Lo incomprensible
1Una reacci¨®n infantil, rozando el teatro del absurdo adquiere de pronto una envergadura insospechada y dicen que tiembla el Camp Nou. ?Por qu¨¦, dios m¨ªo? Muchos no entendemos nada, no comprendemos de qu¨¦ gravedad hablan. O bien el caso Eto'o -futbolista que vive todav¨ªa en el estado infantil del lenguaje- no tiene la menor importancia, o la tiene y mucha, y entonces deber¨ªan explic¨¢rnoslo todo con una precisi¨®n que fuera m¨¢s all¨¢ de llenar portadas, o de dar la imagen de un abrazo medi¨¢tico en un entrenamiento, o de mostrarnos al mism¨ªsimo Rosell en una emisora de radio diciendo -?¨¦l tambi¨¦n!- que no comprende nada.
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S¨®lo lo nuevo, incomprensible siempre al principio, hace avanzar al arte. Lo nuevo, por otra parte, siempre es noticia. Tal vez por eso, el caso Eto'o nos ha sido involuntariamente presentado como incomprensible. Para que fuera noticia.
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La infancia es siempre la infancia de un solo ni?o; no es un mundo peque?o, porque es todo el mundo. Hay una frase de C¨¦sar Aira que, aplicada a Eto'o queda perfecta: "Al ni?o no se le ocurre que puedan no entenderlo, porque su mundo est¨¢ todo ocupado por ¨¦l mismo, y esa ocupaci¨®n es su lengua". Lo m¨¢s significativo de todo -otro hecho incomprensible- es que los informadores hicieron como que entend¨ªan a Eto'o desde el primer momento.
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Rosell en una emisora de radio diciendo -?¨¦l tambi¨¦n!- que no comprende nada. No son as¨ª las cosas, quienes no comprendemos nada somos lo que queremos saber si hay algo que no comprender. ?Qu¨¦ es lo que no entiende Rosell? Queremos al menos saber si la gracia est¨¢ en que no hay nada que entender y lo ¨²nico que sucede es que cada vez se habla menos de f¨²tbol y m¨¢s del entorno y que cualquier nimiedad sirve para un titular. Se dir¨ªa que en todos los campos de la informaci¨®n pasa igual. Un asalto a una casa particular, por ejemplo, saldado con dos muertos por tiros de escopeta nos fue presentado de entrada sin ambig¨¹edad alguna, todo muy bien explicado. Pero pronto vimos que era una excepci¨®n a la regla. Han pasado s¨®lo unos d¨ªas y aquel asalto ya se ha vuelto incomprensible y ya ni sabemos si los muertos eran secuestradores. Es como si se buscara que en todo al final acab¨¢ramos diciendo: "?Es incomprensible, oye!". Todas las historias reales de hoy recuerdan a Cosecha roja, de Hammett, en la que hab¨ªa muertos que ni el autor sab¨ªa por qu¨¦ eran asesinados, y eso nos empujaba a seguir leyendo.
5Cuando veo a un escritor en la televisi¨®n, me pregunto si ¨¦ste no se da cuenta de que en ese medio s¨®lo se refleja su imagen (su rostro, la camisa que lleva, etc¨¦tera), pero nunca lo que escribe, por mucho que intente pat¨¦ticamente resumir ah¨ª lo que dice en sus libros. Un escritor en la televisi¨®n es m¨¢s incomprensible, si cabe, que ¨¦l mismo cuando escribe algo incomprensible.
6Me acuerdo que de joven ten¨ªa un sistema infalible para saber qu¨¦ me gustaba y qu¨¦ no: me gustaba lo que parec¨ªa selecto y que, encima, no entend¨ªa. Si lo entend¨ªa, lo abandonaba inmediatamente. Como dec¨ªa John Cage, el horizonte de la cultura popular es su condena a una redundancia perpetua.
7Salgo a la calle tomando toda clase de precauciones. Quiero hacerme incomprensible para todo el mundo. Cuello alto del abrigo, grandes gafas de sol, sombrero. Juego a inventarme que me he vuelto susceptible y que no deseo que me pare nadie por la calle porque no hay nada que comprender de m¨ª. Y todo porque acabo de leer a Julien Gracq: "Gentes por lo dem¨¢s delicadas y decentes, y que seguro no so?ar¨ªan jam¨¢s con abordar a un desconocido (que acaba de serles presentado) con la pregunta: "?Qu¨¦, todav¨ªa enamorado?", se creen no obstante obligadas a decir desde el inicio, como si fuera un gesto de cortes¨ªa: "?Y qu¨¦, tiene alg¨²n libro en curso?".
En realidad, lo que de verdad m¨¢s temo es que alguien me pare y me diga: "Oiga, a usted no le entiendo nada".
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?De d¨®nde puede haber surgido la incomprensible idea de recopilar nombres de personas nacidas el a?o en que nac¨ª? He encontrado de todo. Un astr¨®nomo extragal¨¢ctico vietnamita, por ejemplo, que se llama Trinh Xuan Thuan. Hay muertos: Salvador Puig Antich, Paquirri, Alejandro Onassis. Est¨¢ el eterno pr¨ªncipe Carlos, de Inglaterra. Amigos como Jordi Llovet, Tito Dalmau y Alberto Manguel. Amigas como Jimena Jim¨¦nez. Un mito de adolescencia, Marisol. Y dos personas que nacieron el mismo d¨ªa que yo: Al Gore (vino al mundo dos horas antes de mi llegada, as¨ª que pudo olfatear primero el calentamiento global) y la actriz de Brooklyn Rhea Perlman (ignoro la hora de su parto). Hay muchos m¨¢s nombres: Dominique Sanda, Jessica Williams, V¨ªctor Hugo Rasc¨®n Banda, Rita Mal¨², Ian McEwan, Jaume Sisa, Hrafn Gunnlaugsson, James Ellroy, Basilisa Pons¨¢, Gerard Depardieu.
Me gustar¨ªa hacerme con un informe preciso, muy detallado, acerca de cu¨¢ntas de todas esas personas dejaron ya el tabaco, el alcohol o el caf¨¦, y en qu¨¦ momento y circunstancias lo hicieron. Tambi¨¦n querr¨ªa saber si ellos entienden algo de las noticias que dan por ah¨ª. Pero comprendo que, aparte de infeliz y absurda, es una tarea tit¨¢nica, cuando no imposible. Y, adem¨¢s, nadie me entender¨ªa, seguro.
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"Hay alg¨²n malentendido, y ese malentendido ser¨¢ nuestra ruina" (Franz Kafka).
10 Oficialmente, se ha querido
presentar lo de Eto'o como un malentendido. Pero todos sabemos que un malentendido no se resuelve jam¨¢s, porque no es ¨¦se su destino. Para resolverlo deber¨ªamos ir hacia atr¨¢s, y ya se sabe que fuera de la ficci¨®n no se vuelve al pasado. El destino del malentendido es justamente el contrario: engendrar m¨¢s malentendidos, multiplicarlos y hacerlos m¨¢s eficaces, hacer de ellos verdades que sirvan para vender m¨¢s peri¨®dicos. El ni?o (Eto'o en este caso) vive en el sobreentendido; el adulto (el Bar?a) en el malentendido.
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