El castillo de la ¨²ltima esperanza

Sesenta inmigrantes indocumentados, procedentes en su mayor¨ªa de Senegal, sobreviven desde hace un mes gracias a la ayuda de los habitantes de La R¨¢bita, una pedan¨ªa en la costa de Granada. Quieren trabajar, y los vecinos, emplearlos, pero la ley no lo permite. Unos 40 se han refugiado en el castillo de la localidad -que hasta hace un a?o ha sido utilizado por la Guardia Civil-, el resto se ha instalado en tiendas de campa?a junto al campo de f¨²tbol.

Las dependencias del fuerte hab¨ªan sido utilizadas hasta hace un a?o por la Guardia Civil

Cada ma?ana, a las seis en punto, los inmigrantes acuden al campo y a las obras que se realizan en la zona para tratar de conseguir un empleo. "Hace falta mano de obra, hay bastante trabajo pero la ley no permite que se les contrate. Los empresarios tienen miedo y, aunque saben de sobra que son gente formal y trabajadora, nadie quiere exponerse a ser multado", explic¨® ayer Mar¨ªa Dolores Ramos, que se acerc¨® hasta el castillo para llevar alimentos a los inmigrantes.

Pese a que sobreviven como pueden en unas estancias ruinosas, pobladas por colchones y ropa sucia por todas partes, su situaci¨®n ha mejorado de manera notable. "Cuando llegamos [hace un mes] nos instalamos en la playa. Pasamos mucho fr¨ªo y algunos se pusieron enfermos, fueron los peores d¨ªas", cuenta Ibrahim Seck, de 34 a?os, que confiesa haber entrado en Espa?a "en una patera" con el prop¨®sito de ayudar a su hija y a su mujer a "poder vivir". "No quiero volver, no me he jugado la vida para regresar sin nada. Aqu¨ª no hacemos da?o a nadie, hasta la polic¨ªa nos visita y nos saluda. S¨®lo queremos trabajar y eso es lo que quieren en el pueblo", asegura contrariado ante un problema que se le antoja incomprensible.

Tras aquellos primeros d¨ªas en la playa, el Ayuntamiento de Albu?ol, del que depende La R¨¢bita, decidi¨® abrir las puertas del castillo para que los inmigrantes "no murieran de fr¨ªo", explic¨® ayer la vecina Lola G¨®mez, a la que los senegaleses apodan La mami por la ayuda que les est¨¢ prestando. "El alcalde es una buena persona, va a intentar solucionar este problema. Tengo fe en que puedan quedarse", afirma Lola.

Sin embargo, la situaci¨®n no es sencilla. Los inmigrantes cuentan con una orden de expulsi¨®n. La Junta de Andaluc¨ªa y la Subdelegaci¨®n del Gobierno en Granada aseguran que est¨¢n estudiando la situaci¨®n, pero no han propuesto soluci¨®n alguna.

"Lo m¨¢s urgente es luchar contra el fr¨ªo, hermano. Nos hacen falta chaquetones y una lavadora, no podemos lavar la ropa a mano, hace demasiado fr¨ªo", explic¨® Lamp Fall, de 27 a?os, para quien lo m¨¢s importante es conseguir permisos: "Sin papeles no hay trabajo y sin trabajo no hay dinero".

Pese a lo dif¨ªcil de su situaci¨®n, Fall asegura "estar aqu¨ª mucho mejor" que en Senegal. "La vida all¨ª no es f¨¢cil. Un compa?ero tiene 11 hermanos, dos de ellos ciegos, y tiene que mandar dinero. Todos tenemos all¨ª una familia, mujeres e hijos, y tenemos que tratar de sacarlos adelante", explica apenado.

Su relaci¨®n con los habitantes del pueblo resulta id¨ªlica. Algunos vecinos de la localidad se mostraron dispuestos a impedir una posible repatriaci¨®n masiva. "Sabemos que es muy probable que vengan un d¨ªa para llevarnos a Senegal. Lo ¨²nico que podemos es dar las gracias a la gente del pueblo, que nos dan regalos y nos apoyan. Si nos mandan a Senegal vamos a volver, aunque tengamos que jugarnos otra vez la vida, porque necesitamos un futuro", precisa Seck con firmeza.