Carrie, Manolo y Candace
Bradshaw, icono del nuevo femenino; Blahnik, zapatero, y Bushnell, la 'culpable' de todo. Encuentro en Manhattan con la autora que inspir¨® la vida y las opiniones de la protagonista de 'Sexo en Nueva York'
Un hombre empuja el carrito de un ni?o. Faltan pocos minutos para las nueve de la ma?ana y menos d¨ªas para la Navidad. Hace fr¨ªo, pero el cr¨ªo saca la cabeza de una manta para llamar a su padre. El hombre se acerca al cruce de la calle Perry con la D¨¦cima. Los neoyorquinos con los que se cruza no le prestan atenci¨®n. Est¨¢n acostumbrados a ver a Matthew y a su hijo en el West Village. Viven a unos escasos bloques de esta esquina. Anecd¨®ticamente cerca de la casa en la que una ficci¨®n televisiva coloc¨® durante seis a?os a su esposa y madre. Carrie Bradshaw, la protagonista de la serie Sexo en Nueva York, tuvo aqu¨ª su amado apartamento. Sarah Jessica Parker, la actriz que le puso cara, es una vecina m¨¢s del barrio, con su marido, Matthew Broderick, y su hijo, ese ni?o que desaf¨ªa al fr¨ªo.
Es posible que el mundo identifique para los restos a la actriz estadounidense con ese personaje, su afici¨®n por los zapatos y la moda, y sus estilizados conflictos sexo-sentimentales, pero lo cierto es que Sarah Jessica Parker no es Carrie Bradshaw. Candace Bushnell, s¨ª. Pero Bushnell no vive por aqu¨ª, sino en un ostentoso apartamento en la frontera del East Village. Bushnell, de 47 a?os, es la mujer que escribi¨® durante varios a?os una exitosa columna en The New York Observer a partir de la cual (y bajo la batuta de Darren Star, especialista en folletines sofisticados y responsable de Sensaci¨®n de vivir o Melrose Place) se desarroll¨® una serie no s¨®lo extraordinariamente popular, sino tambi¨¦n notablemente influyente. Sexo en Nueva York ha sido algo m¨¢s que un divertimento para sus seguidores: ha creado algo parecido a una l¨ªnea de pensamiento, un estereotipo en el que mujeres de todo el mundo se enorgullecen de encajar. Hablar de sexo sin tapujos en el club de moda es una curiosa postal desde el pa¨ªs de la liberaci¨®n femenina, pero hay quien la exhibe con gusto en su nevera. Adem¨¢s de un pastel que ha alimentado a las m¨¢s dispares bocas. Desde la de Manolo Blahnik hasta las de los empresarios que han convertido el Meatpacking District en un barrio glamuroso al calor de su repetida aparici¨®n en la serie. "Las mujeres, en cualquier parte del mundo, se est¨¢n preguntando c¨®mo conducir sus vidas en un nuevo entorno", opina Bushnell sobre el ¨¦xito de sus criaturas. "Lo que me parece interesante es que la serie habla de una problem¨¢tica de los 35 a los 40 a?os, pero la audiencia son chicas de 20. Y creo que eso se debe a que el meollo de la cuesti¨®n no es tanto la edad como la rutina de buscar pareja. Adem¨¢s, las mujeres est¨¢n encajonadas en estereotipos culturales y es muy f¨¢cil participar en la fantas¨ªa de encontrar a Mr. Big [el amante millonario de Carrie Bradshaw] y adorar los zapatos. Es algo con lo que toda mujer puede identificarse. Mr. Big es el pr¨ªncipe encantador, y no estamos ante otra cosa que una revisi¨®n del mito de la Cenicienta".
Mito que, en cierta forma, ella encarna tambi¨¦n. Ya era un personaje de la sociedad neoyorquina antes de que la televisi¨®n decidiera adaptar su vivencia. Una especie de Holly Golightly, protagonista de Desayuno con diamantes, contempor¨¢nea. Parte del ¨¦xito que la columna tuvo desde su nacimiento en 1994 era la mezcla de realidad y ficci¨®n que propon¨ªa, y que permit¨ªa jugar a adivinar qui¨¦n se escond¨ªa bajo los seud¨®nimos. Por ejemplo, Mr. Big est¨¢ m¨¢s que inspirado en Ron Galeotti, un magnate de los medios con quien sali¨® durante dos a?os. "Yo era Carrie Bradshaw y ten¨ªa todas esas preguntas. Estaba soltera a los treinta y tantos, como mis amigas, y nos cuestion¨¢bamos, ?por qu¨¦ no podemos encontrar a un hombre? Ese libro habla de los rituales de citas en Nueva York a una determinada edad", explica con un tono bronco que, advierte, le hace parecer enfadada aun cuando no lo est¨¢. Pero el conocimiento de Bushnell de los secretos de la ciudad no vino por nacimiento o fortuna. Cuando a los 18 a?os dej¨® la Universidad Rice de Houston y se march¨® a Nueva York, la chica de Connecticut ten¨ªa poco dinero, menos contactos y un plan maestro: convertirse en una novelista cuyos libros aparecieran en la lista de best sellers de The New York Times. "Cuando llegu¨¦, pens¨¦ que pod¨ªa ganar alg¨²n dinero mientras tanto como actriz o como modelo. Pero la verdad es que no era muy buena en ninguna de las dos cosas. Iba a Studio 54, tomaba drogas, beb¨ªa, conoc¨ªa a gente loca y lo pasaba bien. Era como Paris Hilton, pero sin el dinero. Ten¨ªa compa?eras de piso que estaban tan locas como yo: actrices, modelos, cantantes? Incluso cuando ten¨ªa 30 a?os era muy salvaje, mucho m¨¢s que Carrie Bradshaw. No quer¨ªa una vida estable para nada y hac¨ªa muchas m¨¢s locuras que las chicas de la serie". Comparti¨® con ella y con Cenicienta, eso s¨ª, un curioso veh¨ªculo para el triunfo: los zapatos. "No estoy tan loca por ellos como Carrie", asegura. "Pero cuando era joven iba a las rebajas y me compraba los pares m¨¢s locos y llamativos, los que nadie hab¨ªa querido. ?Dise?os de Charles Jourdan por 20 d¨®lares! Era esa chica que se viste con ocurrencias y que llama la atenci¨®n con su ropa aunque no tenga un duro. En Nueva York los zapatos importan. Si vas a un buen restaurante, mirar¨¢n a tus pies para juzgarte, as¨ª que mis zapatos locos me abrieron puertas: la gente cre¨ªa que deb¨ªa ser alguien para atreverme con aquello".
Restaurantes, fiestas, amigas fieles y citas le aportaron abundante material para las historias que regularmente publicaba en revistas femeninas y que nutrieron un estilo a medio camino entre la realidad y la ficci¨®n. Un amasijo de cotilleo, frivolidad y entretenimiento que sigue siendo el coraz¨®n y las tripas de sus libros. "Siempre he hecho m¨¢s literatura que periodismo, pero nunca es completamente imaginaria. Parte de una situaci¨®n real, vivida o conocida. Cuando retrato una fiesta o un desfile en mis libros, s¨®lo trato de ilustrar el ambiente en el que los personajes se desenvuelven, el que yo conozco. No busco a?adir un factor morboso a mis historias". Bushnell se defiende de la creencia de que el ¨¦xito de sus libros reside en que son una prolongaci¨®n de la fascinaci¨®n que ejerce el mundo de los ricos y los famosos. Una puerta de acceso que se abre all¨ª donde las revistas no llegan y una suerte de literatura aspiracional. "Que la gente sienta que ha accedido a esos lugares es un logro. Significa que soy una buena escritora. Es dif¨ªcil componer esas escenas, pero ?he estado en tantas fiestas! Las conozco bien porque he sido parte de ellas, pero tambi¨¦n una observadora. Me fijo en los tics y las rutinas. ?Ahora que soy mayor me parece todo tan aburrido! Es un circo en el que la gente hace aut¨¦nticas tonter¨ªas. Una vez, una amiga me solt¨®: 'Ese chico no me ha hablado porque mi zapato era demasiado puntiagudo'. ?Qu¨¦ vas a decir despu¨¦s de eso?".
Lo explica desde el suelo: est¨¢ sentada en un puf rosa de su sala verde manzana, calzada con zapatillas de estar por casa y vestida con jersey y vaqueros. Nada que ver con el Chanel que se acaba de quitar, y que ella misma ha elegido para las fotos. El pelo, eso s¨ª, conserva el voluminoso efecto que su peluquero personal consegu¨ªa apenas media hora antes y que espera prolongar hasta la noche, cuando acudir¨¢ al ballet. Bushnell, antes tan al¨¦rgica al compromiso como Bradshaw, se cas¨® en 2002 con Charles Askegard, un bailar¨ªn del New York City Ballet, 10 a?os menor. En realidad, Bushnell fue Carrie Bradshaw, pero sostiene que ya no lo es. "Si no tengo el bolso perfecto, ya no me importa. He observado a muchas mujeres que dejan de estar obsesionadas con los trapos cuando llegan a los 40. Quieres tener buen aspecto, pero quieres ser t¨² la que lleve la ropa, no que ¨¦sta te lleve a ti". Su ¨²ltima novela, Mujeres de Manhattan, contiene abundantes dosis de los ingredientes que tan buen resultado le dan (amigas, fiestas, desfiles, revistas y estrenos), pero las protagonistas han cumplido a?os y son altas ejecutivas, con lo que lo que antes era mero conflicto sentimental ahora se combina con el laboral.
-Ha afirmado que su objetivo es que este libro haga por la ambici¨®n profesional de las mujeres lo que, seg¨²n usted, Sexo en Nueva York hizo por el sexo: sacarla del caj¨®n de lo vergonzoso.
-La realidad es que s¨®lo algunas quieren ascender y llegar a la cima profesional. Es dif¨ªcil que piensen que pueden ser triunfadoras, que pueden ser las due?as del universo. Siguen ancladas en el t¨®pico de que deben ser madres y esposas perfectas, y sienten que no pueden hacerlo todo. Si le preguntas a una mujer si prefiere tener hijos o una gran carrera, la mayor¨ªa elegir¨¢ a los hijos. Yo elegir¨ªa la carrera. Desear¨ªa que fueran m¨¢s ambiciosas, y creo que en el mundo en el que vivimos es muy importante que ocupen los puestos de liderazgo, pero desafortunadamente se sienten inc¨®modas siendo el jefe y tomando las decisiones. Es cierto que antes pensaba que triunfar en el trabajo era algo que muchas mujeres deseaban, pero ahora creo que no m¨¢s de un 25% lo quiere. Hay que estar muy segura, muy dispuesta a romper reglas, y no sentirte culpable si no pasas cada segundo con tus hijos. Si no, es imposible triunfar.
-?Es necesario que hagan esa elecci¨®n?
-No. Es posible compaginar los hijos con la carrera. Todas las mujeres de ¨¦xito que conozco son las que creen que ser la mejor madre es ser una madre feliz. Y ser capaz de salir al mundo y triunfar las hace felices. No sienten prejuicios por ganar m¨¢s que sus maridos o por ser ellas las que compran la casa. Son las que no escuchan cuando alguien les dice que no pueden compaginar a sus hijos con su trabajo. Ni siquiera piensan en ello. Se las apa?an.
-Para una de las mujeres de su libro, ese conflicto s¨®lo se soluciona cambiando de pareja, lo cual significa reconocer que no s¨®lo es una cuesti¨®n de lo que ellas quieran o piensen de s¨ª mismas. Tambi¨¦n importa lo que las rodea, por ejemplo, los hombres.
-Las mujeres a veces afrontan su vida laboral como un trabajo, no como una carrera. Lo segundo es algo integral, una parte fundamental de la vida a la que se dedica pasi¨®n y de la que se obtiene satisfacci¨®n. Lo primero, una actividad de la que se vive. Las mujeres tienen obligaci¨®n de hacer comprender a sus parejas que pueden adorar su profesi¨®n. Pero si el marido se convierte en otro hijo m¨¢s, en vez de ser un adulto, es complicado que lo entienda. Por eso, parte del ¨¦xito de una mujer pasa por encontrar al hombre adecuado. Hay que encontrar uno que sea macho y varonil, pero sin la coraza, sin el ego. Los hay por todas partes, pero cuando eres joven quieres encontrar a Mr. Big, al pr¨ªncipe. Cuando te quitas de encima la idea, el peso de Mr. Big, est¨¢s preparada para una carrera de ¨¦xito.
La filosof¨ªa Bushnell sobre la mujer en el siglo XXI no s¨®lo llena p¨¢ginas. Desde marzo de 2006 tambi¨¦n se expande por las ondas gracias a un programa de radio: Sex, Success and Sensibility. Cuatro horas semanales en las que habla con toda mujer que desee compartir sus problemas con ella y sus oyentes. Pero la locutora no matar¨¢ a la escritora. Seguir¨¢ con los libros, aunque amenaza con abandonar a los personajes, las aceras y las tiendas que han poblado Sexo en Nueva York, Cuatro rubias, Trading up y, ahora, Mujeres de Manhattan. "Estoy trabajando en un libro nuevo que va a ser totalmente distinto. Trata sobre una chica completamente ordinaria, sin ambici¨®n, en el Medio Oeste? Est¨¢ bien probar cosas nuevas, y tengo la suerte de poder hacerlo, pero ?tal vez no funcione, y la pr¨®xima vez que venga alguien a entrevistarme habr¨¦ vuelto a un apartamento enano!".
'Mujeres de Manhattan' est¨¢ publicado en la colecci¨®n Esencia, de Planeta.
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