Pawson se mete en el agua
La pasarela Sackler dise?ada por John Pawson para los jardines de Kew, al oeste de Londres, habla de c¨®mo armonizar vanguardia y pasado, apunta c¨®mo intervenir en lugares protegidos y sugiere c¨®mo relacionar, con naturalidad, arquitectura y naturaleza.
Un mirador tiene la cualidad de formar parte del paisaje que contempla
Caminar sobre el agua. La pasarela Sackler que John Pawson (Halifax, 1949) ha construido en los jardines de Kew es un puente que no se ha tendido para salvar un obst¨¢culo. Se mete de lleno en ¨¦l. Lo abarca, lo absorbe. Lo hace desaparecer. La tradici¨®n paisaj¨ªstica inglesa -de abrir las vistas y presentar como natural un paisaje artificial- y el ¨¢nimo coleccionista de los parques tem¨¢ticos se dan cita en el mismo escenario de los jardines de Kew, 10 kil¨®metros al oeste de Londres. En este lugar, declarado Monumento de la Humanidad por la Unesco en el a?o 2003, el pintoresquismo de una pagoda china, que firm¨® William Chambers en 1762, convive con el funcionalismo huesudo de uno de los invernaderos m¨¢s famosos del mundo, la Palm House, que construyeron Richard Turner y Decimus Burton, casi un siglo despu¨¦s. Como fondo, 27.000 plantas -de las 270.000 especies que florecen en el mundo- pueblan las 300 hect¨¢reas que fueron el jard¨ªn del monarca Jorge III y que hoy reciben m¨¢s de un mill¨®n de visitantes al a?o. ?C¨®mo puede semejante almac¨¦n de historia decir algo nuevo? ?C¨®mo seguir creciendo en medio de una existencia plena que se renueva cada estaci¨®n cambiando sin cambiar?
Doctor en bot¨¢nica y miembro de la Royal Society, la academia brit¨¢nica de las ciencias, Peter Crane, que dirige Kew desde 1999, tom¨® prestada esa lecci¨®n de la naturaleza: el cambio sin cambio. Y puso en marcha en los jardines una pol¨ªtica renovadora explotando esa paradoja: la mezcla incierta entre la conservaci¨®n y la transformaci¨®n. "Huesos georgianos, desarrollo victoriano, futuro de vanguardia", con ese objetivo explic¨® su ambicioso programa. Y, con la misma voluntad, Kew ha visto c¨®mo, en los ¨²ltimos a?os, no s¨®lo se ha podido preservar el clima pl¨¢cido del parque, tambi¨¦n se han recuperado, redescubierto y restaurado muchos de los singulares edificios que lo pueblan. Se han abierto al p¨²blico las antiguas alcobas levantadas por arist¨®cratas caprichosos y arquitectos inspirados. Se ha ventilado el lugar. Y se han calculado matem¨¢ticamente los cambios. Para mantener el inter¨¦s de una colecci¨®n arquitect¨®nica variopinta y ecl¨¦ctica entre los extremos de lo sublime y el kitsch era preciso aprender a verla de otra manera, generar nuevos puntos de vista, pensar otros recorridos. Esas decisiones han transformado un lugar que sigue siendo el mismo. En eso ha consistido la puesta al d¨ªa de un parque que lleva a?os, siglos, convertido en uno de los escenarios favoritos del ocio de los londinenses.
El arquitecto John Pawson ha
sido el ¨²ltimo en participar en ese programa de renovar para conservar. El verano pasado, puso la ¨²ltima piedra de esa transformaci¨®n. Desde que se inaugur¨® la pasarela Sackler, que lleva su firma, los jardines de Kew pueden verse desde el centro de su lago. Y desde lo alto de la antigua pagoda, un mirador de 50 metros de altura que permite contemplar c¨®mo el parque se funde con su entorno y c¨®mo Londres crece en el horizonte. La intervenci¨®n de Pawson invita, literalmente, a caminar sobre el agua. La distancia entre la pasarela y el lago es tan escueta que el granito del puente parece flotar sobre el agua. La elecci¨®n de este proyectista para realizar un trabajo sereno, pero rotundo, no fue casual. Adalid del minimalismo, Pawson es un arquitecto relativamente tard¨ªo, formado en Jap¨®n, a la sombra del desaparecido Shiro Kuramata, un dise?ador que empe?¨® todo su esfuerzo en trabajar con lo et¨¦reo.
Arropado por la bonanza de una f¨¢brica textil familiar, Pawson lleg¨® a la arquitectura con la tranquilidad de quien no tiene la urgencia de ganarse la vida. Y compagin¨® los viajes y el estudio con esa larga estancia en Jap¨®n, donde vivi¨® seis a?os. Todos sus proyectos destilan ese bagaje y esa tranquilidad. Tal vez por esa flema tan elegante, la esencialidad blanca y geom¨¦trica de Pawson ha pasado a representar un nuevo estilo brit¨¢nico tan propio como el tudor, o el victoriano, pero tan internacional como el m¨¢s reciente high tech, que tambi¨¦n tuvo origen insular. As¨ª, en los ¨²ltimos a?os, la contenci¨®n de David Chipperfield, la esencialidad de Claudio Silvestrin, la marca povera de Caruso & St. John y el hacer escueto y rotundo de Pawson han sido uno de los sellos m¨¢s imitados en el mundo. Y aunque el estilo no saliera s¨®lo de Londres, en John Pawson encontr¨® a su gur¨², a su ap¨®stol, y a su mejor predicador. No en vano ¨¦l -que ha firmado desde tiendas de Calvin Klein en Nueva York hasta un monasterio cisterciense en Bohemia- fue el proyectista seleccionado para el pabell¨®n brit¨¢nico de la Bienal de Venecia el a?o 2004. ?Qu¨¦ ten¨ªa este arquitecto purista que decir en un lugar pintoresco, mestizo y, sin embargo, buc¨®lico, como Kew? Pawson se meti¨® en el lago. Sobre el agua, pegado al agua, ha construido un mirador curvil¨ªneo, un puente intermitente, un bucle en el paisaje, una onda fija sobre el agua m¨®vil. La pasarela Sackler explota el l¨ªmite entre su credo minimalista y la expresividad curvil¨ªnea de Capability Brown, uno de los legendarios paisajistas ingleses que redibuj¨® con sus "sinuosas l¨ªneas de gracia" la campi?a de Surrey que ocupa Kew. Otro de los proyectistas que firm¨® edificios en estos jardines, William Kent, abogaba, ya en el siglo XVIII, por una arquitectura de encuentro y descubrimiento, por un jard¨ªn de misterios en el que los inmuebles apareciesen por sorpresa.
El puente de Pawson es una sor
presa. M¨¢s japonesa que inglesa, esta pasarela de granito, protegida por un pretil de lamas de bronce que no se tocan nunca, se posa sobre el lago como si flotara. Tiene un aire atemporal y sin embargo contempor¨¢neo, y una silueta limpia, caligr¨¢fica. Por eso su eco oriental no es un pr¨¦stamo. Est¨¢ lejos de los mimetismos y los pastiches que reproducen con alegr¨ªa otros elementos del parque, como la celebrada pagoda de Chambers. El puente de Pawson es una destilaci¨®n arquitect¨®nica, un elemento artificial que parece natural en el coraz¨®n de un jard¨ªn. Un mirador tiene la cualidad de formar parte del paisaje que contempla. Permite observar el lugar donde ha sido levantado. Por eso un puente mirador reinventa la manera de mirar y redefine el lugar. Como todo parque, los jardines de Kew son un paisaje artificial al que se llega buscando naturaleza. La naturaleza del lugar se lee entre copas de ¨¢rboles y capas de historia. Y en esa mezcla entre el festival de los pabellones y la contemplaci¨®n de las especies protegidas, la pasarela Sackler reinventa Kew. Le da otras vistas. Un puente sugerente incita a atravesarlo, instiga a preguntarse qu¨¦ queda al otro lado. Un puente como ¨¦ste invita a permanecer en ¨¦l. Es un lugar de paso en el que uno desear¨ªa quedarse. Habla con rotundidad, pero sin levantar la voz. Se posa con firmeza, pero se curva como un junco. Se adapta, en lugar de imponerse. Encierra una lecci¨®n de la naturaleza: se debe hablar al ma?ana desde el ayer. Se puede cambiar sin herir. A veces lo nuevo puede adivinarse eterno.
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