Entre el gimnasio y la biblioteca
Lo primero (creo yo) que habr¨¢ de llamar la atenci¨®n de quien no lo conozca es algo as¨ª como una radiante, casi infantil timidez. Porque este culto profesor de lat¨ªn de la Universidad de Salamanca ("Quod natura non dat, Salmantica non praestat") tiene a¨²n no poco de ni?o escondido: el mozo griego, tambi¨¦n, si la antigua Grecia fue la juventud de Europa. Despu¨¦s, uno ir¨¢ notando al hombre firme en sus convicciones, valiente, al que naturalmente preocupa mucho m¨¢s la verdad que la moda. Hoy, a sus 42 a?os cumplidos, Juan Antonio Gonz¨¢lez Iglesias es para m¨ª uno de los tres mejores poetas nuevos de Espa?a. Ya he dicho otras veces que hoy pocos poetas menores de 40 a?os (y probablemente haya sido as¨ª a menudo) logran libros con voz propia. Bien hechos, muchos. Con "voz" -con ese singular sello del arte propio- apenas. Gonz¨¢lez Iglesias alcanz¨® esa voz ya en su segundo libro Esto es mi cuerpo (Visor), de 1997. Ahora, el cuarto (reciente Premio Loewe) la confirma: Eros es m¨¢s. Sin duda.
Salmantino antiguo, pind¨¢
rico moderno, amante de la flexibilidad, como cuerpo y energ¨ªa, este refinado fil¨®logo es un absoluto moderno. Pero tambi¨¦n (y quiz¨¢ por lo mismo) un claro disidente. San Agust¨ªn dej¨® dicho que es beneficioso que existan herejes: "Oportet haereses esse". Homosexual convencido del mejor y m¨¢s cultivado "eros socr¨¢tico", Gonz¨¢lez Iglesias est¨¢ en contra de las bodas gays, que desnaturalizan el amor masculino. Tolerante y ardiente amante de la libertad, cr¨ªtico con la rancia jerarqu¨ªa de la Iglesia romana, Juan Antonio se siente cristiano. Quiz¨¢s heterodoxo. Por ello, los "progres" lo situar¨¢n como conservador, y los "carcas" -usemos dos sustantivos gastados- como progresista nato. Y algo hay de verdad, pues Gonz¨¢lez Iglesias es -profundamente- un conservador en el progreso. Igual su l¨ªmpida, honda, clara, cincelad¨ªsima poes¨ªa. Nutrida de tradici¨®n y cultura (y por eso tambi¨¦n de sentido de la excelencia) est¨¢ completamente abierta a la vida de ahora mismo. Nada de rancio hay en ella, todo lo contrario. Como siempre, su buen culturalismo s¨®lo puede ser, s¨®lo es, una decidida apuesta por la vida a puertas abiertas, por la vida en que la libertad individual relumbre en la justicia colectiva. A veces uno lo ve como un romano de la Rep¨²blica (sin llegar a Cat¨®n), pero sobre todo como un estoico: entre Adriano y Marco Aurelio, tal el autor (ya convinimos en Andr¨¦s Fern¨¢ndez de Andrada) de la Ep¨ªstola moral a Fabio, esa joya de nuestra literatura aurisecular. Hombre de tiempo lento, de mucho sosiego (a veces un algo sabio distra¨ªdo, a qu¨¦ no decirlo), Gonz¨¢lez Iglesias otras veces -dir¨ªa yo que cuando m¨¢s le importa- es todo energ¨ªa y actividad, como sus admirados atletas. Vital, muy capaz de esfuerzo, nunca desfalleciente. Eso s¨ª, para volver al silencio y a la pausa casi claustral, que trae a la mente a monjes medievales y tambi¨¦n (en otra animolog¨ªa cultural) a los ir¨®nicos zenistas. Romano tao¨ªsta, Juan Antonio nos mira con simpat¨ªa y distancia a los desordenados greco-sirios, tan decadentes. ?l es lo contrario a la decadencia: un brindis por la a¨²n hacedera juventud de un mundo distinto, renovado, y de una Espa?a plural que no tenga miedo a su viejo nombre. Su vigorosa y delicada poes¨ªa -crisantemo y acero- es lo mismo. Ha traducido espl¨¦ndidamente a Catulo, pero yo dir¨ªa que ¨¦l es m¨¢s horaciano que catuliano. Un senequista, sin las avaricias y des¨®rdenes del S¨¦neca hist¨®rico. Pero sobre todo, Juan Antonio es un moderno que va al gimnasio y come "sushi", y que s¨®lo aspira a vivir -en poeta- la modernidad en la tradici¨®n. Un cultivador de lo bello, mejor que esteta. Y un ser alegre, porque a los limpios de coraz¨®n (que hablan de sexo y practican sexo) les es dada, siempre como un don, la alegr¨ªa. La inocencia del sabio. La lenta virtud del enamorado de los libros y de los cuerpos hermosos. La Ep¨ªstola de nuevo: "Un ¨¢ngulo me basta entre mis lares, / un libro y un amigo, un sue?o breve, /que no perturben deudas ni pesares". M¨¢ximo delirio del catolicismo (ojal¨¢ sea verdad) "los cuerpos gloriosos". Todos volveremos un d¨ªa a la plenitud de nuestro cuerpo celeste, perfeccionado, y el gozo ser¨¢ el placer puro de quienes s¨®lo en el amor viven, tambi¨¦n f¨ªsico. Pablo Garc¨ªa Baena y Vicente N¨²?ez, maestros de Juan Antonio (y a quienes tambi¨¦n quiero y admiro) han so?ado con estas sutiles cosas. ?He hablado de un hombre? Mejor he hablado -y todo el rato- de su poes¨ªa. Fina, templada, sobria, castellana, latina, suya: el inicio del siglo XXI. Un defecto: es tan personal que -me temo- no podr¨¢ tener disc¨ªpulos. La sobriedad del lujo.
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