Operaci¨®n tetilla
Probablemente todo esto empez¨® cuando Gran Hermano populariz¨® la creencia de que cualquier hijo de vecino por el mero hecho de serlo y saber limpiarse los mocos ten¨ªa derecho a ser famoso. Los 15 minutos de fama que Andy Warhol declar¨® como patrimonio de la humanidad estaban ah¨ª y las audiencias, casi tercermundistas por entonces, estallaron de j¨²bilo ante el hallazgo de ese nuevo zoo. La ventana indiscreta se abr¨ªa hasta extremos inimaginables; pod¨ªa asomarse de la misma manera a los pechos de Pamela Anderson que a la ejecuci¨®n de Sadam Hussein, a la entrepierna de Britney Spears o las cabezadas de Fraga, que ya Google se encargar¨ªa de rastrearlo en cualquier rinc¨®n del mundo y YouTube de filmar la haza?a. La fama revent¨® como una pompa de jab¨®n. Ya no era patrimonio s¨®lo de los famosos. A estos s¨®lo les quedaba el coraz¨®n.
Cuando este ¨²ltimo verano ocurri¨® el suceso de la peluquera de Arcade tuve el p¨¢lpito de que esa chica iba a ser famosa. Todos podemos serlo, pero s¨®lo se detecta cuando la persona en concreto cumple con las normas de la televisi¨®n y las leyes del cotilleo y, despu¨¦s de todo, siempre ha deseado serlo. Cinco meses m¨¢s tarde de los truculentos sucesos de Canc¨²n -?qu¨¦ pasar¨ªa si la v¨ªctima fuera obesa o anciana? ?qu¨¦ pasar¨ªa si no quisiera que pasara nada?-, 50.000 euros mediante, Ana Mar¨ªa R¨ªos fue portada de Intervi¨² con esa pose liviana de quien toma el sol un d¨ªa de verano en Playa Am¨¦rica y no ofende a nadie. Con la frescura que se le supone a una piel tersa y, en este caso, ?inocente! ante el clamor de sus incondicionales, la mayor¨ªa, y el esc¨¢ndalo de un buen sector, los tontos del pueblo, en palabras del marido de la peluquera.
Los que fuimos adolescentes en la ¨¦poca del destape tenemos un gran respeto a Intervi¨² porque al mismo tiempo que nos ense?aba a Nadiuska en picard¨ªas incurr¨ªa en los buenos modales del periodismo de la Transici¨®n: desfalcos, apa?os, abusos eran triturados por un periodismo que nunca cay¨® en el amarillismo. La gallega de Canc¨²n, como reza la portada, nos obsequi¨® tambi¨¦n con un componente tambi¨¦n nost¨¢lgico de aquella ¨¦poca en que todav¨ªa corr¨ªamos el peligro de ser apaleados por ir a una playa nudista. Adem¨¢s, viendo la fotograf¨ªa de las mariscadoras de Arcade mostrando las p¨¢ginas de la revista con un impudor de molusco baboso, el efecto parece el de una Madame Bovary viguesa, una Carmen que trabaja en una peluquer¨ªa y sue?a con un viaje de novios al Caribe...
La popularidad se ha aliado con Ana Mar¨ªa y uno piensa en que algo as¨ª -sin revistas, pero tambi¨¦n con destape- debi¨® suceder cuando La Bella Otero, otra Madonna local, cruz¨® la frontera que separa Valga (Pontevedra) de Par¨ªs y del mundo descocado de la Belle ?poque y el can-can. En realidad todo resulta menos enso?ador de lo que parece y a Ana Mar¨ªa los 50.000 euros no le dar¨¢n para mucho m¨¢s que poder montar un sal¨®n de belleza y seguir hablando de aquel verano en Canc¨²n, aunque tambi¨¦n es recomendable aprovechar lo sucedido para hablar de lo que a todos puede sucedernos si no andamos listos y as¨ª convertirse al noble oficio de tertuliana. Los pareceres de Ana Mar¨ªa sobre el cuidado del cabello, la vida en prisi¨®n, el top-less o mismamente el cultivo de las ostras en cautividad puede sorprender a propios y extra?os y gozar de una gran audiencia. Hemos podido comprobarlo en los programas del ramo y hay libro ya impreso. Todo esto de la fama va muy deprisa, tanto como una canci¨®n pop.
Por lo dem¨¢s, decir que la Operaci¨®n Tetilla ha jugado siempre a favor de las cover-girls gallegas a las que se les supone una buena delantera. En 1992, Marta S¨¢nchez revalid¨® el mito de Marilyn y le cant¨® a las tropas en el Golfo; diez a?os m¨¢s tarde Paula V¨¢zquez salud¨® la llegada del euro ataviada como la Virgen del Corpi?o y a¨²n me falta por recordar aquel infausto anuncio en la que la dichosa tetilla compart¨ªa protagonismo con una moza de O Castro, Mar¨ªa Silva, se llamaba.
Nada que objetar. La mayor parte de nuestra vida la pasamos vigilados por c¨¢maras ocultas y aduanas impertinentes. No est¨¢ dem¨¢s que de vez en cuando alguien levante la mano y haga se?ales de que estamos en pelotas. Si es peluquera, adem¨¢s, dar¨¢ que hablar. D¨¦lo por seguro.
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