?Nueva oportunidad?
Aboga el autor por un entendimiento PSOE-PNV para encauzar el llamado problema vasco tras la experiencia catalana y el fin de la tregua.
Muchos son los datos relevantes que podr¨ªan mencionarse en torno a los acontecimientos previos al atentado del pasado 30 de diciembre. El m¨¢s importante, sin embargo, es ¨¦ste: a lo largo del proceso, como antes en el debate del Estatuto de Catalu?a, ha quedado clara la apuesta por el actual modelo constitucional por parte del Gobierno de Espa?a y del PSOE. ?sta, precisamente, ha sido la principal circunstancia alegada por los que optaron por la v¨ªa de las bombas para tratar de justificar su actuaci¨®n.
Varias son las implicaciones de la posici¨®n socialista para la Euskadi actual y de los pr¨®ximos a?os. En primer lugar, ninguno de los partidos mayoritarios en Espa?a, y tampoco el PSOE, va a aceptar una negociaci¨®n para el reconocimiento del derecho a decidir en los t¨¦rminos cl¨¢sicos de la descolonizaci¨®n; esto es, autorizando un refer¨¦ndum en el que la poblaci¨®n del territorio decida por mayor¨ªa su futuro estatus pol¨ªtico al margen de cualquier otro tipo de condicionante. No hay por qu¨¦ rasgarse las vestiduras ante esta posici¨®n: las sociedades democr¨¢ticas se constituyen sobre grandes consensos y no sobre la voluntad de mayor¨ªas exiguas. Por esa raz¨®n, en una sociedad no colonial el debate sobre la autodeterminaci¨®n se centra sobre todo en c¨®mo ajustar los procedimientos de reforma constitucional de manera que aquellos acuerdos amplios en que pueda fundamentarse el desarrollo de una comunidad pol¨ªtica subestatal no queden ni relegados al olvido ni desvirtuados sin negociaci¨®n por la mayor¨ªa pol¨ªtica en el Estado. Cuando las propuestas de reforma vengan avaladas por una mayor¨ªa pol¨ªtica que resulte inequ¨ªvoca, resulta conveniente asumir el principio de obligaci¨®n de negociar. Lo que exige abordar, a su vez, cuestiones como qu¨¦ debe entenderse como mayor¨ªas inequ¨ªvocas -en funci¨®n o no del contenido de las reformas propuestas-, en qu¨¦ situaciones puede recurrirse a alg¨²n tipo de consulta para fundamentar estas mayor¨ªas, qu¨¦ pasos concretos deben darse para avanzar en la negociaci¨®n de la posible reforma, etc.
Imaz y Zapatero se enfrentar¨¢n a la dificultad de llevar a buen t¨¦rmino sus posibles compromisos sin el apoyo de terceros
En segundo lugar, resulta obvio que ninguno de estos partidos va a defender la incorporaci¨®n de Navarra a Euskadi -o la creaci¨®n de una nueva Euskal Herria- al margen de la Constituci¨®n. En una situaci¨®n en la que el nacionalismo carece de mayor¨ªa para impulsar un proceso de integraci¨®n, a lo que ¨¦ste puede aspirar -adem¨¢s de a normalizar las relaciones entre gobiernos- es a eliminar aquellas barreras que limitan el ¨¢mbito de la cooperaci¨®n entre comunidades aut¨®nomas, por ejemplo la prohibici¨®n de federaci¨®n entre ellas. Otro posible e importante objetivo podr¨ªa consistir en concretar y ampliar constitucionalmente los derechos ling¨¹¨ªsticos y culturales de la poblaci¨®n que, adem¨¢s de navarra, se considera vasca en esa comunidad aut¨®noma.
Parece incluso evidente que, al margen de un gran acuerdo constitucional, dif¨ªcilmente podr¨¢ avanzarse en una direcci¨®n algo m¨¢s compleja que en el tipo de modificaci¨®n estatutaria que, a modo de paradigma para el cambio, adelant¨® en su d¨ªa la reforma catalana. Aunque la referencia de partida es de un nivel de autonom¨ªa m¨¢s amplio en Euskadi, resultando por tanto las posibilidades de cesi¨®n competencial algo mayores, es improbable que puedan surgir grandes diferencias cualitativas de un proceso estatutario cl¨¢sico. La experiencia catalana muestra los l¨ªmites de los cambios en la dimensi¨®n social, adem¨¢s de poner de manifiesto que la apelaci¨®n a los derechos hist¨®ricos no sirve para impulsar una transformaci¨®n sustancial del modelo auton¨®mico sino a lo sumo para facilitar, no necesariamente desde una perspectiva progresista, un determinado modo de entender la cultura a promover en el territorio.
En realidad, lo que ha hecho posible el fracaso del proceso emprendido por el Gobierno Zapatero ha sido la ausencia de un acuerdo previo de m¨ªnimos sobre estas cuestiones entre las principales fuerzas del espectro pol¨ªtico vasco y espa?ol. En Irlanda del Norte, la renuncia del IRA a la violencia fue consecuencia directa del ¨¦xito de los Gobiernos de Irlanda y del Reino Unido en consolidar unas bases pol¨ªticas comunes para orientar los pasos a desarrollar en el proceso de soluci¨®n del conflicto. Este hecho es tanto m¨¢s significativo como que esas bases eran en gran medida contradictorias con las reivindicaciones nacionalistas. En este sentido, el punto de partida del acuerdo fue la aceptaci¨®n de la posici¨®n hist¨®rica del Reino Unido, seg¨²n la cual Irlanda del Norte nunca dejar¨ªa de ser brit¨¢nica a menos que el pueblo de ese territorio as¨ª lo decidiera.
En estos momentos, s¨®lo existe una perspectiva de mayor¨ªa parlamentaria en la que poder sustentar unos principios m¨ªnimos para el cambio tanto en Espa?a como en Euskadi, la que podr¨ªa derivarse de un acuerdo entre los grupos que dirigen Imaz y Zapatero. Fracasado el modelo de negociaci¨®n para la pacificaci¨®n que se deriv¨® de la aprobaci¨®n de la resoluci¨®n del Congreso de 2005, s¨®lo ellos pueden relanzar sobre nuevas bases una soluci¨®n pol¨ªtica al problema vasco. Para avanzar en el camino de los acuerdos, Imaz y Zapatero se enfrentar¨¢n sin duda a la dificultad de llevar a buen t¨¦rmino sus posibles compromisos sin la colaboraci¨®n de terceros. Cualquier propuesta de cambio que vaya m¨¢s all¨¢ de un ajuste estatutario a la catalana, exigiendo por tanto alg¨²n tipo de reforma constitucional, requerir¨¢ por ejemplo del apoyo del Partido Popular. Al mismo tiempo, los avances en este sentido deber¨ªan permitir introducir una perspectiva de integraci¨®n pol¨ªtica del mundo de la izquierda abertzale. Hacer confluir a este conjunto de fuerzas en una misma direcci¨®n resultar¨¢ probablemente dif¨ªcil, incluso quiz¨¢s imposible, algo que s¨®lo nos revelar¨¢ el tiempo. Pero lo que hoy parece seguro es que nada podr¨¢ hacerse sin un compromiso previo entre PNV, PSE y PSOE, junto a sus actuales aliados pol¨ªticos, que establezca los principios sobre los que avanzar en el di¨¢logo con el resto de los partidos.
Respecto al desarrollo de estos principios, convendr¨ªa asumir que la apuesta del nacionalismo por un nuevo modelo de relaci¨®n pol¨ªtica con Espa?a, basada en el principio del derecho a decidir, no parece una opci¨®n pasajera. El nacionalismo, al mismo tiempo, tendr¨ªa que ser coherente con su aceptaci¨®n de la imposibilidad de plantear una salida que, en la perspectiva de las actuales generaciones pol¨ªticas, implique una ruptura completa con el Estado. La soluci¨®n pasa por tanto por dise?ar un modelo de ajuste de la Constituci¨®n que permita incorporar los acuerdos que reflejen la voluntad inequ¨ªvoca de una comunidad pol¨ªtica vasca cohesionada e integrada y, al mismo tiempo, por consensuar un modelo claro de competencias que garantice una actuaci¨®n propia, y no residual, del Estado com¨²n. Un trabajo de acercamiento respecto a esta ¨²ltima cuesti¨®n, asumida por el Partido Popular como uno de los ejes centrales de su estrategia para la reforma constitucional, contribuir¨ªa sin duda a rebajar la tensi¨®n.
Aunque pueda cundir el pesimismo tras el reciente debate en el Congreso de los Diputados, hay alg¨²n motivo para la esperanza. Uno de ellos es que la apuesta del Gobierno por el di¨¢logo sit¨²a al nacionalismo en condiciones de plantear nuevas propuestas para una salida pol¨ªtica para Euskadi y para Espa?a. Imaz y los dem¨¢s dirigentes de los partidos nacionalistas vascos tienen una nueva oportunidad. En sus manos est¨¢ no desaprovecharla.
Luis Sanzo es soci¨®logo.
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