"D¨¦me una placa de agente federal"
La delirante reuni¨®n secreta entre Elvis Presley y Richard Nixon ha sido desclasificada
Preocupado por una sociedad en declive, una juventud torcida por las drogas y un pa¨ªs amenazado por el comunismo y por la tensi¨®n racial que generaban los negros al demandar igualdad de derechos, Elvis Presley entreg¨® al presidente Richard Nixon un regalo que simbolizaba a la perfecci¨®n su esp¨ªritu pacificador y sus deseos de trabajar en aras de la reconciliaci¨®n social: una pistola. El Colt 45, las siete balas de plata que ten¨ªa en el cargador y, sobre todo, los informes internos de la Casa Blanca en el que es posiblemente el d¨ªa m¨¢s pintoresco de su historia forman parte de una exposici¨®n sobre el encuentro presidencial m¨¢s improbable, inc¨®modo y esperp¨¦ntico que tuvo Nixon durante su mandato: su reuni¨®n secreta con el Rey del Rock.
Richard Nixon y Elvis Presley compart¨ªan obsesiones pol¨ªticas del mismo signo y estaban sumidos, por razones bien distintas, en un declive personal que deb¨ªa ser turbador para temperamentos tan egoc¨¦ntricos como los suyos. Nixon se enfrentaba en Vietnam a la posibilidad de ser, seg¨²n su expresi¨®n, "el primer presidente de Estados Unidos que pierde una guerra", y Elvis trataba de entender todav¨ªa por qu¨¦ su notoriedad hab¨ªa sido arrasada por cuatro ingleses mal vestidos y su dichosa beatleman¨ªa.
Hab¨ªa, sin embargo, una gran diferencia entre ellos: Nixon era el m¨¢s habilidoso de los maquinadores, un animal pol¨ªtico depredador e inmisericorde; Elvis, en cambio, carec¨ªa de los sentidos del tacto y la mesura, confiaba en cualquier individuo y se mov¨ªa en la direcci¨®n que le marcaban sus propios impulsos. Era, en definitiva, simple y caprichoso.
Un d¨ªa se encaprich¨® con tener en su solapa una chapa de agente federal de lucha antidroga. Aquel 21 de diciembre de 1970, Elvis se plant¨® en Washington.
A las 9.30, los agentes del Servicio Secreto asignados a la puerta principal de la Casa Blanca vieron que se aproximaba a la verja un grupo de individuos con aspecto voluminoso. Con su corpulencia escond¨ªan a un sujeto cuya identidad era inmediatamente reconocible. Elvis quer¨ªa ver al presidente de Estados Unidos. En un derroche de formalidad, Elvis entreg¨® a los agentes una carta personal dirigida a Richard Nixon. Los agentes llamaron a la oficina del presidente para preguntar cu¨¢l era el procedimiento adecuado cuando el artista m¨¢s famoso del pa¨ªs ped¨ªa que le abrieran la puerta.
"Que ha llegado el Rey", le dijeron por tel¨¦fono a Bud Krogh, consejero presidencial y asesor de Nixon. Krogh mir¨® la agenda del d¨ªa y dijo: "Pero si hoy no esperamos a ning¨²n monarca...". "No, no. El Rey del Rock. Est¨¢ aqu¨ª en la puerta", le aclararon.
Krogh decidi¨® reunirse con Elvis primero porque era su obligaci¨®n y segundo porque era un fan incondicional de su m¨²sica. Elvis le entreg¨® la carta para Nixon. Krogh le dijo que aquella visita les pillaba de sopet¨®n y que, por favor, tuviera a bien regresar al hotel. Que ya le llamar¨ªan a lo largo del d¨ªa. Y Elvis se march¨®.
Esa carta y los informes cruzados a lo largo de las dos horas siguientes forman parte del ¨²ltimo paquete de documentos desclasificados sobre lo que ocurri¨® en el edificio presidencial aquella ma?ana fren¨¦tica y absurda.
La carta de Elvis es un ejercicio de expresi¨®n pol¨ªtica que se mueve entre lo infantil, lo simple y lo bochornoso. Redactada con la mejor de las intenciones y la peor de las formas, las cinco p¨¢ginas estaban escritas a mano con renglones torcidos y tachaduras en papel con membrete de American Airlines. En la nota, que ten¨ªa la solemnidad de una tesis doctoral y el aspecto y la gram¨¢tica de una chapuza de parvulario, Elvis Presley expone su admiraci¨®n por Nixon y su preocupaci¨®n por el creciente uso de las drogas entre los j¨®venes, por el avance de la cultura hippy, la ideolog¨ªa izquierdista de los estudiantes dem¨®cratas, el comunismo y los movimientos de defensa de los derechos para los negros. Desde su posici¨®n y con su influencia entre los j¨®venes "puedo ayudar a este pa¨ªs al que amo", le dice a Nixon, pero para eso necesita su ansiada chapa de agente federal. Le da el tel¨¦fono de su hotel y le dice que, si finalmente se re¨²nen, tiene un regalo para ¨¦l.
En las dos horas siguientes, los asesores de Nixon encontraron en la oferta un atractivo pol¨ªtico indiscutible para un presidente odiado especialmente entre los j¨®venes. A pesar de que alg¨²n consejero escribi¨® en los informes "Esto tiene que ser una broma", a las 12.30 Elvis Presley entr¨® en el Despacho Oval.
All¨ª estaba Nixon, con su traje gris oscuro. Y all¨ª entr¨® Elvis, con pantalones ajustados de terciopelo morado, camisa blanca de seda con cuello de pico inmenso por encima de un chaleco corto que dejaba ver el cintur¨®n con su gigantesca hebilla dorada. Y una capa. Las gafas eran de cristal tintado, con una montura de plata tan gruesa que cab¨ªan las letras "EP" escritas con brillantes.
Atusadas las patillas y listo en su traje de faena, dicen que Elvis se qued¨® helado cuando piso el despacho oval, como si hubiera entrado en un lugar mitol¨®gico. Los informes que conservan los Archivos Nacionales dicen que el artista habl¨® de la mala influencia de los Beatles, que hab¨ªan ganado tanto dinero en Estados Unidos para luego volverse a Inglaterra y criticar este pa¨ªs. Habl¨® de c¨®mo ¨¦l pod¨ªa influir en los j¨®venes en contra de las drogas pero para eso, le dijo, necesitaba la chapa de Agente Federal. Nixon acept¨® -no le quedaba m¨¢s remedio- y le dieron una chapa improvisada dos horas despu¨¦s. Un fot¨®grafo oficial inmortaliz¨® el encuentro y retrat¨® a la perfecci¨®n la incomodidad de Nixon y la extravagancia de Elvis. A petici¨®n del artista, la reuni¨®n se mantuvo en secreto hasta que el Washington Post destap¨® el encuentro un a?o despu¨¦s.
Cuenta la leyenda que Elvis estaba "colocado" por su adicci¨®n a las pastillas durante aquella reuni¨®n en la que arremeti¨® contra las drogas. El Colt 45 se lo entreg¨® a un asistente porque las armas est¨¢n prohibidas en el Despacho Oval. Los trajes, los documentos, las cartas y la pistola forman parte de la exposici¨®n abierta hace unos d¨ªas en la Biblioteca Presidencial Richard Nixon en California.Entr¨® con pantalones ajustados de terciopelo morado y el cintur¨®n con su hebilla doradaLe entreg¨® un regalo que expresaba su esp¨ªritu pacificador: una pistola
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.