Espa?a y Marruecos
Durante los pr¨®ximos meses, el Ej¨¦rcito de Marruecos comenzar¨¢ a recibir material militar fabricado por empresas espa?olas en cumplimiento de un conjunto de contratos firmados en noviembre pasado por valor de doscientos millones de euros. La operaci¨®n coincide en el tiempo con un endurecimiento de la pol¨ªtica interna de Rabat hacia los medios de comunicaci¨®n marroqu¨ªes, con el cierre de publicaciones y la condena a varios periodistas en el curso de los dos ¨²ltimos meses. La apuesta por la estabilidad de las relaciones entre Espa?a y Marruecos tiene que ser firme, y eso incluye realizar suministros como los que han empezado a llevarse a cabo. Pero lo que no debe comportar, por el contrario, es una actitud de indiferencia y de desentendimiento ante lo que parece una n¨ªtida regresi¨®n en materia de libertad de prensa.
El Mediterr¨¢neo y, m¨¢s en concreto, la regi¨®n del Magreb forman parte de las grandes prioridades de la pol¨ªtica exterior espa?ola, con el doble objetivo de promover el desarrollo y la democratizaci¨®n. Rodr¨ªguez Zapatero pareci¨® entenderlo as¨ª cuando, nada m¨¢s llegar a La Moncloa, se propuso reconducir las relaciones con Marruecos cerrando el turbulento cap¨ªtulo que culmin¨® con el incidente de Perejil. La urgencia por recomponer los v¨ªnculos con el vecino del sur le llev¨®, sin embargo, a cometer algunos errores, como olvidar la inevitable dimensi¨®n regional de los equilibrios, seg¨²n se pudo comprobar con la fallida iniciativa espa?ola en el S¨¢hara. El resultado es que se han invertido las sinton¨ªas con respecto a la ¨¦poca de gobierno del Partido Popular. Mientras entonces Espa?a y Argelia aproximaban sus posiciones en detrimento de Marruecos, hoy es Argelia la que parece distanciarse. Con lo que, en definitiva, el equilibrio diplom¨¢tico de Espa?a en el Magreb sigue sin estar resuelto.
La democratizaci¨®n en Marruecos est¨¢ estancada y la econom¨ªa sigue sin ofrecer expectativas para sus ciudadanos. Se trata de una combinaci¨®n cargada de riesgos, que el r¨¦gimen marroqu¨ª deber¨ªa gestionar sin recurrir al expediente f¨¢cil, y a la larga insostenible, de recortar libertades y derechos. Tras un arranque vertiginoso aunque precariamente dise?ado, la diplomacia espa?ola hacia Marruecos ha entrado en un momento de aton¨ªa con respecto al objetivo de la democratizaci¨®n. Siguen funcionando, no obstante, algunos acuerdos espec¨ªficos, entre los que destaca el referido al control de la inmigraci¨®n clandestina. Pero estos avances parciales no pueden convertirse en una hipoteca para los fines estrat¨¦gicos.
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