Lo que Serbia decide
Serbia opta el domingo, en unas elecciones generales anticipadas un a?o, entre acercarse un pelda?o m¨¢s a Europa o anclarse en el paleonacionalismo que ha conducido al pa¨ªs balc¨¢nico al desastre. Los ¨²ltimos sondeos vaticinan un codo a codo entre la alternativa cavern¨ªcola, expresada por el Partido Radical, en torno al 30%, cuyo h¨¦roe Vojislav Seselj comparece ante el Tribunal de La Haya, y la civilizada del Partido Democr¨¢tico, del presidente serbio Boris Tadic, con dos puntos menos. El tercero en discordia y presumible comod¨ªn es el partido conservador y nacionalista del primer ministro saliente Kostunica, que aspira a repetir mandato despu¨¦s de tres a?os de inestabilidad al frente de una coalici¨®n minoritaria.
Lo que otorga un car¨¢cter crucial a los comicios es que de ellos cuelga el futuro de Kosovo, decisivo para Belgrado, pero tambi¨¦n para Europa. El estatuto definitivo del territorio serbio de mayor¨ªa albanesa, administrado por la ONU, ha sido aplazado hasta despu¨¦s de estas elecciones para no dar alas al ultranacionalismo, que considera impensable la amputaci¨®n de la provincia sagrada en la que permanecen todav¨ªa 100.000 serbios. Asunto colateral, pero determinante, es la suerte de verdugos como Ratko Mladic y Radovan Karadzic, cuya entrega exige el tribunal para la antigua Yugoslavia para responder de sus horrendos cr¨ªmenes en Bosnia. El reiterado incumplimiento por Kostunica de sus promesas sobre Mladic mantiene en el congelador las aspiraciones serbias de acercamiento a la UE.
Belgrado perdi¨® el control de Kosovo en 1999, cuando la OTAN bombarde¨® al ej¨¦rcito de Slobodan Milosevic para detener el genocidio alban¨¦s. Las fracasadas negociaciones del a?o pasado entre el Gobierno serbio y Pristina, un di¨¢logo de sordos, han desembocado en el plan del ex presidente finland¨¦s y plenipotenciario de la ONU Martti Ahtisaari, que ser¨¢ sometido al Consejo de Seguridad en las pr¨®ximas semanas y cuyo desenlace no puede ser otro que una suerte de independencia supervisada para Kosovo, de la que son partidarios tantos los pesos pesados de la UE como EE UU, sabedores de que no hay una sola posibilidad de devolver a los albaneses a los brazos de Belgrado. Un plan que el Gobierno de Kostunica rechaza abiertamente y que Mosc¨², inveterado aliado del nacionalismo serbio m¨¢s retr¨®grado, amenaza con vetar en Nueva York. Y que, inquietantemente, comienza a suscitar la desconfianza de los propios albanokosovares, que en medio de una creciente tensi¨®n que evoca pasados fantasmas, han comenzado la redacci¨®n de su constituci¨®n como Estado soberano.
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