Pristina, Pandora, la OTAN y Kabul
La OTAN puede seguir aparentando cierta normalidad organizativa y de relaciones entre los Estados miembros. Es la organizaci¨®n militar internacional que desde hace casi seis d¨¦cadas ha garantizado la seguridad de las democracias occidentales ante la amenaza del totalitarismo, ha expandido la sociedad libre hasta esquinas insospechadas del continente euroasi¨¢tico y generado a lo largo de tres generaciones una voluntad de autodefensa del individuo libre y la democracia que no tiene ni precedente ni parang¨®n en la historia. Pero desde que se hundi¨® el enemigo, que era el totalitarismo comunista encarnado en su rival, el Pacto de Varsovia, la OTAN entr¨® en una crisis de identidad de final incierto. Si las deserciones y deslealtades en coaliciones espor¨¢dicas son terribles para la credibilidad occidental, las que se producen en la Alianza son letales. En Sevilla, antes a¨²n en Riga y hoy y ma?ana en M¨²nich, las democracias occidentales parecen no querer entender que en Kosovo, en Afganist¨¢n, en Irak, Ir¨¢n y Corea del Norte, sus enemigos son los mismos.
En Afganist¨¢n, la OTAN est¨¢ en guerra, aunque muchos miembros se lo oculten a su opini¨®n p¨²blica. En primavera y tras dos a?os de crecientes reveses, los ej¨¦rcitos occidentales han de invertir la suerte de la guerra o plantearse un escenario similar al de Irak. Requieren tropas y material que no llega. Que Alemania, Francia, Italia y Espa?a intenten ahora renegar de su compromiso, vuelve a plantearnos si olvidan, dada su fat¨ªdica historia en el siglo XX -rescatados por otros o destrozados entre s¨ª-, que hay guerras necesarias que se pueden ganar por la libertad com¨²n. Solo los anglosajones parecen recordar que es posible. En Kosovo fue Bill Clinton el que rompi¨® la par¨¢lisis del miedo y fracaso del n¨²cleo europeo. Su sucesor George W. Bush no puede hacerlo tras la debacle iraqu¨ª. En Afganist¨¢n el desistimiento europeo causa entusiasmo, dispara la militancia talib¨¢n y el cultivo del opio. Tambi¨¦n en otros frentes se fortalecen los enemigos. Como en Kosovo.
El ministro de Defensa ruso, Sergu¨¦i Ivanov, se dijo alarmado en Sevilla y en referencia a la independencia de Kosovo habl¨® de la "caja de Pandora". La ocasi¨®n se brindaba para advertir que si Kosovo es independiente tambi¨¦n lo ser¨¢n "otros". Hace 15 a?os, la URSS agonizante advert¨ªa, en pat¨¦tico paralelismo, de que la independencia de los pa¨ªses b¨¢lticos era un paso hacia la desmembraci¨®n de Espa?a. No se intu¨ªa entonces que una insospechada deriva en Espa?a y desde la metr¨®poli iba a alimentar teoremas territoriales, ¨¦tnicos y protohist¨®ricos despreciados por todos menos los nacionalismos m¨¢s fan¨¢ticos.
El plan de la ONU para Kosovo busca soluci¨®n pac¨ªfica viable al irreversible hecho de que una larga guerra ¨¦tnica comenzada en 1991 tendr¨¢ su final cuando concluya la disoluci¨®n del artificio yugoslavo. Tras la tragedia provocada por Belgrado bajo Slobodan Milosevic, albaneses y serbios s¨®lo podr¨¢n compartir instituciones en una Europa unida. Rusia lo sabe. Pero quiere buscar algo m¨¢s. Su instrumento de presi¨®n total es la energ¨ªa. Y necesita otros elementos que sean pol¨ªticos. Su apelaci¨®n a Pandora recuerda a aquella Uni¨®n Sovi¨¦tica que defend¨ªa la represi¨®n de la disidencia aludiendo a tribus indias confinadas en reservas durante la conquista del Oeste. A "libertad para Sajarov" se respond¨ªa con "peor le fue a Cochise". Por confusiones morales y pol¨ªticas graves que haya en Mosc¨², en Vitoria y en Madrid, hay que dejar claro que ni Yugoslavia fue jam¨¢s Espa?a, ni Kosovo el Pa¨ªs Vasco, ni De Juana Chaos nunca Andrei Sajarov.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.