El balanc¨ªn
?sta es la peque?a cr¨®nica de un hecho casual, muy simple, que acaeci¨® en Madrid, a las doce del mediod¨ªa de 5 de enero de 2007, en el parque infantil situado al aire libre en la entrada del Corte Ingl¨¦s de Serrano. All¨ª hay un tiovivo, un tobog¨¢n, una caba?a y un balanc¨ªn, que suelen estar siempre animados por ni?os adorables y bien vitaminados procedentes de las m¨¢s selectas camadas del barrio de Salamanca. Cualquiera que pase a la altura de esa calle los ver¨¢ jugar protegidos por la mirada del padre o de alguno de sus abuelos, mientras la madre seguramente est¨¢ de compras en los propios almacenes o en las lujosas tiendas de alrededor. Aquella ma?ana, v¨ªspera de Reyes, en un extremo del balanc¨ªn, sobre un asiento de color rojo, al cuidado de su abuela se hallaba un ni?o de tres a?os de edad, nieto de un famoso ex ministro socialista de Felipe Gonz¨¢lez. Como bien es sabido, el balanc¨ªn es cosa de dos. Para que la barra pueda bascular se necesita que en el extremo contrario haya otro ni?o m¨¢s o menos del mismo tama?o. El balanc¨ªn estaba parado porque el nieto del ex ministro socialista no ten¨ªa ning¨²n compa?ero con quien jugar, pero en ese momento lleg¨® al parque el ex presidente Aznar con su nieto y tres discretos guardaespaldas. Sin dirigir una palabra ni siquiera una mirada a la abuela del v¨¢stago socialista, a la que sin duda no conoc¨ªa, Aznar aposent¨® a su nieto en el otro extremo del balanc¨ªn sobre el asiento, que era de color amarillo. Los dos ni?os comenzaron a balancearse. El nieto del ministro socialista y el nieto del presidente Aznar se impulsaban hacia arriba y hacia abajo, uno desde el asiento rojo, otro desde el asiento amarillo. L¨®gicamente para que el primero se elevara el segundo ten¨ªa que bajar y al rev¨¦s, pero no era el aparato el que mandaba sino el ritmo interior de cada uno el que impon¨ªa las reglas: toda una lecci¨®n de la vida. Durante el tiempo en que dur¨® el juego, Aznar con la vista en el suelo se echaba con la mano hacia atr¨¢s su melena de Darta?¨¢n y consta en la cr¨®nica que ning¨²n ciudadano se acerc¨® a darle la mano y menos a vitorearlo, pese a que ese barrio es la pecera natural del Partido Popular. La abuela socialista le advert¨ªa a su nieto: " No tan fuerte, no tan fuerte, que ese ni?o es m¨¢s peque?o y puedes hacerle da?o". Sin que los abuelos se miraran a la cara, finalmente los dos ni?os cansados de jugar se fueron cada uno por su lado y el balanc¨ªn qued¨® paralizado. Si alg¨²n d¨ªa llegan a diputados ser¨ªa bueno que lo volvieran a utilizar.
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