Del peque?o comercio
A finales de los a?os sesenta del pasado siglo, todo un barrio de Madrid fue demolido, explanado y borrado del mapa, pese a la enconada e in¨²til resistencia de sus vecinos, desvalidos, desatendidos y perseguidos por las autodenominadas autoridades competentes. En la defensa saguntina y numantina del barrio de Pozas se distingui¨® el autor y dramaturgo Lauro Olmo, que se atrincher¨® con los suyos en su modesto, aunque c¨¦ntrico, piso hasta el minuto final, entre bater¨ªas de excavadoras y m¨¢quinas de demolici¨®n.
Sobre los solares fantasmales de este barrio, situado en el coraz¨®n de Arg¨¹elles, se levant¨® muy pronto un emporio comercial y hotelero, unos grandes y emblem¨¢ticos almacenes y un hotel de lujo que hoy ocupan, pr¨¢cticamente en su totalidad, el espacio dejado por aquel entra?able reducto de la arquitectura popular decimon¨®nica y de la vida castiza de Madrid, vida y milagros que Lauro llev¨® de su balc¨®n al escenario tantas veces.
Antes de despedirse de sus cargos y de sus despachos, en previsi¨®n de un indeseable futuro democr¨¢tico que se divisaba ya tras la sombra decr¨¦pita de un dictador senil, los ediles y ministriles municipales y sus socios, c¨®mplices, de la empresa y el comercio intentaron una pol¨ªtica de tierra quemada que culminar¨ªa con la impune demolici¨®n de Pozas, el ¨²ltimo boom, la gran explosi¨®n que conmocionar¨ªa la ciudad hasta sus cimientos y sensibilizar¨ªa a la opini¨®n p¨²blica, que silenciada y manipulada empezaba a salir de la clandestinidad.
El siguiente atentado previsto no lleg¨® a producirse. Cuando a¨²n no se hab¨ªan apagado los ecos de la voladura, el Ayuntamiento de Madrid plante¨® otro desm¨¢n a¨²n de mayor envergadura, el llamado plan Malasa?a que acabar¨ªa rebautizando el antiguo barrio de Maravillas. Ten¨ªa el franquismo sus horas contadas en el quir¨®fano y no estaba el r¨¦gimen para muchos alardes, el movimiento vecinal se impon¨ªa por fin, despu¨¦s de a?os de lucha, al Movimiento Nacional.
As¨ª se salvaron in extremis, aunque sufrieran graves da?os, Malasa?a y Chueca, Huertas y Lavapi¨¦s. Cambiaron las t¨¢cticas, aunque no las intenciones de los especuladores: "Si no podemos demolerlos, dejemos que se caigan" fue su consigna, y la incuria se ceb¨® a¨²n m¨¢s sobre los viejos barrios de la capital. Cerraban los peque?os comercios y los talleres artesanos y se ca¨ªan a pedazos los edificios galdosianos, pisos de rentas bajas y ancianos inquilinos. Iba a tardar algo m¨¢s de lo previsto en sus demoledores planes, pero la fruta madura caer¨ªa por fin en sus manos sin tener que cortar el ¨¢rbol, por lo menos habr¨ªa que conservar la corteza de sus fachadas.
A estos barrios les salvaron los bares, baretos y garitos que j¨®venes, inexpertos y entusiastas abrieron sobre los locales comerciales de antiguos colmados, ultramarinos y coloniales, carboner¨ªas obsoletas, carpinter¨ªas, tapicer¨ªas y mercer¨ªas arrumbadas por la competencia de los modernos centros comerciales. Los nuevos pobladores ocuparon los bajos con sus modernos establecimientos que servir¨ªan como bullidor caldo de cultivo de la movida. Los viejos buitres de la especulaci¨®n no ve¨ªan con malos ojos tal proliferaci¨®n; en las calles ruidosas, refugio de noct¨¢mbulos reci¨¦n estrenados, bajaban los precios de las viviendas al ritmo de la inseguridad o el insomnio, era el momento de comprar barato para vender caro cuando terminara la fiesta. Ya no cab¨ªan m¨¢s bares, pero se abrieron peculiares restaurantes, la inmigraci¨®n oriental se qued¨® con los ultramarinos de amplio horario y, poco a poco, aparecieron peluquer¨ªas, much¨ªsimas peluquer¨ªas, tiendas ¨¦tnicas y min¨²sculos establecimientos de moda; el impulso de Chueca se extiende en paralelo a la Gran V¨ªa de las franquicias con comercios innovadores, traspasando las fronteras de Hortaleza y Fuencarral que han vuelto a ser, como en mejores tiempos, calles comerciales. Las tiendas de c¨®mics y de vinilos, de camisetas y zapas proliferan en las Correderas y en la calle del Pez, mientras en la calle de la Luna y sus alrededores se concentran los establecimientos dedicados a la parafernalia del g¨¦nero fant¨¢stico, gadgets y figuras de las sagas de Star Trek, La guerra de las galaxias o el Se?or de los Anillos. J¨®venes tiendas para j¨®venes clientes que, sin querer ni saber, han recuperado el placer y la complicidad del peque?o comercio tradicional, lugar de encuentro, relaci¨®n e intercambio.
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