Derecho a la mezquita
El ejercicio de la libertad de culto, tanto a nivel individual como colectivo, es un derecho fundamental garantizado por el pacto constitucional. De acuerdo con la Constituci¨®n este derecho debe ejercerse con dignidad. Esto es lo que reclaman aquellos musulmanes y quienes no si¨¦ndolo se solidarizan con ellos en su petici¨®n de tener un lugar de culto en condiciones en Badalona. Sin embargo, una parte de sus conciudadanos, organizados en torno a una plataforma denominada No a la Mezquita en Terreno P¨²blico, piden que el Ayuntamiento revoque su decisi¨®n de ceder suelo p¨²blico para construir una mezquita. Adem¨¢s, el Partido Popular de esta localidad ha alentado profusamente este rechazo. Ante esta situaci¨®n propongo una reflexi¨®n sobre el significado de estos hechos, por el riesgo que comporta no escuchar atentamente y comprender su alcance m¨¢s all¨¢ de la an¨¦cdota.
Los dirigentes pol¨ªticos deben promover valores de convivencia ordenada sobre el respeto y la tolerancia
La primera cuesti¨®n de esta reflexi¨®n est¨¢ relacionada con el n¨²mero importante de firmas recogidas contra la cesi¨®n de suelo p¨²blico para esta mezquita. Quienes otorgan su firma contra el ejercicio de este derecho constitucional manifiestan un malestar. Si es as¨ª, es que algo se ha hecho mal en el ¨¢mbito del espacio p¨²blico. La existencia de este amplio sentimiento de rechazo debe preocupar a quienes tienen la responsabilidad de dirigir la cosa p¨²blica. Ellos deben analizar qu¨¦ elementos se esconden tras este malestar, pues tras ¨¦l se podr¨ªan enmascarar m¨¢s cuestiones que la simple negativa a la cesi¨®n de suelo p¨²blico por parte de la Corporaci¨®n local para la edificaci¨®n de una mezquita.
Otra cuesti¨®n importante es analizar la responsabilidad pol¨ªtica y ¨¦tica de quienes han alentado esta protesta. Alentar la hostilidad de una parte de la poblaci¨®n hacia un grupo de conciudadanos es como desbocar un caballo y luego pretender saber a d¨®nde se dirigir¨¢. La convivencia c¨ªvica no puede construirse sobre la desconfianza y el temor de unos contra otros. En este sentido, movilizar los miedos ancestrales de las personas puede dar buenos r¨¦ditos pol¨ªticos a corto plazo, o as¨ª pueden creerlo sus promotores, pero a medio y a largo plazo es un ejercicio muy peligroso. Es peligroso estimular reacciones mixof¨®bicas, porque luego nadie puede garantizar la capacidad de recomponer la convivencia sobre la base del respeto. Junto a decisiones pol¨ªticas relacionadas con las pol¨ªticas de inmigraci¨®n y urbanismo, los dirigentes pol¨ªticos deben tambi¨¦n saber promover los valores de la convivencia c¨ªvica ordenada sobre el respeto y la tolerancia. Algo que los dirigentes del Partido Popular en Badalona, a diferencia de lo que otros responsables de su propio partido s¨ª han sabido hacer en otros lugares, parecen no querer aplicar aqu¨ª.
La aceptaci¨®n de la diferencia es uno de los pilares b¨¢sicos de toda sociedad plural y diversa. Dentro de esta diversidad, el hecho religioso es un elemento clave. La religi¨®n es para muchos de nuestros ciudadanos, y de modo especial para bastantes de los nuevos inmigrantes, un elemento que aporta significaci¨®n e identidad. Es por este motivo que es justo ofrecer espacio p¨²blico para construir lugares de culto a fin de vivir y expresar su fe de acuerdo con el derecho b¨¢sico a la libertad religiosa. La Constituci¨®n es la mayor garant¨ªa de esta libertad, la cual est¨¢ regulada como derecho por la Ley Org¨¢nica de Libertad Religiosa. El mandato constitucional obliga a los poderes p¨²blicos a hacer posible su cumplimiento. Hay varios ejemplos de c¨®mo las administraciones p¨²blicas contribuyen activamente al desarrollo de este derecho. Al margen de otras consideraciones relacionadas con el valor social positivo de los lugares de culto -lo cual por s¨ª solo avalar¨ªa la decisi¨®n pol¨ªtica del Ayuntamiento de Badalona- est¨¢ totalmente justificada la decisi¨®n del Consistorio de ceder suelo p¨²blico para la construcci¨®n de un lugar de culto. El Ayuntamiento de Badalona, en este tema, ha tomado una decisi¨®n justa y adecuada.
Cualquier persona puede manifestar su discrepancia sincera de estos criterios. Este juicio no vale, en este caso, para quienes tienen la responsabilidad de dirigir la sociedad. Los dirigentes pol¨ªticos deben ser m¨¢s cautos, si cabe, en la agitaci¨®n de los miedos ancestrales de las personas o en herir sus identidades. Porque as¨ª, en lugar de hacer desde la pol¨ªtica pedagog¨ªa de la convivencia c¨ªvica, se agitan los odios, se hieren los corazones y se alimentan los recelos, lo cual s¨®lo conduce a romper la convivencia ciudadana y destruye esperanzas de futuro.
Jordi L¨®pez Camps es ex director general de Asuntos Religiosos de la Generalitat.
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