La ¨¦tica de la mirada atenta
Josep Maria Esquirol plantea en este ensayo la relaci¨®n entre la ¨¦tica y la mirada, dos aspectos que articula a trav¨¦s del concepto de respeto.
EL RESPETO O LA MIRADA ATENTA. Una ¨¦tica para la era de la ciencia y la tecnolog¨ªa
Josep Maria Esquirol
Gedisa. Barcelona, 2006
176 p¨¢ginas. 14 euros
Desde los a?os sesenta del siglo pasado, el mundo de im¨¢genes y signos crece sin medida normalizada y amenaza con invadirlo todo. Parece que la representaci¨®n se haya convertido en la realidad, el mapa en territorio, como tem¨ªa Borges. El individuo, en un punto neur¨®tico que mira a trav¨¦s de la ventana de los medios unas im¨¢genes que por su colorido y movilidad siente m¨¢s reales que ¨¦l mismo. ?No habr¨ªa que moderar con ¨¦tica y ascesis esa "mirada opulenta", que acaba con todo, que ya no ve otra realidad que sus bomb¨¢sticas visiones? ?Fundar una pr¨¢ctica de lo bueno y correcto, una pr¨¢ctica de lo real, en el navegar cotidiano entre abismos de representaciones, como quer¨ªa el viejo Illich?
Estas cuestiones son preguntas con sentido. ?Por qu¨¦? Porque ello resulta obvio en la pr¨¢ctica, y porque en lo profundo esa urgencia ¨¦tica y asc¨¦tica es apremio ontol¨®gico, como vemos, es decir, cuestiona nada menos que el modo general de ser y vida de las cosas. Este libro no ofrece respuestas con sentido a estos interrogantes (no las hay ni puede haber por hoy, porque, si no, no existir¨ªan ¨¦stos, en camino, adem¨¢s, de hacerse eternos), pero s¨ª criterios con sentido para enfrentarse a ellos.
Josep Maria Esquirol expone la estrecha relaci¨®n entre ¨¦tica y mirada articul¨¢ndolas con un concepto, el de respeto, de gran juego ¨¦tico, incluso a la vieja usanza. Pero no s¨®lo eso, porque el respeto moral al otro y lo otro en la pr¨¢ctica es primordialmente respeto ontol¨®gico a lo real en el pensar; o en el mirar. El respeto implica una mirada atenta, algo m¨¢s que la pura recepci¨®n de los impulsos el¨¦ctricos o la activaci¨®n de pautas cognitivas. La mirada atenta implica una relaci¨®n ¨¦tica, porque mirar comporta un perjuicio o un beneficio para lo que observamos.
Primero, hay que aprender a
mirar, sin m¨¢s, porque no hay nada m¨¢s ofensivo que ni siquiera ver a los otros, relegarlos a la inexistencia. (?sa es la gran ofensa ¨¦tica a lo real, inherente a la mirada a las im¨¢genes y no a las cosas). Despu¨¦s, hay que aprender a mirar con atenci¨®n y respeto, c¨®mo y d¨®nde. Porque la mirada tiene muchos pliegues; a veces se trata de no acercarla demasiado o de saber, incluso, apartarla a tiempo. Hay que aprender de alguien que sepa, como sucede en la magn¨ªfica pel¨ªcula de Akira Kurosawa, Dersu Urzala, que cita el libro.
Esta capacidad de aprender a mirar la devasta una sociedad tecnocient¨ªfica altamente voyeur¨ªstica, que ha desarrollado conductas enfermizas de lo visual. El allanamiento cuantitativo de la realidad lleva a un solipsismo contempor¨¢neo, en el que todo es visible porque todo importa lo mismo, poco, nada. La ¨¦tica del respeto tiene esa capacidad de bumer¨¢n, en la que si no se respeta a nadie tampoco se respeta uno mismo. La capacidad y disponibilidad de m¨¦todos y utensilios para ver y transmitir todo han eliminado la privacidad, la intimidad personal. Con ellas han desaparecido de nuestro campo visual lo oculto, misterioso, lo c¨®smico, a lo que acced¨ªa, embebecida en ello, esa fragilidad reservada de la mirada personal: uno mismo y su ¨¢nimo.
Nada oculto o misterioso, en efecto, queda ya por transgredir con los ojos, y en ning¨²n sentido, porque lo que en definitiva existe a nuestro alrededor es mercanc¨ªa a disposici¨®n, escrutinio y consumo. Si significa algo hablar de respeto a lo natural, si todav¨ªa queda un resquicio de lo sublime en nuestro entorno, ¨¦ste debe nacer de una agudeza visual que no se agote en esa mercanc¨ªa imp¨²dica. Es horrible la jerga tecnocr¨¢tica de "recursos ecol¨®gicos" o "valor a?adido del paisaje", por ejemplo. La experiencia primigenia de la naturaleza en plena acci¨®n (tempestades, atardeceres, noches estrelladas, etc¨¦tera) remite a algo que va m¨¢s all¨¢ de nosotros, aunque no sea experimentable m¨¢s que por nosotros mismos: lo c¨®smico sin m¨¢s, sin valores ni recursos a?adidos. Esa experiencia, que rompe la mirada tecnocr¨¢tica, es justamente la de la fragilidad frente a lo inconmensurable, pero la de la m¨ªa: la que me da realidad como ser fr¨¢gil, absorto, abierto de mirada a lo real-otro. Cuando somos capaces de mirar con atenci¨®n y respeto reconocemos nuestra propia realidad, por fr¨¢gil que sea, en la del otro y lo otro, por muy extra?o que sea. Ya no somos el punto neur¨®tico solitario, agazapado en una campana virtual, tan virtual como ella misma. Con todas sus connivencias, el mapa es el mapa y el territorio el territorio. Las im¨¢genes son im¨¢genes y lo real es lo real. Habr¨¢ muerto el yo, pero yo todav¨ªa no.
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