'Meses basura'
La solemne proclama lanzada por Rajoy para comunicar a la opini¨®n p¨²blica que la etapa de oposici¨®n destructora del PP ha concluido y ha comenzado la fase de alternativa constructiva no responde s¨®lo a la p¨¦sima respuesta social encontrada por su desgraciada intervenci¨®n en el Pleno del Congreso sobre el atentado de Barajas, sino que tambi¨¦n anuncia la entrada de la legislatura en su recta final. Debilitada la hip¨®tesis de un adelantamiento inmediato de las elecciones legislativas o de su solapamiento con las municipales y auton¨®micas del 27 de mayo, y descartada oficialmente por Zapatero la disoluci¨®n anticipada de las Cortes en el oto?o, el resto del mandato estar¨¢ formado en todo caso -para utilizar una met¨¢fora del baloncesto- por meses basura: la convocatoria de las nuevas elecciones deber¨¢ realizarse como muy tarde en enero de 2008.
De aqu¨ª al pr¨®ximo mes de mayo, los esfuerzos de los partidos se concentrar¨¢n en la lucha por las alcald¨ªas y las presidencias de las diputaciones en toda Espa?a y por los parlamentos en 13 comunidades. Ese proceso electoral local y territorial tiene claves propias que impiden su extrapolaci¨®n al ¨¢mbito estatal. Por lo pronto, la izquierda abertzale jugar¨¢ con el Gobierno, la fiscal¨ªa, las juntas electorales, la Sala Especial del Supremo y el Constitucional mediante la multiplicaci¨®n de las agrupaciones de electores en cada municipio. Aunque los comicios locales ser¨¢n interpretados por los ganadores -en t¨¦rminos absolutos o comparativos- como un ensayo general de las legislativas, la experiencia del escaso valor de los resultados de las elecciones municipales de 1995, 1999 y 2003 como factor predictivo de las generales de 1996, 2000 y 2004 invita a la prudencia a la hora de formular pron¨®sticos. Por lo dem¨¢s, el afloramiento de abundantes casos de corrupci¨®n municipal relacionados con la recalificaci¨®n del suelo, los planes urban¨ªsticos, las licencias de construcci¨®n y las contratas p¨²blicas, transmite -como en Marbella- la imagen de un Patio de Monipodio al servicio de los enriquecimientos de los cargos p¨²blicos y de la financiaci¨®n irregular de los partidos. Si bien la corrupci¨®n atraviesa horizontalmente todas las formaciones pol¨ªticas, el humillante sambenito que castig¨® a los socialistas en los a?os noventa ahora recae principalmente sobre los populares.
Mientras el presidente Zapatero medita sobre la conveniencia de cambiar el Gobierno para afrontar la doble cita electoral, Rajoy tendr¨¢ que escenificar de manera convincente el anunciado tr¨¢nsito de la oposici¨®n destructora a la alternativa constructiva. El Pleno del 15 de enero fue una clara demostraci¨®n de que el estilo agresivo, el lenguaje injurioso y el profetismo b¨ªblico exhibidos por el presidente del PP a lo largo de la legislatura empiezan a resultar contraproducentes para sus metas electoralistas: pese a la fragilidad de la posici¨®n de Zapatero despu¨¦s de la ruptura del alto el fuego de ETA, el af¨¢n del l¨ªder popular por extraer rentabilidad partidista y calderilla demag¨®gica a la lucha contra el terrorismo se volvi¨® contra sus prop¨®sitos.
Para algunos consejeros de Rajoy, la presentaci¨®n de una moci¨®n de censura marcar¨ªa n¨ªtidamente la divisoria de aguas entre oposici¨®n destructora y alternativa constructiva; seg¨²n el art¨ªculo 113 de la Constituci¨®n, esa acci¨®n parlamentaria de exigencia de responsabilidad pol¨ªtica al Gobierno necesita para triunfar la mayor¨ªa absoluta de la C¨¢mara, debe ser propuesta por una d¨¦cima parte de los diputados y tiene que incluir el nombre del candidato a futuro presidente del Gobierno. En la historia del sistema pol¨ªtico creado por la Constituci¨®n de 1978, la moci¨®n de censura nunca ha derribado a un presidente del Gobierno, aunque la dimisi¨®n de Su¨¢rez en enero de 1981 seguramente trat¨® de adelantarse a esa maniobra. En cambio, el procedimiento ha sido utilizado dos veces para potenciar a la figura del l¨ªder de la oposici¨®n pese a la imposibilidad aritm¨¦tica de que la moci¨®n pudiese triunfar: lo hizo con gran ¨¦xito -en 1980- Felipe Gonz¨¢lez y le imit¨® con un rotundo fracaso -en 1987- Antonio Hern¨¢ndez Mancha. La resistencia de Aznar a utilizar ese instrumento antes de las elecciones de 1993 y 1996 estuvo causada por el temor: el debate de la moci¨®n de censura somete al candidato a un duro examen. No cabe descartar que Rajoy tambi¨¦n sea ahora presa de ese mismo miedo esc¨¦nico.
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