Cl¨ªnicas para trenes ultramodernos
Los centros de Integria ocupan cientos de hect¨¢reas de la regi¨®n y emplean a 841 personas
Renfe, la hist¨®rica operadora de ferrocarriles espa?ola que ha ostentado el monopolio de este transporte hasta hace poco, todav¨ªa posee en la Comunidad de Madrid enormes extensiones de talleres e infraestructuras de reparaci¨®n de trenes. Con la adquisici¨®n de convoyes de ¨²ltima generaci¨®n, el mantenimiento ferroviario se ha modernizado para incorporar las tecnolog¨ªas punta que permiten arreglar los ferrocarriles m¨¢s veloces. EL PA?S ha visitado dos de estos talleres.
"La mayor¨ªa de las reparaciones se arreglan con un 'software", dice un mec¨¢nico
Uno se imagina un taller de trenes lleno de humo, con el suelo grasiento, entre obreros de mono manchado, en medio del ruido de pistones y bocinas, como en una sinfon¨ªa posmoderna o en una pel¨ªcula sovi¨¦tica a mayor gloria de la clase obrera, en blanco y negro. Pero cuando se entra en Santa Catalina, uno de los grandes centros de mantenimiento de Renfe frente a M¨¦ndez ?lvaro, la visi¨®n es pulcra, como en el taller de los clicks.
As¨ª, los talleres nuevos donde se reparan los trenes del futuro, los que alg¨²n d¨ªa quiz¨¢ dejen obsoleto el puente a¨¦reo a Barcelona, son espacios fr¨ªos, con el aspecto de laboratorios de chips deshumanizados, con ese orden extremo que imponen los procesos de precisi¨®n.
La hist¨®rica empresa ferroviaria espa?ola, que ha perdido el monopolio de los ra¨ªles para dejar paso a operadoras privadas, posee enormes terrenos vallados en la regi¨®n: playas de v¨ªas en las estaciones (disputad¨ªsimas por los promotores por el valor desorbitado que han alcanzado como la de Chamart¨ªn), y 13 talleres, desde los que ocupan partes extensas de Villaverde, hasta uno en Cercedilla con s¨®lo cinco trabajadores. El de Santa Catalina mide m¨¢s de 13.000 metros cuadrados junto a la M-30, una bicoca inmobiliaria que a¨²n sobrevive en la salida sur de la ciudad.
El mantenimiento de los trenes se ha desgajado de la matriz en una empresa, Integria, creada en 2005, que trata de aprovechar los encargos millonarios de trenes modernos, tanto en un porcentaje de su construcci¨®n como en su reparaci¨®n. Integria emplea en la regi¨®n a 841 personas, pero en los talleres que fueron de Renfe trabajan tambi¨¦n mec¨¢nicos de los fabricantes de trenes como Talgo-Bombardier y CAF-Alstom.
La nave de Santa Catalina es larga, capaz de acoger los AVE de nueva generaci¨®n, entre altivos y absurdos con su pico de pato. De las alturas cuelgan gr¨²as, y en el piso, gris pulido y brillante, los fosos bajo las v¨ªas permiten estudiar las entra?as de los trenes. Grupos de mec¨¢nicos y t¨¦cnicos de Integria y Talgo-Bombardier van charlando entre los gigantes rodados (78 toneladas pesa una locomotora y 15 cada uno de los coches que arrastra). De vez en cuando alguien se agacha a mirar la panza: el consejo m¨¦dico est¨¢ auscultando a los pacientes y a falta de bata blanca llevan cascos relucientes. Muchos de los hombres que andan por aqu¨ª van con corbata, cosa que termina de matar la imagen infantil del taller que uno tra¨ªa.
Pero no todo est¨¢ chafado porque all¨ª abajo dos hombres est¨¢n sudando. Entre las ruedas de uno de los trenes, Andr¨¦s y David llevan cuatro horas cambiando la rodadura de un vag¨®n, porque eso no lo hacen todav¨ªa ni robots ni ordenadores. Andr¨¦s, que a sus 44 a?os es el segundo m¨¢s anciano del taller (los procesos de reconversi¨®n en el sector del mantenimiento ferroviario han jubilado a muchos en los ¨²ltimos a?os), es un tipo jovial y hablador que transpira tambi¨¦n pasi¨®n por su oficio. Desde que empez¨® a trajinar con trenes a los 20 a?os, ha reparado todos los Talgo que ha habido, "desde los primeros, la serie 3, aquellos pintados de rojo y plateado", que bendec¨ªan los obispos y llevaban nombres de v¨ªrgenes. Efectivamente, aquellos eran otros tiempos: "Ahora la mayor¨ªa de las reparaciones se arreglan con un software, tras hacer un diagn¨®stico con los instrumentos de la cabina; es mucho m¨¢s c¨®modo", asegura Andr¨¦s.
El mec¨¢nico, que inocula el virus de amor por el tren a su hija a la que lleva al museo Ferroviario muchos s¨¢bados, pas¨® 10 a?os en un trabajo curioso. En esa ¨¦poca, Andr¨¦s viajaba en trenes para detectar fallos en la m¨²sica del traqueteo, con el o¨ªdo de un afinador de pianos. "Cuando se escucha un clac clac particular, significa que se ha creado un peque?o plano en la banda de rodadura y hay que tornear la rueda porque se puede hacer una fisura", explica Andr¨¦s. Esa aver¨ªa precisamente fue la que hizo descarrilar un tren ICE, el AVE alem¨¢n, en 1998, con el resultado de 100 muertos por la fatiga del material de una rueda que se rompi¨®.
"Aqu¨ª no dejamos nada al azar; el mantenimiento que hacemos con los trenes es como el de un avi¨®n", interviene David, su compa?ero de 31 a?os. "Date cuenta de que este bicho ir¨¢ a 300 por hora: antes, si ve¨ªas un amortiguador que perd¨ªa aceite, pues pod¨ªas dejarlo pasar unos d¨ªas, pero ahora no, porque a estas velocidades el tren puede bascular y vibrar", a?ade Andr¨¦s.
Un capataz de Talgo interrumpe la charla con los dos hombres apremi¨¢ndoles a gritos para que terminen su tarea. Muy cerca, un grupo de j¨®venes mec¨¢nicos estudia un enganche autom¨¢tico de los que unen dos locomotoras colocado en una peana y el instructor les advierte de que las piezas de caucho se degradan pronto por lo que deben de estar atentos a ellas. La escena es muy pl¨¢stica; recuerda a una lecci¨®n de anatom¨ªa ante un cad¨¢ver pesado de protuberancias curvas y maquinaria compleja.
En otro taller, el de Cerro Negro, frente a la estaci¨®n de contenedores del Abro?igal, el granadino Juan Ram¨®n Oliver dirige un equipo de 30 mec¨¢nicos y electricistas de Integria. El acceso a este centro de 15.500 metros cuadrados es mucho m¨¢s sencillo que en Santa Catalina, quiz¨¢ porque se encarga de reparar trenes menos venerados, los automotores di¨¦sel de Renfe, esos que aseguran el servicio universal de transporte en regiones poco pobladas. Aqu¨ª s¨ª que se siente el torno en movimiento, el metal domado, las chispas y grasa, y aunque tambi¨¦n se reparan las nuevas series no basculantes que ya "saben" hasta por qu¨¦ v¨ªa van circulando gracias a los gir¨®scopos que montan (lo que permite aumentar un 30% su velocidad respecto a sus antecesores), el lugar tiene ese aspecto antiguo que faltaba en el taller de los AVE.
Oliver, que entr¨® de aprendiz en Renfe con 16 a?os (tiene 43), asegura que las aver¨ªas el¨¦ctricas son las m¨¢s complicadas de reparar. "En alguna ocasi¨®n hemos tenido que arreglar un tren que hab¨ªa dejado tirado a los pasajeros en una estaci¨®n, y claro, para que volviera enseguida curr¨¢bamos todos, y esto parec¨ªa los boxes de Fernando Alonso", recuerda orgulloso.
El convoy varado en Cerro Negro que muestra el mec¨¢nico lleva recorridos 1,8 millones de kil¨®metros, a raz¨®n de unos 10.000 al mes. "Esto que hacemos aqu¨ª es mec¨¢nica pura", afirma un Oliver rotundo: "Cada noche se limpia todo, pero, ?ves c¨®mo huele a gasoil y el aceite por el suelo?".
Privatizaci¨®n
El 49% de las labores de mantenimiento de los trenes que adquiere Renfe corren a cuenta de Integria, la filial que se dedica a esta tarea desde que se desgaj¨® de la matriz hace dos a?os. As¨ª, adem¨¢s de beneficiarse sus talleres en la fase de construcci¨®n de los nuevos convoyes (les corresponde un 20% de la fabricaci¨®n), la reparaci¨®n de los nuevos trenes veloces tambi¨¦n deja un pico en la empresa.
A pesar de esta participaci¨®n en los contratos de mantenimiento, los talleres ferroviarios espa?oles han sufrido una fuerte reconversi¨®n en la ¨²ltima d¨¦cada, proceso que ha rejuvenecido las plantillas debido a las prejubilaciones.
Los sindicatos del sector se quejan de que se ha privatizado un servicio p¨²blico b¨¢sico y en la empresa aducen que se ha tratado de un proceso de optimizaci¨®n econ¨®mica necesario.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.