Desmemorias de ?frica
El cine norteamericano sufre de una cierta diglosia, o doble velocidad, un tanto contradictoria. Lo primero que hace es estrujarse las meninges para encontrar nuevos asuntos, de actualidad, originales, con potencia dram¨¢tica, y a ser posible de esos que hacen sentir al espectador que lo que le est¨¢n contando es de la mayor trascendencia. Y a continuaci¨®n se pone en marcha un doble proceso: un planteamiento industrial del proyecto, y el dise?o de una historia humana que encarne el conflicto en cuesti¨®n.
Diamante de sangre ilustra muy adecuadamente los l¨ªmites e insuficiencias de ese doble camino. Los productores quieren, por ejemplo, rodar una historia sobre el criminal tr¨¢fico de diamantes y los ej¨¦rcitos de adolescentes secuestrados de sus hogares en Sierra Leona y pa¨ªses aleda?os, y montan un circo m¨¢s que regular en escenarios lejanos, costosos, y aparentes, d¨¢ndole a todo el empe?o un marchamo industrial con el que no se puede competir; al menos en lo material, medios, personal y atenci¨®n al detalle, la puesta en escena es impresionante. Ninguna cinematograf¨ªa europea es capaz de hacer nada parecido y mucho menos emular la naturalidad con que la industria norteamericana reinventa el paisaje de las situaciones l¨ªmite.
DIAMANTE DE SANGRE
Direcci¨®n: Edward Zwick. Int¨¦rpretes: Leonardo di Caprio, Djimon Hounsou, Jennifer Connelly, Kagiso Kuypers, Arnold Vosloo, Antony Coleman. G¨¦nero: drama. Estados Unidos, 2006. Duraci¨®n: 143 minutos.
Pero, al tiempo que se dispone cada figura del Bel¨¦n en su sitio, hay que urdir una interacci¨®n entre los personajes buscando la mejor proyecci¨®n-identificaci¨®n posible sobre el espectador. Y ah¨ª parece que todo est¨¦ urdido ya desde siempre; que el contrabandista de armas Leonardo di Caprio -cada d¨ªa m¨¢s actor- tendr¨¢ algo ¨ªntimo que compartir con Jennifer Connelly -que se hace la due?a en cuanto aparece en pantalla-, y hasta sabemos el momento exacto de todo lo que va a ocurrir y c¨®mo.
Por eso, la cinta de Edward Zwick va de m¨¢s a menos, de una presentaci¨®n de escenario y personajes, funcional, eficaz, en¨¦rgica, con todo lo que tiene de documental, con una jungla sobre la que la c¨¢mara se eleva en ocasiones como queriendo verla toda entera y abrazarla, para ir creando una intriga dram¨¢tica, francamente previsible, fraseada sin especial ingenio, y en la que se va desgastando la empat¨ªa que se haya podido sentir inicialmente por los personajes. Del tr¨ªo de protagonistas, si acaso se salva el africano de Benin, Djimon Housoun, por la misma obviedad paterno-filial de su papel.
Haber tenido que rodar, por otro lado, gran parte de la pel¨ªcula tan lejos y a un costo que no puede haber sido peque?o, es la causa, quiz¨¢, de que se haya querido sacarle partido al metraje y as¨ª el asunto dura dos horas y 20 minutos, lo que ni la belleza natural y segura de s¨ª misma de Jennifer Connelly -la periodista norteamericana- justifica.
Y eso se nota de manera especial en el ¨²ltimo tercio de la pel¨ªcula que parece a punto de acabarse dos o tres veces antes de que eso ocurra, con un secuenci¨®n final que trata de recuperar todos los hilos dispersos de la acci¨®n, con eso que llaman un fondo de esperanza. Es un final mal cosido, recosido, ortop¨¦dico como una mala pata de palo, cuando la pen¨²ltima secuencia, que no contaremos porque estar¨ªa feo, habr¨ªa sido un cierre mucho m¨¢s ad hoc, incluso siendo ret¨®rico, de una conversi¨®n por amor en medio de la jungla.
La pel¨ªcula tiene, con todo, un aspecto muy notable no sabemos si deliberadamente buscado. La acci¨®n transcurre en ?frica, pero no es una pel¨ªcula de ?frica, como en otros tiempos. No se ve ni una sola fiera; las serpientes que se suelen desenroscar ominosas de los ¨¢rboles no amenazan aqu¨ª ni a un figurante; y no hay cocodrilo que se desperece en la orilla ante la perspectiva de la presa -en realidad, no hay ni orilla-, porque las fieras cuyo instinto ha sido adiestrado para matar son ni?os que estrenan pubertad con un Kal¨¢shnikov en las manos. Es un ?frica sin safaris, donde la ¨²nica caza es la del hombre.
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