Infierno
1
Como en una pesadilla todo tarda aqu¨ª mucho y rueda circularmente, y se eterniza. Han pasado 70 a?os desde que acabara la guerra y seguimos en ella, ahora con la batalla de la memoria hist¨®rica, el combate de las esquelas y toda la parafernalia franquista y la nostalgia republicana. Pero lo peor, nuestro retraso m¨¢s grave, lo encontramos en la amplia ausencia de conductas democr¨¢ticas. No es que todav¨ªa nos falte una cierta tradici¨®n democr¨¢tica, es que da la impresi¨®n de que, al paso que vamos, no va a arraigar nunca esa tradici¨®n.
2
?Podr¨ªamos librarnos de nuestra tradicional pesadilla si se extinguiera la raza ib¨¦rica? ?Acertaba Winston Churchill cuando en la Segunda Guerra Mundial no quer¨ªa tratos con los pa¨ªses "latinos", pues los consideraba de un intelecto inferior? ?Vamos tan desencaminados si pensamos que este pa¨ªs es un enemigo declarado de la cultura y de la inteligencia y cuenta con un paisanaje especialmente antip¨¢tico y feroz, el m¨¢s b¨¢rbaro de todos?
3
Comenta M¨¤rius Serra que no fue muy profeta el presidente Companys cuando el 17 de julio de 1936 dijo en la primera p¨¢gina del diario La Publicitat: "No trobo cap ra¨® capa? de justificar la sobreexcitaci¨® de la gent". Tampoco Zapatero fue muy prof¨¦tico en su comparecencia el d¨ªa antes del atentado de Barajas. Pero en realidad a¨²n hay casos m¨¢s flagrantes. Luis XVI, el d¨ªa de la toma de la Bastilla, escribi¨® una sola palabra en su Diario: "R¨ªen".
4
Tras la bronca a su gran entrenador, el selecto p¨²blico del Camp Nou merece ahora que Rijkaard se vaya el a?o que viene y se queden con Saviola.
5
Todas las noches, con innegable morbo, veo al hombre del tiempo de 8tv haciendo sus pron¨®sticos en directo. Yo hago tambi¨¦n los m¨ªos y juego a adivinar cu¨¢ndo acabaremos por presenciar, tambi¨¦n en directo, uno de los atropellos que cada d¨ªa tiene lugar en la Diagonal.
Xavier Freixes, el hombre del tiempo, transmite sus noticias al aire libre ocupando media acera de la avenida, a la altura de Francesc Maci¨¤. La otra mitad queda para el carril bici, desenfrenada autopista. No hay sitio para que pasen los peatones, que deben arriesgarse a pisar el carril bici, ya que el pasillo de la televisi¨®n es intocable. La emisi¨®n ronda siempre la tragedia.
No es el ¨²nico punto de la Diagonal angustioso. Entre Balmes y Tuset hay una fracci¨®n de espacio p¨²blico en la que, entre un quiosco y una parada de autob¨²s, queda s¨®lo un estrecho carril bici. Si un peat¨®n se atreviera a plantarse all¨ª y le diera por detenerse ante el quiosco, tendr¨ªa que hacerlo en el carril bici y, naturalmente, se jugar¨ªa la vida.
6
"Es evidente que Vallejo no habr¨ªa escrito los Poemas humanos si hubiera tenido la cara de Neruda" (J. R. Ribeyro en Prosas ap¨¢tridas).
7
Tras o¨ªr toda la ma?ana noticias de trenes que llegan con demora, bajo a la calle con la idea de escenificar yo mismo el retraso general nacional. Pero, ?C¨®mo encarna uno mismo a Renfe o, mejor dicho, al retraso nacional? Debido a que estoy releyendo el memorable y reci¨¦n reeditado Prosas Ap¨¢tridas, viene en mi auxilio el recuerdo de algo que le suced¨ªa a Ribeyro cuando caminaba por Par¨ªs. Y comienzo a imitarlo. Voy por la calle y de pronto me detengo en seco ante un escaparate. Luego, reanudo el paso. S¨¦, en ese momento, que ya he comenzado a ir atrasado. Llego tarde a todo, aunque no vaya a ning¨²n sitio. Ribeyro, andando por el bulevar Saint-Michel, se daba cuenta de que su marcha determinaba no s¨®lo la de las personas que ven¨ªan inmediatamente hacia ¨¦l -y que ten¨ªan que esquivarle- sino la de aquellas que se encontraban 5, 10 o 100 manzanas m¨¢s lejos. Bastaba que ¨¦l modificara su andar o que se detuviera en seco ante un escaparate para que toda la circulaci¨®n de peatones sufriera de inmediato una modificaci¨®n en apariencia m¨ªnima, pero cuyas repercusiones eran literalmente infinitas. Un movimiento de aceleraci¨®n o de retraso pod¨ªa determinar que a 5 o 10 manzanas de all¨ª, un peat¨®n perdiera la luz verde y tuviera que esperarse o fuera atropellado por una bicicleta.
8
El tercer polic¨ªa es el libro extra?o y extraordinariamente genial que me recomendara hace ya a?os Sergio Pitol. Aparte de sus virtudes, es un terror¨ªfico descenso al fondo del infierno. Lo han reeditado ahora en N¨®rdica Libros, editorial muy prometedora, casi debutante. Esta novela del irland¨¦s Flann O'Brien narra un delirio, un infierno circular. Un asesino que acaba de hablar con el cad¨¢ver de su asesinado entra en una comisar¨ªa, y el polic¨ªa de turno, sin que nada tenga sentido, le pregunta "si se trata de una bicicleta". A partir de ah¨ª, hay un s¨®tano, un pat¨ªbulo, una casa natal, la oficina secreta del tercer polic¨ªa. Todo ir¨¢ ocurriendo una y otra vez, siempre repiti¨¦ndose de forma c¨ªclica, y siempre de la misma manera. Las bicicletas, por su parte, tienen una conducta an¨®mala. "El infierno", escribi¨® O'Brien, gira en torno a un eje. Por su forma es circular y por su naturaleza es interminable, reiterativo y m¨¢s bien insoportable".
9
En el infierno circular, al que otros llaman Espa?a, est¨¢n entusiasmados con el tema -que creen muy actual- de las relaciones entre realidad y ficci¨®n. La verdad es que llevamos ah¨ª tambi¨¦n un retraso de cien a?os. No hay mucho ya que a?adir al tema. Ya en 1913 Luk¨¢cs, a prop¨®sito del cine, advierte de que la distinci¨®n entre ficci¨®n y verdad se ha perdido, porque lo que vemos es siempre real. Y anticipa una serie de hip¨®tesis sobre el mundo de la imagen, sobre la sociedad del espect¨¢culo y sobre el infierno en el que precisamente ahora nos movemos y donde basta que un apelmazado polic¨ªa nos pregunte "si se trata de una bicicleta" para que ¨¦stas, con su infernal circulaci¨®n circular, quieran atropellarnos todav¨ªa m¨¢s, y la pesadilla vuelva a empezar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.