Los 'lifting' del dinosaurio
La pol¨¦mica sobre la obra de Gaud¨ª prosigue 100 a?os despu¨¦s de su creaci¨®n y lo complejo ahora es difundirla y conservarla
Antes de que se restaurara, La Pedrera aparec¨ªa ro?osa, oscura y fea, presidiendo, con la insolencia del pordiosero que se planta en medio del lujo, la preciada esquina barcelonesa de paseo de Gr¨¤cia con la calle de Proven?a. Se hab¨ªa convertido en la casa de las ratas, haci¨¦ndose realidad la pesadilla de los noucentistes, que, a¨²n en plena construcci¨®n, ya la estigmatizaban y se burlaban de ella en la prensa present¨¢ndola como un garaje de baguettes voladoras o una pila de excrementos. Sin embargo, actualmente Gaud¨ª, adem¨¢s de haber sido reconocido como el portentoso final de toda una era -la de la arquitectura p¨¦trea-, aparece como el gran precursor de la construcci¨®n tecnol¨®gica. Pero ser tan importante comporta grandes perjuicios. El fen¨®meno de admiraci¨®n masiva puede acabar fatalmente con la destrucci¨®n del propio objeto del deseo. Gaud¨ª se agrieta y hay que repararlo para que perviva, pero tambi¨¦n para que contin¨²e dando dividendos. Y una vez puestos a restaurar es cuando empiezan los problemas.
De hecho, todas las obras de Gaud¨ª han sido restauradas una o varias veces, aunque en algunos casos se ha hecho de forma tan an¨®nima que han pasado inadvertidas. El arquitecto y experto en Gaud¨ª Joan Bassegoda, por ejemplo, se cuid¨® en su momento y a su manera de la Torre de Bellesguard y los pabellones de la finca G¨¹ell, y recientemente colabor¨® en la puesta al d¨ªa de la Casa Batll¨®, junto con Robert Brufau quien, a su vez ha intervenido en La Pedrera junto a Francisco Javier Asarta. En estos dos ¨²ltimos ejemplos se ha buscado mantener el aspecto original y que la restauraci¨®n, a ojos de los inexpertos, no se notara. Es lo que suele hacerse en la restauraci¨®n de arte: reparar, consolidar, reforzar y, si hay que a?adir por estropicio, hacerlo de forma reversible y con discreci¨®n.
Menos escrupulosos ser¨ªan Jos¨¦ Antonio Mart¨ªnez Lape?a y El¨ªas Torres en el parque G¨¹ell, restauraci¨®n que dur¨® de 1985 a 1993. El ser arquitectos vedette implicaba competir. Por suerte, Torres y Lape?a centraron su creatividad en la antigua residencia de G¨¹ell, convertida en escuela p¨²blica, un edificio preexistente a la urbanizaci¨®n modernista. Lo m¨¢s censurable de su actuaci¨®n es la manipulaci¨®n del banco de la gran plaza, con la sustituci¨®n de buena parte del trencad¨ªs blanco por azulejos modernos ajenos al alicatado original. Bassegoda dijo que con el cambio se destruyeron piezas de Josep Maria Jujol con su extraordinaria caligraf¨ªa. M¨¢s rara es la rehabilitaci¨®n de la Cooperativa Mataronense, un maltratado y vetusto edificio en el que s¨®lo sobreviv¨ªan algunos elementos originales. Gracias a una reconstrucci¨®n virtual y a la vor¨¢gine del A?o Gaud¨ª se plante¨® su recuperaci¨®n a partir de un ambicioso proyecto de Manuel Brullet, que, despu¨¦s de una potente euforia inicial, qued¨® a medio hacer.
Otra pieza importante que ha tenido una vida rocambolesca son las Escuelas de la Sagrada Familia, concebidas por Gaud¨ª como edificio provisional. Por eso no tuvo problema en situarlas en el recinto que deb¨ªa ocupar el templo. Pero el edificio interino acab¨® siendo otra obra magistral. Las escuelas ardieron en 1936. Poco despu¨¦s, la Generalitat las reconstruy¨® deprisa y como pudo, eran tiempos de guerra. Cuando, hace poco, lleg¨® la hora fatal en que el templo deb¨ªa ocupar su terreno, las escuelas fueron derribadas bajo un supuesto traslado. Se estudi¨® y recompuso, gracias a la tecnolog¨ªa virtual, la configuraci¨®n primigenia del edificio y se procedi¨® a su reconstrucci¨®n exacta. Y puestos a reconstruir, el Institut Gaud¨ª de la Contrucci¨®n aprovech¨® e hizo una copia exacta en Badalona, junto a la tienda Ikea.
La pol¨¦mica de la no continuaci¨®n de la Sagrada Familia es una batalla perdida. Una fuerza del m¨¢s all¨¢ empuja la terminaci¨®n del templo y su autor cada vez est¨¢ m¨¢s reducido a la nada en pleno delirio m¨ªstico / t¨¦cnico de sus actuales constructores. Parad¨®jicamente, el lugar se ha convertido en Gaudiland y s¨®lo faltan unos cabezudos de Josep Maria Subirachs que, imitando a Mickey Mouse, saluden al alud de visitantes.
El Palau G¨¹ell, tambi¨¦n ha sido objeto, no hace mucho, de una gran restauraci¨®n a cargo de la Diputaci¨®n de Barcelona. Actualmente, de nuevo est¨¢ en obras y vallado. De entrada, la Diputaci¨®n no da demasiadas explicaciones, salvo que se trata de otra restauraci¨®n integral y no se sabe cu¨¢ndo terminar¨¢. Pero de todos, el asunto m¨¢s delicado y el que ha creado una seria pol¨¦mica es la cripta de la Colonia G¨¹ell, en Santa Coloma de Cervell¨® (Baix Llobregat), una restauraci¨®n dirigida por Antoni Gonz¨¢lez que ha terminado en los tribunales y con manifiestos en contra firmados por prestigiosos intelectuales. Quiz¨¢ conviene consultar la web: sos-monuments.upc, que resume bien las cr¨ªticas, y razones-cripta-gaudi.com en la que los colaboradores de Gonz¨¢lez rebaten los ataques. En este caso habr¨ªa que diferenciar la restauraci¨®n estricta de la obra, realizada correctamente, de la intervenci¨®n nueva, que es lo que no encaja. Al querer adaptar la cripta a las normas de construcci¨®n actuales -rampas, pasos amplios, etc¨¦tera-, la osad¨ªa de intentar terminarla y a la vez tratarla como una excavaci¨®n arqueol¨®gica, el exterior de la cripta ha perdido su encanto, su aura y ese aspecto de ruina sobrecogedora que funcionaba a la perfecci¨®n a pesar de los cutres a?adidos posteriores.
En un encargo tan importante se hubiera debido actuar con la m¨¢xima humildad. La restauraci¨®n de un edificio hist¨®rico es algo muy complicado y, tal como dijo el arquitecto Alejandro de la Sota al respecto, "no es un problema de especialistas, sino de sensibilidades educadas". Y podr¨ªamos a?adir: y sobre todo de buen gusto.
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