borat es el listo, el que se?ala la miseria ajena, la de los imb¨¦ciles americanos.
En estos d¨ªas das una patada en un Museo y salen varias exposiciones sobre la Movida. Tienen mucho p¨²blico, en parte, porque se ha convertido en la batallita que cuentan los cuarentones y la gente jovencilla se ha cre¨ªdo eso de que los ochenta fueron una juerga continua. De alguna forma, el ¨¦xito que tiene Alaska ahora es por haber entendido que la nostalgia hacia aquella ¨¦poca no sirve para nada y que lo que les suele pasar a los cuarentones es que se resisten a combatir esa enfermedad llamada juvenilismo. A m¨ª los ochenta me pillaron trabajando pero lo que s¨ª que tengo que reconocer, cuando veo las fotos de aquellos a?os y recuerdo (sin nostalgia) el ambiente es que dentro de todas las tonter¨ªas que pasaron por obras de arte y no eran nada hab¨ªa, eso s¨ª, un impulso de libertad, un atrevimiento, que carec¨ªa de este miedo a ofender sensibilidades que hoy mina todos nuestros discursos. La gente era m¨¢s propicia a perderse a s¨ª misma el respeto. Pero a las miradas hacia la Movida les falta aqu¨ª siempre la parte negra, una parte negra que vi hace poco en el Museo Whitney de Nueva York, ciudad que tambi¨¦n vivi¨® su gran Movida. Se proyectaban fotos de personajes disparatados de los setenta, desde su ¨¦poca dorada en las fiestas (cadenas, maquillajes excesivos, crestas, cueros) hasta el declive de las drogas, el alcohol o el sida. Todo en un ciclo vital muy corto. Nueva York se llen¨® de muertos muy j¨®venes, igual que Madrid, Valencia o Barcelona, pero del lado negro de la fiesta aqu¨ª hablamos menos. Tal vez porque esos cuarentones, poseedores de la llave de la memoria (hist¨®rica), andan empe?ados en crear una ¨¦pica cultural con un asunto un poco pobret¨®n y con un final no muy feliz para mucha gente.
Pero a lo que iba: nac¨ª en la Cuesta de Enero. Una fecha cimarrona, un poco hortera, popular, de consumo innecesario pero inevitable. Es la fecha en que los presentadores del telediario presentan, a?o tras a?o, con una sonrisilla esa imagen de las se?oras tir¨¢ndose a salvajadas como reses a las puertas del Corte Ingl¨¦s. Me siento a m¨ª misma como un saldo. Nacer en el Cuesta de Enero me ha llevado a escribir vali¨¦ndome de mis defectos, con el peligro, como dec¨ªa Johnson, de que habr¨¢ quien se los tome en serio. No me refiero a usted (concretamente), hablo de los cretinos.
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