Las m¨¢scaras de Will Oldham
A pesar de su proverbial alergia a promocionar sus trabajos y el gusto por usar distintos sobrenombres, el cantautor de Kentucky goza tras quince discos de un prestigio indiscutible. Lo corrobora su nuevo ¨¢lbum, el m¨¢gico The letting go, grabado en Islandia bajo su seud¨®nimo m¨¢s estable: Bonnie Prince Billy.
Cuando haces un disco o escribes una canci¨®n, ya est¨¢s de por s¨ª en un paisaje que no tiene relaci¨®n directa con la realidad". Will Oldham (Louisville, Kentucky, 1970), alias Bonnie Prince Billy, desprende lucidez, pese a que su discurso resulta algo fragmentario. Se le percibe inc¨®modo al otro lado del tel¨¦fono, fruto de una aversi¨®n progresiva por las entrevistas. ?Y por qu¨¦ un n¨®mada como ¨¦l ha vuelto ahora a su Kentucky natal? "Es una larga historia", zanja esquivo. Will prefiere abordar el viaje en el que culmin¨® su reciente The letting go (Domino/Pias), registrado en Reikiavik con producci¨®n de Valgeir Sigurdsson, hombre de confianza de Bj?rk (la diva y Oldham vivieron una gira conjunta hace tres a?os y ¨¦l puso voz en una banda sonora compuesta por ella). "El marco island¨¦s, tan ajeno a mis m¨²sicos, bizarro, oscuro, fr¨ªo, les ayud¨® a comprender que no estaban haciendo algo con lo que necesariamente deb¨ªan identificarse", a?ade Will, a cuento del paisaje irreal propiciado por su m¨²sica. ?Es ¨¦se el sonido de la mente del que hablaba Dylan en los tiempos de Blonde on Blonde? Oldham disiente: "Es el que me gustar¨ªa alcanzar, pero no lo tengo en mi cabeza. Con la colaboraci¨®n de distintas fuerzas, intento concretar algo que s¨®lo existe en lo abstracto". El de Louisville, proclive a las bandas siempre cambiantes y a la libre iniciativa de ¨¦stas, aplic¨® en Islandia su receta preferida en cuestiones de acompa?amiento: "Amigos, familia, extra?os y gente a la que admiro enormemente. Con eso creo que la m¨²sica puede alcanzar su m¨¢ximo potencial". O, lo que es lo mismo, el habitual bater¨ªa Jim White (Dirty Three), su hermano Paul Oldham al bajo, el guitarrista Emmet Kelly y la et¨¦rea garganta de Dawn McCarthy (Faun Fables), adem¨¢s de suaves arreglos de cuerda. "Estaba fumando marihuana la primera vez que escuch¨¦ a Dawn hace a?os. Y su cualidad magn¨¦tica me atrajo una y otra vez hacia esos lugares desconocidos en los que querr¨ªa vivir", balbucea Will, embelesado por el arte de su colaboradora. Y de ah¨ª, directamente al tartamudeo. Toca hablar de la madre de todas las colaboraciones: Johnny Cash grab¨® un tema de Oldham ('I see a darkness') en American III: solitary man. Lo hizo por sugerencia de su mujer, June Carter, y Will particip¨® en los coros. "He tejido en mi alma una relaci¨®n con ¨¦l y su obra toda mi vida. Se convirti¨® en un erudito ¨ªntimo de mi canci¨®n y eso me llev¨® a reflexionar sobre todos los aspectos de lo que hago: interpretar, componer, grabar, relacionarme con los m¨²sicos... Inolvidable".
Oldham ha compartido aventuras musicales sin freno (Candi Staton, P. J. Harvey, Smog...
), pero impact¨® verle editar en 2006 un ¨¢lbum entero de versiones junto a los vanguardistas Tortoise, sobre todo al atreverse con Milton Nascimento en portugu¨¦s. La cosa choca menos si se sabe de su EP, siete a?os atr¨¢s, basado en poemas de Tagore o del cargamento de viejas cintas de flamenco que obtuvo en su gira espa?ola con Migala, en 1997: "Me las dio Rub¨¦n, el bater¨ªa. Eran de su madre, me dijo que ya no las escuchaba. Adem¨¢s, me encanta el Omega de Morente".
Este renovador del folk esta
dounidense, a veces encuadrado en el country alternativo, cultiva una carrera paralela como actor. Siempre en la independencia cinematogr¨¢fica, aunque particip¨® no hace mucho en un filme, Junebug, que luc¨ªa alguna candidatura al oscar. Debut¨® en 1987, a las ¨®rdenes de John Sayles ('Lone Star', 'Passion Fish') en Matewan, una historia sobre mineros de principios del siglo pasado. Hac¨ªa de predicador en ciernes. "Pese a las referencias b¨ªblicas de mis canciones, no siento m¨¢s apego por la religi¨®n del que pueda tener por una discogr¨¢fica o un gobierno. Creo que usa lo espiritual para intentar organizar o explotar a las personas". Aquel rodaje le aport¨® una inmersi¨®n en m¨²sica tradicional de los Apalaches, algo valioso para el tipo de obra que emprendi¨® desde su comienzo en los noventa, cuando todos sus alias derivaban del t¨¦rmino Palace: "M¨²sica con sentido, en donde quiz¨¢ la palabra sea lo m¨¢s importante". Material muchas veces oscuro, de culpa y amores dolientes, hasta el punto de la paradoja: Will no quiere dejarse dentro todo eso, pero tambi¨¦n teme exportar malas vibraciones. "Nunca entend¨ª a Kurt Cobain, el que hiciera creer a la gente que puede ser adorada por convertirse en una figura tr¨¢gica", se lamenta. Y sobre su propia hiperactividad no le caben dudas: "No creo en aquello de despertarse cada d¨ªa y ser siempre lo mismo; mejor despertarse y estar en el proceso de convertirse en algo".
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