El Cal¨ªgula de ?frica
Tirano, exc¨¦ntrico, hombre brutal y despiadado. El dictador ugand¨¦s Idi Am¨ªn exterminaba a los seres humanos con la misma facilidad con que un ni?o mata hormigas. Asesin¨® a 300.000 personas. La pel¨ªcula ‘El ¨²ltimo rey de Escocia’ recrea la vida de este Cal¨ªgula africano.
Se?or de las Bestias de la Tierra y los Peces del Mar, conquistador del Imperio Brit¨¢nico, mariscal de campo, doctor, rey de Escocia y presidente vitalicio fueron algunos de los t¨ªtulos que se autoconcedi¨® el dictador africano Idi Am¨ªn. Ser¨ªa para partirse de la risa si no hubiese asesinado a unas 300.000 personas entre 1971 y 1979, los a?os en los que ejerci¨® el poder absoluto en Uganda. Pero precisamente esa mezcla de payaso y tirano, esa imagen de Cal¨ªgula africano, es lo que explica la fascinaci¨®n que el d¨¦spota de este peque?o y pobre pa¨ªs ejerci¨® en su d¨ªa, y sigue ejerciendo, en el mundo occidental, y especialmente en el anglosaj¨®n.
Se han escrito cantidad de libros sobre ¨¦l: Estado de sangre, Nido de serpientes, Hablando del diablo, Los fantasmas de Kampala y muchos otros. Tambi¨¦n hay varias pel¨ªculas. Al menos tres hasta la fecha. Una francesa llamada simplemente Idi Am¨ªn; una hecha en Kenia, Ascenso y ca¨ªda de Idi Am¨ªn, y la m¨¢s reciente, El ¨²ltimo rey de Escocia, dirigida por un escoc¨¦s, Kevin Macdonald; interpretada por Forest Whitaker (ganador del Globo de Oro y candidato al Oscar como mejor actor por su Am¨ªn), y basada en la novela del mismo nombre escrita por el premiado autor ingl¨¦s Giles Foden.
Idi Am¨ªn es para los brit¨¢nicos como los tiranos latinoamericanos m¨¢s pintorescos para los espa?oles. Engendros deformes, pero reconociblemente fruto de la madre imperial, como Trujillo en la Rep¨²blica Dominicana o Stroessner en Paraguay. Personajes que se prestan a la ficci¨®n, como la novela El oto?o del patriarca, de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, o La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa.
Pero ni la imaginaci¨®n m¨¢s alocada del realismo m¨¢gico podr¨ªa haber concebido un personaje tan extravagante como Am¨ªn. Un militar de dos metros, progenitor ol¨ªmpico, comil¨®n voraz, gordo como un hipop¨®tamo, era el prototipo del dictador en versi¨®n c¨®mic. Cumpl¨ªa, adem¨¢s, el requisito de todo tirano de ver enemigos por todas partes, especialmente dentro de su propio ej¨¦rcito, cuyos soldados fueron diezmados. Los hac¨ªa matar a tiros y a martillazos. A los que hab¨ªan sido sus enemigos m¨¢s temibles les cortaba la cabeza y, fomentando los rumores persistentes de que practicaba el canibalismo, las guardaba en una nevera. Tambi¨¦n cumpl¨ªa con otro componente del dictador: era un megal¨®mano. No conoc¨ªa l¨ªmites a su poder. Por eso escrib¨ªa cartas de una impertinencia demencial al presidente de Estados Unidos o a la reina de Inglaterra. Por eso opinaba ante la prensa internacional, como si fuese capaz de cambiar el rumbo del mundo, sobre el comunismo, Oriente Pr¨®ximo, la carrera armamentista? Am¨ªn fue la versi¨®n en carne y hueso de la caricatura del b¨¢rbaro, absurdo jefe tribal africano. Julius Nyerere, el presidente de Tanzania, le consideraba una verg¨¹enza para el continente. Para el gentil, urbano, Nyerere, Am¨ªn era “un asesino, un mentiroso y un salvaje”. Tampoco cumpli¨® un papel demasiado valioso para el islam, la religi¨®n a la que se convirti¨® de joven. La causa del Profeta no se benefici¨® en ?frica de su asociaci¨®n con el autoproclamado Big Daddy, casado seis veces, divorciado tres y, seg¨²n ¨¦l, padre de 32 hijos. La sexta esposa, cantante de cabar¨¦, ten¨ªa 19 a?os cuando ¨¦l, con 50, se cas¨® con ella. La cuarta desapareci¨®. El cuerpo se encontr¨® cortado en pedazos. Uno de los ministros de Am¨ªn vio el cad¨¢ver poco antes del entierro. Todos los miembros se hab¨ªan recolocado en su sitio, como en un puzzle. El ministro, detectando la mano de Am¨ªn en su macabro descubrimiento, huy¨® inmediatamente al exilio.
No hubo ninguna l¨®gica en la reac-ci¨®n del ministro. Se fue, sencillamente, porque podr¨ªa pasar cualquier cosa. Am¨ªn era un hombre absolutamente imprevisible; caprichoso y s¨¢dico al mismo tiempo. Exterminaba a seres humanos con la f¨¢cil crueldad de un ni?o matando hormigas. Pero, como un ni?o, tambi¨¦n necesitaba mimos, cari?o. Este aspecto convulso de su personalidad est¨¢ maravillosamente retratado en la novela de Giles Foden. El ex primer ministro brit¨¢nico James Callaghan, que le lleg¨® a conocer (y sufrir), escribi¨® que Foden hab¨ªa “dado a la perfecci¨®n con la personalidad contradictoria, asesina, juguetona, brutal y sentimental de Am¨ªn”.
La novela trata de la relaci¨®n entre el dictador y su ficticio m¨¦dico personal, un joven escoc¨¦s llamado Nicholas Garrigan. En una de las primeras escenas juntos, en el jard¨ªn de un hotel de lujo de la capital, Kampala, el m¨¦dico observa c¨®mo Am¨ªn participa en carreras de nataci¨®n en la piscina, en las que infaliblemente acaba primero porque a sus rivales no se les cruza por la cabeza ganarle. Cuando est¨¢n los dos solos, Am¨ªn le pide a uno de su s¨¦quito que le traiga unos s¨¢ndwiches, pollo frito y coca-cola. “El hombre sali¨® disparado; su respuesta muda, inmediata, era algo que me acostumbrar¨ªa a ver alrededor de Am¨ªn. Me sent¨¦, bastante agitado”.
Varias p¨¢ginas m¨¢s adelante, una vez que Am¨ªn y el m¨¦dico han entrado en confianza y concertado una ambigua amistad, los dos se encuentran en la habitaci¨®n del dictador, donde el m¨¦dico encuentra el “foll¨®n de siempre: el bate de b¨¦isbol, las revistas pornogr¨¢ficas en el suelo, estantes llenos de los procedimientos de la Asociaci¨®n de Abogados de Uganda”. El dictador le saluda con una sonrisa agradable. “Ah, ?mi buen amigo el doctor Nicholas!”. Am¨ªn se empieza a quejar de c¨®mo le est¨¢ tratando la prensa inglesa ?“aunque a¨²n quiero y respeto a la reina”, dice?, y de repente saca una pistola peque?a de su bolsillo. “?ste es el ¨²ltimo d¨ªa de tu vida”, le anuncia. “Morir¨¢s”.
Garrigan se arrodilla ante ¨¦l, le ruega que no le mate. Am¨ªn permite que pase un tiempo. Que la escena se desarrolle. Que su amigo el doctor se humille, se ponga a temblar. “No me mate, por favor. Por favor”. Entonces, Am¨ªn cambia de actitud tan abruptamente como lo hab¨ªa hecho hac¨ªa un par de minutos. Echa la cabeza atr¨¢s y se pone a re¨ªr y re¨ªr. “?Matarte? ?C¨®mo se me iba a ocurrir matar a un hombre como t¨²?”. Garrigan le mira y ve en su rostro “una expresi¨®n perpleja, infantil”.
La cr¨ªtica anglosajona ha alabado la sutileza con la que Forest Whitaker retrata a este ni?o cruel con cuerpo de gorila. Se ha se?alado en especial el uso que hace de los ojos, c¨®mo los mueve de un lado a otro para proyectar esa mezcla de la que habla Callaghan de confusi¨®n, brutalidad, sentido del humor y necesidad de ser querido. Pero, ?por qu¨¦ se autoproclam¨® este hombre conquistador del Imperio Brit¨¢nico y, m¨¢s delirante a¨²n, el ¨²ltimo rey de Escocia? Todo tiene que ver con su relaci¨®n con la potencia imperial que colonizaba su pa¨ªs cuando naci¨®, que le dio trabajo y dignidad, y que, en gran medida, fue responsable de crear el monstruo en el que se convirti¨®.
Nacido en 1925, nunca conoci¨® a su padre. Seg¨²n algunas versiones, la madre fue hechicera; seg¨²n otras, prostituta. En cualquier caso, el peque?o Idi se cri¨® en un entorno humilde. De ni?o vend¨ªa donuts en la calle. La oportunidad de su vida lleg¨® a trav¨¦s de su madre, algunos de cuyos clientes pertenec¨ªan a un regimiento brit¨¢nico llamado King’s African Rifles (Rifles Africanos del Rey). Con 21 a?os, y reci¨¦n convertido al islam, se incorpor¨® al regimiento, inicialmente trabajando en la cocina. Su tama?o, su audacia y su brutalidad ?especialmente contra los rebeldes Mau Mau en Kenia? hicieron que prosperara en el ej¨¦rcito. Su colosal presencia f¨ªsica tambi¨¦n aport¨® mucho al equipo de rugby del regimiento, lo que hizo que despertara entre sus superiores blancos una admiraci¨®n poco usual por un soldado negro. No parece haber contado en su contra el hecho de que durante los a?os cincuenta padeciera constantemente de enfermedades ven¨¦reas, contra¨ªdas muchas veces en los burdeles del golfo de Persia, donde tambi¨¦n defendi¨® los intereses imperiales de su majestad. Obtuvo una promoci¨®n tras otra, gracias en parte a la intervenci¨®n de oficiales de origen escoc¨¦s, seg¨²n contar¨ªa m¨¢s tarde. Tras 16 a?os y un curso militar avanzado en Wiltshire (Inglaterra), logr¨® ascender al grado de oficial del ej¨¦rcito brit¨¢nico, una distinci¨®n ¨²nica para un soldado ugand¨¦s. Vestir¨ªa la corbata de los King’s African Rifles el resto de su vida, incluso despu¨¦s de romper relaciones diplom¨¢ticas con el Reino Unido.
Poco despu¨¦s de su promoci¨®n, el ej¨¦rcito se arrepinti¨® de haberlo hecho. Una de las primeras misiones que le encargaron fue erradicar supuestos robos de ganado en una zona de Kenia llamada Turkania. Reaccion¨® de manera grotescamente desproporcionada. Decenas de v¨ªctimas fueron torturadas, matadas a palos y, en algunos casos, enterradas vivas. Las autoridades brit¨¢nicas, sabiendo que se iba a conceder la independencia a Uganda en cuesti¨®n de meses, decidieron que no pod¨ªan someter a juicio a uno de los dos ¨²nicos oficiales militares nativos. Am¨ªn tuvo la suerte ?siempre tendr¨ªa suerte ? de que el que ser¨ªa el primer jefe de Gobierno ugand¨¦s, Milton Obote, estaba de acuerdo.
Hist¨®rico error. Tanto los brit¨¢nicos como Obote se arrepentir¨ªan de su magnanimidad. Especialmente Obote. Am¨ªn, que sigui¨® en el ej¨¦rcito, lo derroc¨® en un golpe de Estado. Tom¨® el poder con el apoyo de los israel¨ªes (que tambi¨¦n se arrepentir¨ªan) y el benepl¨¢cito de los brit¨¢nicos. Obote se hab¨ªa opuesto a la venta de armas a Sur¨¢frica por parte de Londres y hab¨ªa amenazado con nacionalizar empresas brit¨¢nicas en Uganda. Tras el golpe, los informes de los servicios de inteligencia brit¨¢nicos describieron a Am¨ªn como un hombre “ben¨¦volo, pero fuerte” y “con una buena disposici¨®n hacia Gran Breta?a”. Los brit¨¢nicos le hab¨ªan ense?ado a ser soldado. Ahora le iban a vender armas. Era, despu¨¦s de todo, “uno de los nuestros”.
La primera visita oficial de Am¨ªn despu¨¦s de nombrarse presidente vitalicio fue a Israel, donde hab¨ªa entrenado con la fuerza a¨¦rea. (Durante a?os llev¨® pegado al uniforme unas alas que hab¨ªa recibido de los israel¨ªes como testimonio de haber completado un curso de paracaidismo). El inter¨¦s de Israel en apoyarle ten¨ªa que ver, aparentemente, con la enemistad que ten¨ªa con el r¨¦gimen propalestino del vecino pa¨ªs de Sud¨¢n y su disposici¨®n a ayudar a entregar armas israel¨ªes a un grupo rebelde sudan¨¦s.
La segunda visita oficial que hizo Am¨ªn fue a Londres. El Foreign Office (canciller¨ªa brit¨¢nica) recomend¨® que se le preparara una cama “extragrande”, advirti¨® que su “filosof¨ªa pol¨ªtica” era “algo confusa”, pero pidi¨® que la reina le recibiera con todos los honores. Y tambi¨¦n que se le invitara a Escocia y se le diera la posibilidad de ba?arse (el tirano se jactaba de ser un gran nadador) en el mar escoc¨¦s. “Am¨ªn, evidentemente, le da gran importancia a la aprobaci¨®n y apoyo del Gobierno brit¨¢nico”, observ¨® el Foreign Office.
Todo se cumpli¨® al pie de la letra. La reina Isabel invit¨® a cenar al palacio de Buckingham al que acabar¨ªa siendo uno de los dictadores m¨¢s sanguinarios de ?frica y, sentado junto al monstruo, desfil¨® en carruaje por la venerable avenida londinense de Pall Mall.
Giles Foden, autor de El ¨²ltimo rey de Escocia, ha escrito en un art¨ªculo para el diario The Guardian que para comprender las locuras en las que caer¨ªa Am¨ªn hay que entender el componente “ed¨ªpico” de su relaci¨®n con la madre patria colonial. La conexi¨®n filial empez¨® a aflojarse como consecuencia de la decisi¨®n que tom¨® Am¨ªn de expulsar de Uganda a todos los ciudadanos de origen asi¨¢tico, la mayor¨ªa indios. Eran 35.000. Se vieron obligados a evacuar el pa¨ªs entre agosto y noviembre de 1972. Casi todos encontraron refugio en Gran Breta?a. La idea de expulsarlos, muy aplaudida por su gente, le vino en un sue?o, explic¨® despu¨¦s.
Las consecuencias para la econom¨ªa de Uganda fueron desastrosas, ya que, con la salida de los asi¨¢ticos ?muchos de ellos, profesionales u hombres de negocios?, el pa¨ªs perdi¨® un gran capital humano. El resentimiento que provocaba la concentraci¨®n de riqueza en manos asi¨¢ticas entre la mayor¨ªa africana del pa¨ªs hizo no s¨®lo que consolidara su poder, sino que generara admiraci¨®n en otros pa¨ªses africanos con circunstancias similares. Fue debido en parte a esta acci¨®n que la Organizaci¨®n de Unidad Africana le nombrara presidente, pese a la oposici¨®n de Julius Nyerere, en 1975.
Otro factor a favor de Am¨ªn a la vista de mucho africanos fue la manera en la que se burlaba de los brit¨¢nicos. Tras provocar la ira de Londres con la expulsi¨®n de los asi¨¢ticos, Am¨ªn respondi¨® humillando a los brit¨¢nicos residentes en Uganda, acus¨¢ndolos de ser esp¨ªas (eran unos 700) y amenazando con mandarlos a todos al pared¨®n. Hizo que un grupo de ellos le llevara a hombros en una silla, como un emperador azteca, por las calles de Kampala. Arrest¨® a otro, un catedr¨¢tico en la Universidad de Makerere, donde hab¨ªa estudiado la mayor¨ªa de las esposas del dictador, muy cultas todas ellas. Se llamaba Denis Hills y estaba escribiendo un libro sobre las atrocidades de Am¨ªn. La polic¨ªa secreta del tirano entr¨® en su casa y se llev¨® el manuscrito del libro. Am¨ªn orden¨® que compareciera ante un tribunal militar, que lo conden¨® a muerte. Hills se convirti¨® en una de las personas m¨¢s famosas del Reino Unido. Su nombre aparec¨ªa todos los d¨ªas en las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos ingleses. Am¨ªn lo utiliz¨® para re¨ªrse de los brit¨¢nicos, con quienes su relaci¨®n ed¨ªpica hab¨ªa evolucionado a una de amor-odio. Por la ma?ana anunciaba que Hills estaba a punto de morir; por la tarde, que bueno, que no, que con tal de que la reina pidiera perd¨®n por el comportamiento de su s¨²bdito, quiz¨¢ le absolver¨ªa. Y as¨ª, como la escena de la novela con el doctor Garrigan, durante semanas.
Finalmente, el primer ministro, Harold Wilson, le escribi¨® una carta pidiendo disculpas. La reina le rog¨® que perdonara la vida a Hills. Am¨ªn segu¨ªa jugando con la potencia nuclear, el viejo imperio. James Callaghan, entonces canciller, vol¨® a Kampala a por Hills. Am¨ªn, tras someter a Callaghan a varias indignidades (le dio un recorrido por la capital en un jeep, conduciendo como un loco), le entreg¨® el prisionero.
Exultante, Am¨ªn declar¨®: “Soy el pol¨ªtico m¨¢s grande del mundo. He dado una sacudida tan dura a los brit¨¢nicos que merezco un t¨ªtulo en filosof¨ªa”. Pero incluso as¨ª no pudo romper la conexi¨®n umbilical con los brit¨¢nicos. La soluci¨®n que encontr¨® al dilema fue odiar a los ingleses y amar a los escoceses. Se convirti¨® en un ac¨¦rrimo promotor de la independencia escocesa. En la novela de Foden, el motivo decisivo por el que decide perdonar la vida a Garrigan es el hecho de ser escoc¨¦s.
Pero no se la perdon¨® a muchos m¨¢s. Las matanzas de los enemigos, reales e imaginados, siguieron durante sus ocho a?os en el poder. Y su megaloman¨ªa fue en aumento. Dec¨ªa las cosas m¨¢s disparatadas. Su filosof¨ªa de la libertad la resum¨ªa, por ejemplo, de la siguiente manera: “En los pa¨ªses comunistas, uno no puede hablar libremente. Hay un esp¨ªa por cada tres personas. Nadie tiene miedo aqu¨ª. Es como las chicas ugandesas. Les digo que sean orgullosas, no t¨ªmidas. No tiene ning¨²n sentido llevar a una chica a la cama si es t¨ªmida. ?Entiende lo que le digo?”. Escribi¨® una carta a Richad Nixon en pleno Watergate en la que dec¨ªa: “Mi querido hermano, es verdad que tienes m¨¢s que suficientes problemas sobre la mesa. Le pido a Dios que te ayude. Nosotros los ciudadanos de Uganda esperamos que tu gran naci¨®n no siga utilizando sus enormes recursos, especialmente los militares, para destruir la vida humana en la Tierra”. Sobre Oriente Pr¨®ximo declar¨®: “Una victoria ¨¢rabe sobre Israel es inevitable, y la ¨²nica salida que tiene la primera ministra Golda Meir es subirse las bragas y salir corriendo hacia Nueva York o Washington”.
Las declaraciones m¨¢s escandalo-sas fueron las que hizo en una carta al secretario general de Naciones Unidas, Kurt Waldheim. Refiri¨¦ndose al genocidio nazi, dijo: “Ocurri¨® porque Hitler y los alemanes sab¨ªan que los israel¨ªes no son gente que act¨²a en favor del resto, y por eso los quem¨® vivos con gas”.
Los israel¨ªes acabaron detest¨¢ndole. Rompieron relaciones diplom¨¢ticas con ¨¦l, como los brit¨¢nicos. La magnitud del error que cometi¨® Israel en ayudarlo a tomar el poder se demostr¨® en 1976, cuando un avi¨®n secuestrado por militantes palestinos y lleno de pasajeros israel¨ªes aterriz¨® en el aeropuerto de la capital ugandesa. Am¨ªn permiti¨® que permanecieran ah¨ª, a pesar de las amenazas terroristas de matar a pasajeros si Israel no liberaba a presos palestinos. El episodio concluy¨® cuando comandos israel¨ªes aterrizaron de noche en el aeropuerto, mataron a los terroristas, liberaron a los rehenes y, de paso, destruyeron la fuerza a¨¦rea ugandesa.
Desde ese d¨ªa, Am¨ªn dej¨® de llevar puestas las alas que le hab¨ªan regalado en Israel. A cambio se gan¨® la admiraci¨®n de Muammar el Gaddafi y del mundo ¨¢rabe en general. Lo cual le fue muy ¨²til al ser derrocado en 1979. Los libios lo evacuaron de Uganda, y de ah¨ª se traslad¨® a Arabia Saud¨ª, donde vivi¨® en paz en una mansi¨®n donada por el Gobierno durante 24 a?os, hasta su muerte, en la cama, en 2003. Pocas veces se le volvi¨® a ver en p¨²blico. Una de ellas fue en un funeral en Jeddah, al que asisti¨® vestido con falda escocesa.
Nota: La pel¨ªcula ‘El ¨²ltimo rey de Escocia’ se estrena en los cines espa?oles el pr¨®ximo 23 de febrero.
Las dos caras de Idi Am¨ªn. Por Lourdes G¨®mez
La pel¨ªcula El ¨²ltimo rey de Escocia se adentra en la personalidad de Idi Am¨ªn a partir de una relaci¨®n ficticia entre el dictador africano (Forest Whitaker) y Nicholas Garrigan (James McAvoy), un m¨¦dico escoc¨¦s que despertar¨¢ tarde a la bruta realidad que se esconde detr¨¢s del carisma del general. Basada en la novela del mismo t¨ªtulo de Giles Foden y dirigido por Kevin Macdonald ¨Cgalardonado por sus documentales Touching the void y One day in september¨C, el filme explora la contribuci¨®n del antiguo Imperio Brit¨¢nico a la creaci¨®n de un tirano. ¡°No es una biograf¨ªa de Am¨ªn, sino la historia de una amistad improbable, pero de afecto real. Es la relaci¨®n entre el colonizado y el colonizador¡±, explica Macdonald. ¡°Am¨ªn¡±, a?ade, ¡°a¨²n provoca reacciones de amor y odio en Uganda. En medio est¨¢n los que reconocen signos positivos en su mandato. Restaur¨® el orgullo de los ugandeses enfrent¨¢ndose a los brit¨¢nicos, ayud¨® a crear una clase media expulsando a la comunidad india¡¡±.Para Whitaker, la novela fue s¨®lo un punto de partida. Ley¨® los discursos del dictador y habl¨® con su familia. Estudi¨® incluso suajili, el dialecto de la tribu de Am¨ªn, para imbuirse del esp¨ªritu del ex boxeador y soldado. Durante el rodaje en Uganda, nunca dej¨® de ser Idi Am¨ªn, rememorando chistes y sembrando el terror entre sus compa?eros. ¡°Me sumerg¨ª en el personaje por completo. Nunca hab¨ªa estado en ?frica y deb¨ªa comprender qu¨¦ es ser africano. Tengo ahora un concepto distinto de mis ra¨ªces y reconozco mejor de d¨®nde parte la paranoia, el miedo, el dolor, el odio¡±, explica en Londres. ¡°Sent¨ª una gran responsabilidad. Es una figura que representa la dicotom¨ªa de un continente: Nelson Mandela, por un lado; Idi Am¨ªn, por otro. Mucha gente muri¨® en Uganda durante su r¨¦gimen. No estaba capacitado para gobernar, pero intent¨® ayudar a su pa¨ªs hasta que abus¨® de las herramientas del poder¡±. En pantalla, Whitaker desnuda las distintas capas del car¨¢cter de Am¨ªn, desde la vulnerabilidad hasta la brutalidad. ¡°Humanizar el personaje no me parece negativo¡±, advierte Macdonald.
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