El fantasma desaparecido
"El comunismo termin¨® pero el anticomunismo contin¨²a, no como razonamiento sino como insulto, no como investigaci¨®n sino como agresi¨®n". En 2002 el veterano sindicalista, socialista de izquierda, Vittorio Foa, iniciaba un intercambio de cartas con dos dirigentes hist¨®ricos del PCI, Miriam Mafai y Alfredo Reichlin, que luego ha sido publicado como libro, El silencio de los comunistas.
La desaparici¨®n de hecho de un fantasma que a mediados del siglo XIX anunci¨® que recorr¨ªa Europa y que, para mal o para bien, ha marcado la historia del siglo XX llama la atenci¨®n. Algunas consecuencias debe tener el vac¨ªo en la vida pol¨ªtica y cultural resultante de esta desaparici¨®n. Y es curioso que persista el anticomunismo cuando ya no hay comunismo.
Algunos l¨ªderes de la derecha, o extrema derecha m¨¢s exactamente, como Bush, Aznar y otros, utilizan el fantasma del anticomunismo para denunciar los opositores a la globalizaci¨®n actual o a la guerra de Irak. Es menos frecuente entre dem¨®cratas liberales o socialdem¨®cratas pero tambi¨¦n ocurre. Recientemente la consellera ("ministra" de Justicia del Gobierno catal¨¢n) se despach¨® con unas poco afortunadas declaraciones criticando que se atribuyera la cartera de "Interior" al ecosocialista Saura. A la consellera le preocupaba que se dejara en manos del presidente de un partido heredero del PSUC (eurocomunista) el departamento del que dependen la polic¨ªa y de los servicios de informaci¨®n, los "secretos". Lo que fue inmediatamente interpretado por portavoces reaccionarios en clave de anacr¨®nico anticomunismo, propio de la guerra fr¨ªa, cuando los Partidos Comunistas ten¨ªan relaciones privilegiadas con el adversario de Occidente, la URSS. Hoy ni existe la URSS, ni los partidos m¨¢s o menos herederos del PCE o del PSUC como IU o IC pueden asimilarse a sus antecesores ni el Departamento de Interior de una Comunidad Aut¨®noma tiene grandes secretos de Estado que guardar. El fantasma del comunismo se utiliza como un componente de la pol¨ªtica del miedo irracional que practica la derecha a escala mundial.
Pero la realidad es lo que es y los partidos comunistas europeos son lo que son, inexistentes, o en trance de serlo. Su cuasi desaparici¨®n puede vincularse al derrumbe de los pa¨ªses del Este. La relaci¨®n privilegiada y una cierta dependencia respecto a la URSS gener¨® una crisis interna de identidad y una crisis externa de credibilidad en los PCs occidentales. ?stos sin embargo se hab¨ªan separado progresivamente de la URSS y en algunos casos importantes, como el PC italiano y el espa?ol, se hab¨ªan manifestado totalmente contrarios al modelo sovi¨¦tico, y optaron por la democracia, lo que se llam¨® "eurocomunismo". Los PCs occidentales fueron, desde la Segunda Guerra Mundial hasta su m¨¢s o menos disoluci¨®n a partir de 1989, partidos defensores de la legalidad democr¨¢tica cuando hab¨ªa democracia y resistentes ejemplares cuando se enfrentaban a las dictaduras u ocupaciones por parte de potencias extranjeras. Su vinculaci¨®n principal con el estalinismo correspond¨ªa a un tiempo pasado y era de car¨¢cter ideol¨®gico o propagand¨ªstico, y tambi¨¦n se expresaba mediante silencios culpables y aceptaci¨®n de ayudas materiales. No es posible hacer comparaciones pero no hay duda que otras instituciones u organizaciones, como la Iglesia o los partidos liberales o socialdem¨®cratas tienen a su vez enormes p¨¢ginas negras en su historia y no se hicieron el harakiri. En el caso de los PCs occidentales su vinculaci¨®n con un Estado y un modelo de sociedad impresentables en Europa parece haber sido un factor decisivo de su suicidio. Es una explicaci¨®n, pero no parece suficiente.
Recientemente han aparecido en Italia dos libros de memorias de dos personajes que fueron dirigentes emblem¨¢ticos del comunismo italiano: Rossana Rossanda y Pietro Ingrao. Y referentes intelectuales de una parte importante de la intelligentsia europea desde los a?os 60 hasta los 90, la primera como responsable cultural del PCI y luego fundadora de Il Manifesto, y el segundo como la gran esperanza de la izquierda comunista y democr¨¢tica, alternativa a la socialdemocracia. A pesar de su aroma nost¨¢lgico son dos libros que reconcilian con el mundo de la pol¨ªtica, por su rigor intelectual y su altura moral, por su sinceridad y su desinter¨¦s, por el denso sustrato cultural que expresan o se adivina. Dos joyas comparables a otras memorias anteriores, como las de Amendola (La scelta de vita y la Isola) o de Bobbio (Autobiograf¨ªa), para no movernos de Italia. Son dos libros crepusculares, y si la Rossanda lo titula Una muchacha del siglo pasado y lo resume en una frase: "la pol¨ªtica como educaci¨®n sentimental", algo as¨ª como historia o una ¨¦tica de convicciones, Ingrao parece decirnos con su t¨ªtulo, Quer¨ªa la luna, que ellos, "responsables pol¨ªticos" persiguieron una utop¨ªa inalcanzable. Al leerlos uno percibe que el derrumbamiento del sistema comunista autoritario del Este no fue la causa de su sentimiento de derrota, sino la confirmaci¨®n "objetiva" de ¨¦sta. Como dijo Garcilaso "el caballero que muere en la batalla ya iba herido antes de librarla". Se apunta otra explicaci¨®n: el inevitable fracaso, o peligro, cuando se asume un rol mesi¨¢nico y se quiere convertir en pol¨ªtica. Y las contradicciones que conlleva cuando se intenta conciliar el redentorismo con la democracia. Y de esta dificultad nacen los silencios, los excesivos silencios.
Somos due?os de nuestros silencios pero esclavos de nuestras palabras. Cierto, pero sobre la muerte anunciada de los partidos comunistas europeos los silencios han pesado m¨¢s que las palabras, el doble discurso m¨¢s que los hechos (es decir la generosa pr¨¢ctica de sus organizaciones). Y la frustraci¨®n por no haber alcanzado la luna en el cielo ha sido m¨¢s fuerte que el arraigo conquistado en la tierra. Foa interpela a los comunistas no por lo que han hecho sino por lo que no han dicho, o no pensaron a tiempo. Y en el fondo les recrimina su autodisoluci¨®n. Silencio o insuficiente cr¨ªtica sobre los ogros filantr¨®picos del Este como dir¨ªa Octavio Paz. Silencio o negaci¨®n del desarrollo de los capitalismos porque conllevaban la injusticia en su seno. Silencio sobre los valores emergentes, de la juventud, de la demanda de creciente autonom¨ªa de las personas. Silencio sobre el valor de la democracia pol¨ªtica aunque se respetaba y hasta se mor¨ªa por ella. Silencio sobre los peligros de identificarse con una utop¨ªa mesi¨¢nica que se vinculaba al hero¨ªsmo cotidiano. Silencio comprensible y a la vez culpable. Silencio que ha conducido al suicidio a la fuerza que encarnaba la esperanza de que otro mundo es posible. Silencio de cementerio. No busquen al fantasma, se fue. Pero se explica el temor miserable de los privilegiados: hacen anticomunismo para que no se ocupe el vac¨ªo dejado por los comunistas.
Y sin embargo este vac¨ªo que dejaron nos llama, no como el precipicio que seg¨²n Balzac atrae a los caballeros polacos (y a los obispos), sino como el deseo de no desesperar del mundo actual. Un vac¨ªo que ocupan fundamentalismos totalitarios religiosos, pol¨ªticos y econ¨®micos derivados de la arrogancia, de las incertidumbres, de los miedos y de las injusticias. Necesitamos pensar en otro mundo m¨¢s justo para caminar por ¨¦ste, no iremos a ninguna parte si no sabemos primero a d¨®nde queremos ir. Otro fantasma con una propuesta generosa de futuro un d¨ªa u otro puede volver. Y como dir¨ªa un argentino "entonces seremos millones".
Jordi Borja es urbanista.
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