Divertidas desgracias
El estadounidense Augusten Burroughs ha convertido la narraci¨®n de las peripecias amargas de su vida en una fuente de humor y de entretenimiento. Se trata de un autor que da la impresi¨®n de aspirar m¨¢s al papel del comediante que al de un escritor.
RECORTES DE MI VIDA
Augusten Burroughs
Traducci¨®n de Cecilia Ceriani
Anagrama. Barcelona, 2006
315 p¨¢ginas. 19 euros
Hubo un tiempo cuando hacer memoria era el hobby de los escritores para pasar el invierno de sus descontentos. Crep¨²sculos en los que parec¨ªa agotado ese futuro eterno que en el fondo es toda ficci¨®n y donde, cerca del fin de la vida o de la obra, s¨®lo quedaba la distracci¨®n de mirar atr¨¢s y traer arrastrando el pasado hasta el presente. O tal vez fuera que, habiendo vivido para contarlo, reci¨¦n entonces se comprend¨ªa lo sucedido. En cualquier caso, por all¨ª pasaron, por citar a unos pocos, nombres como Henry James, Thomas Mann, Carson McCullers, Anthony Burgess y Adolfo Bioy Casares.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, pareciera que es cada vez m¨¢s com¨²n y aceptable -sobre todo en las letras norteamericanas- que un escritor m¨¢s o menos joven, en el punto m¨¢s alto de su potencia y/o carrera, se d¨¦ el lujo de viajar en el tiempo a paisajes no demasiados lejanos y, de regreso, proyecte postales ¨ªntimas como forma de complementar y hasta justificar lo en principio imaginado. As¨ª -por lo general, empe?ados por dirimir qui¨¦n ha tenido la parentela m¨¢s disfuncional- Dave Eggers, Rick Moody, Alice Sebold, William T. Vollmann, Jonathan Franzen, David Foster Wallace, A. M. Homes, Chuck Palahniuk, Donald Antrim y "mentirosos" recientemente desenmascarados como J. T. Leroy y James Frey son algunos de los que se han apuntado a esta tendencia de recordar a menudo con ira pero, tambi¨¦n, con gracia y gancho. Los motivos detr¨¢s del fen¨®meno pueden obedecer a estrategias de mercado (la "verdad" vende m¨¢s que la "mentira" y, se supone, es m¨¢s f¨¢cil promocionar a un escritor/personaje que a un narrador a secas) o a asuntos existenciales (la experiencia propia como cimientos de historias ajenas pero al mismo tiempo pertenecientes nada m¨¢s que a ellos). A la hora de la verdad, lo que en verdad importa es cu¨¢ndo una verdad es digna de ser contada.
Est¨¢ claro que Augusten Xon Burroughs -alias de Christopher Robinson, memorialista casi puro, ya que luego del debut con la novela sat¨ªrica Sellevision de 2000, su peque?o yo ha sido su Gran Tema tanto en este Recortes de mi vida (2002) como en su alcoh¨®lica secuela Dry (2003) o en los ensayos recopilados en Magical thinking (2004) y Possible side effects (2006)- tiene todo para pasar la prueba con grandes honores y enormes humillaciones. Y es que para Burroughs no parece haber nada m¨¢s divertido que la concienzuda enumeraci¨®n de las desgracias que le han definido pr¨¢cticamente desde el d¨ªa del Hab¨ªa una vez... de su nacimiento en Pittsburgh, 1965, y muy especialmente luego de cumplir los 12 a?os. Es entonces cuando todo a su alrededor pareci¨® transformarse en una bizarra cruza de novela de Charles Dickens con pel¨ªcula de Todd Solondz o de John Waters con reality show de esos a los que toda una familia suele acudir para autodestruirse frente una audiencia que s¨®lo desea ver correr sangre y l¨¢grimas preferentemente en este orden.
Lo que se narra -o se exhibe en este libro pr¨®ximo a convertirse en largometraje multiestelar y cuyo feroz t¨ªtulo original podr¨ªa traducirse Corriendo con tijeras en la mano- es, en una veloz sucesi¨®n de cap¨ªtulos breves, un divorcio, una madre desequilibrada que entrega a Augusten en "adopci¨®n" a un psicoanalista avant-garde (el demencial doctor Finch, basado en el real doctor Turcotte, lo que devino en juicio y arreglo econ¨®mico), su muy bizarra familia protagonista de rituales que van de lo fecal a lo navide?o y de lo masturbatorio a lo b¨ªblico, la amistad con un ped¨®filo, el descubrimiento que hace Augusten de su homosexualidad y, demasiadas escenas tan hilarantes como monstruosas despu¨¦s, su fuga hacia Nueva York. A una vida "que era imposible que fuera m¨¢s loca que la que hab¨ªa llevado hasta ese momento en casa de los Finch" con, a modo de equipaje, el diploma invisible de un "doctorado en supervivencia" y una compulsi¨®n patol¨®gica por arrancar carcajadas con sus blues cueste lo que cueste y que, por momentos, cansa un poco por su insaciable adicci¨®n al eslogan de la infelicidad euf¨®rica. Reparos que enseguida se esfuman al comprender que Burroughs no es, y tal vez no quiera ser, un gran escritor pero -por algo ocup¨® la posici¨®n n¨²mero 15 en la lista de las 25 personas m¨¢s divertidas de Estados Unidos propuesta por la revista Entertainment Weekly- se ha convertido en un excelente stand-up comedian. Uno de esos c¨®micos que, al igual que su colega David Sedaris, escriben como hablan y r¨ªen como lloran. O viceversa. Y que pase el que sigue.
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