Claustros adentro
Al interior de los 37 monasterios madrile?os, donde habitan 515 monjas y 50 monjes de clausura, llegan innovaciones laborales
La afluencia masiva de espectadores de ambos sexos a la reciente proyecci¨®n, en Madrid, de un filme franc¨¦s sobre la vida mon¨¢stica en una cartuja de los Alpes, abre el inter¨¦s del p¨²blico por la vida intramuros de los monasterios y conventos. En Espa?a hay un total de 970 monasterios, de ellos, 37 en Madrid: 34 femeninos, con 515 mujeres de vida consagrada, y tres masculinos, con 50 monjes; jalonan con su presencia el casco urbano de Madrid. Los edificios en los que moran proceden en su mayor¨ªa del siglo XVI o el XVII, ¨¦poca en la que la mayor parte de las ¨®rdenes religiosas mon¨¢sticas busc¨® dotarse en la Corte, instalada en 1561, sus casas matrices.
Las ¨®rdenes benedictina, franciscana, agustina, carmelita, dominica, trinitaria o mercedaria, hasta una treintena, se aposentaron en edificios del coraz¨®n de la ciudad. Desde entonces, muchos fueron demolidos por planes urban¨ªsticos, transacciones de solares o bien a consecuencia de los dictados de Jos¨¦ Bonaparte, durante la Guerra de la Independencia, o de los decretos desamortizadores del siglo XIX.
Los conventos asumen trabajos nuevos como carter¨ªa para cotizar a la Seguridad Social
Por primera vez los monjes duermen de un tir¨®n al suprimirse los rezos de madrugada
Los cenobios madrile?os m¨¢s conocidos son los de las Descalzas Reales, a un latido de la plaza de Callao; el de la Encarnaci¨®n, junto al Palacio Real; San Pl¨¢cido, en la calle de San Roque y el de Santa Isabel, en la v¨ªa de su mismo nombre cerca de Atocha. En la regi¨®n, destacan el de las monjas bernardas, de Alcal¨¢ de Henares y el de San Pascual, en Aranjuez, adem¨¢s del agustino de San Lorenzo de El Escorial. Hay otros en localidades como Loeches, Colmenar y Tres Cantos, donde las monjas custodian el sepulcro de Beatriz Galindo, por lo que se las denomina las "latinas", como a las franciscanas, se las conoce com¨²nmente por las "pacas". Pese al generalmente arcaico aspecto de los muros conventuales, mamposteros, de ladrillo y pedernal y a las a?ejas evocaciones que la vida mon¨¢stica desata, los conventos y monasterios madrile?os pertenecen a un mundo que registra profundos cambios.
Puertas adentro de cada monasterio, la vida se organiza con normas para la oraci¨®n de cu?o horario-lit¨²rgicas: laudas, de ma?ana; v¨ªsperas, de tarde; y completas, de noche. La actividad principal es la oraci¨®n y el trabajo continuo en diferentes cometidos Por primera vez en su historia, los integrantes de las comunidades mon¨¢sticas pueden dormir de un tir¨®n, ya que los maitines, hoy abolidos, les obligaban a levantarse cada tres horas para el rezo de madrugada en el coro.
Monjas y monjes cuentan con expectativas de vida m¨¢s elevadas que las del resto de la poblaci¨®n: es frecuente la presencia en los claustros de personas nonagenarias, seg¨²n explica Leticia S¨¢nchez, conservadora y especialista en asuntos mon¨¢sticos de Patrimonio Nacional. Las dietas alimenticias son m¨¢s c¨¢rnicas para los monjes y m¨¢s vegetarianas para las monjas e incluyen un cuartillo de vino para los varones, cuota que no existe para los conventos femeninos.
Los hombres suelen padecer enfermedades como la gota y las mujeres religiosas, dolencias ¨®seas. De las ocupaciones tradicionales en los monasterios, la principal ha sido la oraci¨®n y el seguimiento de la liturgia, tareas que muchas comunidades han simultaneado con otras vinculadas a la educaci¨®n (en Madrid rigen 628 instituciones), la atenci¨®n sanitaria, o la asistencia a comunidades marginales, indigentes, prostitutas y mujeres maltratadas o drogadictos (hasta 128 instituciones); en esta ¨²ltima tarea han destacado se?aladamente las monjas adoratrices. Hoy cobra notoriedad la guarder¨ªa infantil de las monjas comendadoras, en la plaza de su nombre.
Las principales innovaciones conciernen al sistema de acceso a los cenobios. En los femeninos, el primer requisito es el de la edad m¨ªnima, 18 a?os; el primer paso consiste en la definici¨®n de la decisi¨®n de quien quiere ingresar al convento y su justificaci¨®n argumentada ante responsables autorizados de cada orden; sobreviene despu¨¦s una fase denominada postulantado, prueba anual o bianual, para la aspirante. A continuaci¨®n, se inicia el noviciado, de distinta duraci¨®n seg¨²n las ¨®rdenes religiosas y, al culminar ¨¦ste, surge la profesi¨®n, que implica la adopci¨®n de votos, casi siempre de pobreza, caridad y de obediencia, acompa?ados, naturalmente, por el celibato.
Otras innovaciones se refieren a la admisi¨®n, por las comunidades mon¨¢sticas y conventuales, de trabajos como la carter¨ªa bancaria; las labores inform¨¢ticas de mediana envergadura; el marcaje de ropas para hospitales; la encuadernaci¨®n y restauraci¨®n de libros y textiles; la producci¨®n de cer¨¢mica desde talleres propios y otras que se suman a las tradicionales elaboraciones de dulces o licores, labores de costura y semejantes. Ello ha sentado las bases de cotizaci¨®n para aplicar compensadamente la ley de 1977 que asign¨® la cobertura de la Seguridad Social a los integrantes de las comunidades religiosas mon¨¢sticas que, a partir de los 65 a?os, pueden percibir ya una pensi¨®n, b¨¢sica, pero pensi¨®n en definitiva.
Desde la promulgaci¨®n por P¨ªo V de una bula a fines del siglo XVI, la exclaustraci¨®n era pr¨¢cticamente imposible en los conventos femeninos, a la saz¨®n, muy concurridos por las hambrunas, epidemias y tambi¨¦n, por la alt¨ªsima mortalidad femenina. "Los partos, abortos y pospartos causaban gran mortandad entre las mujeres, por lo que monasterios y conventos se convert¨ªan en refugios naturales ante las carencias ginecol¨®gicas, las enfermedades, los matrimonios indeseados o la viudedad", explica.
Los monjes se replantean hoy en proporci¨®n reducida, pero en mayor medida que las monjas, el abandono de los claustros. Las ¨®rdenes religiosas a las que pertenecen cubren no obstante durante una cadencia de un a?o los gastos de manutenci¨®n de quienes deciden colgar los h¨¢bitos.
Un tesoro patrimonial
Una funci¨®n de gran importancia, a efectos culturales, que los monjes y monjas realizan desde los monasterios y conventos consiste en el mantenimiento, con vida, de los templos y edificios que albergan, generalmente, un patrimonio art¨ªstico muy rico, en ellos depositado, al decir de Leticia S¨¢nchez, conservadora de Patrimonio Nacional especialista en la vida conventual.
La riqueza art¨ªstica tras los claustros, generalmente ornamental, objetos lit¨²rgicos de metales preciosos, maderas nobles y delicados textiles, as¨ª como lienzos de gran valor pict¨®rico, esculturas sacras en marfil, bronce y otros materiales, proced¨ªa o bien de las dotes otrora exigidas a sus miembros de extracci¨®n nobiliaria -la dote como instituci¨®n ha quedado en desuso- o bien de donaciones de los familiares o protectores de los profesos.
Entre los protectores figuraban con frecuencia miembros de la realeza o de la aristocracia. Tales estamentos entend¨ªan la fundaci¨®n de centros monacales y el apoyo y tutela ulteriores al mundo conventual como expiaci¨®n de culpas.
Fue el siglo XVII, bajo el reinado de Felipe III, el periodo m¨¢s prol¨ªfico en Madrid en fundaciones de abad¨ªas, templos y conventos, hasta tal punto, que las Cortes llamaron la atenci¨®n al monarca para que contuviera aquel proceso. El caso es que muchos monasterios llegaron a atesorar verdaderas joyas. Para proteger esas obras de arte fue y es decisivo el mantenimiento que de ello hacen las comunidades religiosas.
Con el prop¨®sito de mostrar una parte de este tesoro art¨ªstico, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando exhibe hasta el 25 de marzo la exposici¨®n Clausuras, promovida por la Consejer¨ªa de Cultura de la Comunidad de Madrid a trav¨¦s de su Direcci¨®n General de Patrimonio Hist¨®rico, con la colaboraci¨®n de numerosas instituciones como Patrimonio Nacional.
La exposici¨®n, dispuesta en diferentes ¨¢mbitos separados por un sistema de celos¨ªas de inspiraci¨®n monacal, exhibe hasta 57 obras originales como pinturas, tallas pol¨ªcromas, y orfebrer¨ªa lit¨²rgica. Entre sus autores figuran obras de Pedro Pablo Rubens, Jos¨¦ de Churriguera, Lucas Jord¨¢n, Pedro de mena, Antonio de Pereda y ?ngelo Nardi, entre otros. En su mayor¨ªa se muestran al p¨²blico de esta manera por vez primera. Proceden de una quincena de monasterios y conventos de Madrid.
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