Pesadillas del teatro argentino
?QU? TIENEN en com¨²n un Stradivarius venerado como un ¨ªdolo pero seco de m¨²sica, el can¨ªbal de Rotemburgo rumiando la cena de su vida y Eugene Ionesco, dramaturgo, metido a personaje para narrar el infierno de un encierro sin fin? Todos ellos -y una que otra familia disfuncional que apila d¨ªas sin que nada suceda- acaban de mudarse en Buenos Aires, una ciudad que respira teatro y en 2006 celebr¨® 600 estrenos, a la misma comunidad: Po¨¦ticas de iniciaci¨®n, un libro publicado por Atuel, que re¨²ne piezas escritas entre 2000 y 2005 por seis de los m¨¢s j¨®venes dramaturgos argentinos. Promedian los 30 a?os y comparten -m¨¢s de obra que de palabra- una visi¨®n de la realidad en la cual la violencia real o simb¨®lica manda. Convocados por el cr¨ªtico Jorge Dubatti, responsable a la vez de la selecci¨®n y edici¨®n de los textos, Gast¨®n Cerana, Diego Faturos, Fernando Rubio, Manuel Santos I?urrieta, Claudio Tolcachir y Lautaro Vilo presentaron el libro en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba).
En el libro Po¨¦ticas de iniciaci¨®n, seis nov¨ªsimos dramaturgos se curan en teatro de la violencia real o simb¨®lica
"Yo ten¨ªa una idea, no una obra: una madre medio hija de sus hijos y un desastre familiar", cont¨® ese d¨ªa Claudio Tolcachir, autor y director de La omisi¨®n de la familia Coleman, uno de los estrenos m¨¢s premiados de la temporada 2005/2006. "Que no buscaran un conflicto, que no pasara nada" era la indicaci¨®n que Tolcachir daba una y otra vez a sus actores, ocupados en una suerte de "improvisaci¨®n con sistema" mientras ¨¦l lo apuntaba todo. El resultado es una pieza desopilante en la que cada peque?a miseria familiar (la lavadora no funciona, han cortado el gas, empe?aron el reloj de la abuela...) suma absurdos y entrel¨ªneas, y trama un cuadro de ¨¦poca en el que el p¨²blico r¨ªe (?reflejado?) hasta que el silencio explota.
En Un acto de comuni¨®n, de Lautaro Vilo, otra de las obras incluidas, Hannibal Lecter es eclipsado por un caso policial real. "Los forenses dicen que com¨ª unos veinte kilos en todo ese tiempo (...) Durante casi dos a?os como un hombre lobo com¨ª un poco de Joss (...) Eso era, su presencia, en cada bocado", confiesa en espeluznante soliloquio el protagonista, ¨¢lter ego de Armin Meiwess, el alem¨¢n condenando a cadena perpetua por asesinar en 2001 y comerse a otro hombre, que hab¨ªa conocido en internet, para cumplir las fantas¨ªas sexuales de ambos. "De qu¨¦ manera el teatro puede contar una historia con tal carga de violencia", confes¨® haberse preguntado Vilo. "La historia debe ocurrir en la cabeza de la gente", se contest¨®. La puesta incluye canciones de Lou Reed, Kurt Cobain y Mark Sandman que a modo de "banda sonora de una pel¨ªcula dan cuenta de un dispositivo esc¨¦nico inspirado en el ritmo cinematogr¨¢fico". Lo importante, brome¨® el autor, era "evitar que Miramax me robara la historia".
"Provocaci¨®n" y "antiteatro" tampoco est¨¢n ausentes. Con esas palabras defini¨® Rubio Un barco de cemento en un mundo paral¨ªtico para ni?os abstractos, la pieza escrita (a¨²n no representada) mientras cursaba la carrera en la Escuela Municipal de Dramaturgia, contra cuyas ense?anzas se encrespa. "V¨¦rtigo, intensidad y ritual" son palabras clave para este autor nacido en 1975. Preceptos que bien podr¨ªa compartir Santos I?urrieta (Lucientes), partidario de un teatro ¨¦pico que reedite a Brecht y que, hombre de acci¨®n, es terminante: "Yo no soy un dramaturgo sino un actor que escribe".
La m¨²sica, interpretada en vivo por m¨²sicos-actores, es hilo conductor en El cuento del viol¨ªn de Gast¨®n Cerana, donde un Stradivarius encerrado en una caja es fetiche familiar. "Hab¨ªa una vez este bendito viol¨ªn, esta sagrada familia y mi ¨²nica historia de amor", relata el primer parlamento de un joven autor para quien el teatro debe "tocarle el coraz¨®n a la gente". Hacer contacto, conmover, cambiar. Esa sed tambi¨¦n atraviesa Vientos que zumban ladrillos, de Diego Faturos. Con Ionesco como personaje la obra demand¨® un a?o de trabajo y naci¨® de "la imagen de tres personas compartiendo la misma cama, en un piso inundado y sin puertas". Agobio que el Enfermo, uno de los protagonistas, conjura con una pregunta repetida a sus compa?eros de encierro; pregunta que bien puede servir como paraca¨ªdas, abracadabra o exorcismo frente a la oscuridad sin moralejas de estas po¨¦ticas, que se curan en teatro de la acidez del mundo: "?So?aste anoche?".
Raquel Garz¨®n (C¨®rdoba, 1970) es poeta. Ha escrito, entre otros, Monstruos privados (2006) y Riesgos de la noche (2001), ambos publicados por Alci¨®n.
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