75 aniversario del Institut-Escola
El pr¨®ximo d¨ªa 3 de febrero tendr¨ªamos que celebrar, si alguien se acuerda, el 75 aniversario de la inauguraci¨®n en Barcelona del Institut-Escola de la Generalitat en el antiguo Palacio del Gobernador de la Ciutadella. Esa inauguraci¨®n fue uno de los episodios m¨¢s significativos del intento de renovaci¨®n pedag¨®gica en Catalu?a, desgraciadamente frustrado al cabo de siete a?os por la barbarie fascista, despu¨¦s de haber resistido el desgaste anticatal¨¢n y antirrepublicano del bienio negro.
El Estatuto de Catalu?a se aprob¨® en septiembre de 1932, tan recortado sectaria y miserablemente por los partidos cavernarios del Congreso, que no pudo incluir la plena autonom¨ªa en el campo de la educaci¨®n secundaria. Pero el Gobierno de la Generalitat -con un genio soberanista que echamos de menos en la nueva democracia- supo anticiparse y conseguir en octubre de 1931 un decreto del ministro Marcel.l¨ª Domingo -un a?o antes de la aprobaci¨®n del Estatut-, en el que se le autorizaba a organizar en Barcelona, "de acuerdo con las especiales necesidades y caracter¨ªsticas de la regi¨®n catalana, un Instituto Escuela con el car¨¢cter de ensayo pedag¨®gico". Es un episodio que demuestra el empuje auton¨®mico de un Gobierno que consegu¨ªa competencias, incluso, en un contexto legal que no las avalaba y la visi¨®n acertada y generosa de un Ministerio de Instituci¨®n P¨²blica en manos de un catal¨¢n ilustre que hab¨ªa decretado tambi¨¦n en parecidas circunstancias la creaci¨®n de la nueva Escola Normal. Hay que reconocer, no obstante, que el Institut-Escola, para adaptarse a la Constituci¨®n y al Estatuto, tuvo que mantener una convivencia formal con la legislaci¨®n estatal, aunque, en seguida, consigui¨® actuar con autonom¨ªa como centro experimental, seg¨²n las Normas per a l'organitzaci¨® de l'ensenyament secundari a Catalunya, redactadas por el Consell de Cultura, que no se pudieron generalizar para todos los institutos al mutilarse la propuesta del Estatut de N¨²ria en el Congreso. Es cierto que la Generalitat ten¨ªa que elegir los profesores numerarios entre los del escalaf¨®n del Estado, pero ofrec¨ªa un sobresueldo importante que permit¨ªa exigir una especial dedicaci¨®n y una formaci¨®n activa y permanente. Permit¨ªa, por lo tanto, una libre y cuidadosa selecci¨®n, muy pr¨®xima a la autonom¨ªa.
Las normas del Consell de Cultura se complementaban con un reglamento interno que marcaba los trazos pedag¨®gicos y organizativos: la completa coeducaci¨®n, el uso del catal¨¢n como lengua b¨¢sica, el laicismo en la teor¨ªa y las costumbres y la continuidad coordinada de la ense?anza primaria a la secundaria; todo ello dentro de un criterio pedag¨®gico fundamental que el director del Institut-Escola, el inolvidable doctor Josep Estalella, hab¨ªa definido as¨ª: "El m¨¦s important dels principis metodol¨°gics ¨¦s fer que el centre de gravetat de la classe caigui en el noi i no en el professor. La tasca d'aquest ¨¦s nom¨¦s correctora, anivelladora, el noi ha de fer tot l'esfor? per al seu perfeccionament. No ¨¦s ell una massa inerta, sin¨® un ¨¦sser viu. Ell observa, treballa, investiga. I tot aix¨° ho fa amb plena llibertat, sense donar-se compte que el professor l'observa i el guia". Esos principios se traduc¨ªan en unos m¨¦todos radicales que echamos de menos, sometidos hoy a tantas reglamentaciones burocr¨¢ticas sin fundamento ni consecuencia pedag¨®gica. Un ejemplo: se anulaban radicalmente los castigos, los premios y las puntuaciones, de manera que los alumnos avanzaban en conocimiento y formaci¨®n f¨ªsica y moral sin ex¨¢menes, s¨®lo siguiendo la continuidad regulada del aprendizaje. Otro ejemplo: la supresi¨®n de los libros de texto. Las normas del Consell de Cultura eran muy expl¨ªcitas: "Restar¨¤ excl¨°s el llibre de text en la seva forma rebaixada d'ordenador de les lli?ons a cada classe. El llibre ser¨¤ elevat a la categoria d'element de treball o de consulta bibliogr¨¤fica". (V¨¦ase otras referencias en Ram¨®n Navarro: L'educaci¨® a Catalunya durant la Generalitat. Edicions 62. Barcelona 1979).
El "ensayo pedag¨®gico" que propuso Marcel.l¨ª Domingo, a petici¨®n de la incipiente Generalitat, daba apoyo a toda la labor pedag¨®gica que tuvo su punto de arranque en la ¨¦poca de la Mancomunitat. El experimento no hubiera sido posible sin aquellos antecedentes. Pero, en cambio, no logr¨® la transformaci¨®n de todo el sistema educativo de Catalu?a como se propon¨ªa la Generalitat. Cuando daba sus primeros frutos reales y comprobados, la sublevaci¨®n militar y la guerra lo anularon, a pesar de que la revoluci¨®n hab¨ªa logrado ensayar una r¨¢pida generalizaci¨®n del m¨¦todo, con poco tiempo y en circunstancias extremadamente dif¨ªciles. Han pasado muchos a?os y las ideas del Institut-Escola se han reducido a unas referencias deslavazadas y quiz¨¢s nost¨¢lgicas y abstractamente reivindicativas, aplicables s¨®lo en aspectos puntuales y en aventuras muy aisladas. El laicismo real, la supresi¨®n de las calificaciones y los libros de texto, la preeminencia de la formaci¨®n social y moral, la comprensi¨®n de la cultura, el civismo y el conocimiento como ¨²nico ¨¢mbito global, el control continuo de la calidad y solvencia de los profesores desaparecieron con el franquismo y no han retomado a¨²n posiciones decisivas en la nueva democracia, que flaquea ante la competencia interesada de la ense?anza privada, a menudo confesional y retr¨®grada, m¨¢s potente y protegida que aquella ense?anza p¨²blica, obligatoria, gratuita y laica que hab¨ªa proclamado la Rep¨²blica y que en el Institut-Escola hab¨ªa conseguido su primer ¨¦xito experimental.
Oriol Bohigas es arquitecto.
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