Okupas 'kontra' todos
El movimiento juvenil 'anarco' de Valencia se considera acorralado y se atrinchera en la radicalidad
"Nos da asco el sistema, pero no somos criminales, y se nos trata como tales". Lo piensa y lo dice un chico bastante joven que se autodefine como "libertario". Lo hace tras contener la enorme desconfianza, casi f¨ªsica, que le da hablar con alguien de "la prensa burguesa comercial". "Nuestros comunicados hablan por nosotros", a?ade. Est¨¢n pegados en las paredes del centro hist¨®rico de Valencia, o colgados en diferentes portales de contrainformaci¨®n en Internet. En ellos, se manifiesta muy exaltadamente que los j¨®venes anarcos locales no tienen nada que ver con ning¨²n acto de violencia urbana reciente; tambi¨¦n, que la percepci¨®n de estos actos se ha manipulado por los medios y la polic¨ªa, y que detr¨¢s de unos y otros, est¨¢n los pol¨ªticos y las inmobiliarias.
"La actitud 'punk' se ha impuesto a otros preceptos m¨¢s ideol¨®gicos"
"Este a?o es clave para los 'okupas' en esta ciudad, porque es el de la Copa del Am¨¦rica"
As¨ª pues, no se hacen responsables de la loca quema de veh¨ªculos y contenedores que, hace escasas semanas, sigui¨® al desalojo social del Centro Social Okupado Malas Pulgas en El Mar¨ªtim, un espacio que hab¨ªa crecido tras el previo incendio y destrozo de otro centro social cercano muy activo, La Pilona. A ¨¦ste, ahora, en una hora negra para la okupaci¨®n municipal, se le intenta volver a invocar desde las cenizas. Tampoco se asumen las consecuencias de la reciente pelea que unos libertarios mantuvieron con el alcalde de Albaida y que, como la quema de veh¨ªculos, ha tra¨ªdo complicaciones con la justicia. Para financiar los gastos de este tipo de problemas est¨¢n las llamadas "cajas de resistencia", fondos comunes con los que se puede colaborar comprando calendarios en bares afines, o acudiendo a conciertos montados ad hoc. No se menciona en panfletos visibles o en pasquines destacados nada en relaci¨®n con la okupaci¨®n, durante horas, y tambi¨¦n como reacci¨®n al desalojo del Malas Pulgas, de una f¨¢brica en el Camino de Moncada.
Ezequiel (no es su verdadero nombre), estudiante universitario veintea?ero, es uno de la quincena de activistas libertarios vinculados al Centro Social Okupado l'Horta de Benimaclet, "el ¨²nico que ahora mismo hace marcha en Valencia". "Los pol¨ªticos y los especuladores se han cargado el resto", asegura. "Este a?o es clave para los okupas en esta ciudad, porque es el de la Copa del Am¨¦rica, el a?o en que todo vale para el ladrillo, y nos quieren obligar a claudicar: Hemos de resistir, queremos la autogesti¨®n".
Estos centros-sociales-okupados suelen tener un piso para actividades y otro para vivienda. Seg¨²n el nivel de vinculaci¨®n del simpatizante, puede vivir en estos espacios, en los que la asamblea es el dios, o s¨®lo participar de su estructura de actividades. Ezequiel dice que, por lo que ¨¦l sabe, en el Centro de l'Horta no hay problemas con alg¨²n posible propietario. Esto suele ser m¨¢s com¨²n de lo que mucha gente piensa. Originariamente, la mayor parte de centros sociales son inmuebles infectos y abandonados por motivos diversos, y los okupas no dejan que se desmoronen. Suelen ser privados, aunque a veces tambi¨¦n p¨²blicos. Nunca sucede, por tanto, lo que mucha gente con piso parece temer hoy: que, al volver de vacaciones, uno se encuentre con okupas con cresta de mohicano dentro de casa. "No tendr¨ªa sentido ninguno, ?qu¨¦ ¨ªbamos a reivindicar as¨ª?", dice Ezequiel. Aunque hay otro tipo de ocupaci¨®n. Sin letra k. Es aquella no vinculada a ning¨²n movimiento anti-especulativo. Est¨¢ ligada a la violaci¨®n de domicilio m¨¢s directa y hoy la practican eventualmente grupos de inmigrantes sin recursos y de espa?oles sin techo. Una variante en alza es la de los pisos patera, en los que, con enga?os -y a veces con mediadores-, gente de todo pelaje se cuela en determinadas viviendas, y las hace suyas. A su vez, propietarios de fincas invitan a grupos de personas sin recursos a ocupar apartamentos para ahuyentar as¨ª a determinados vecinos con renta antigua.
"El problema es que en la tele aparece todo mezclado", dice Ezequiel, "e incluso nos asocian con el terrorismo vasco, algo de locos". Otros okupas suscriben esto, aunque los episodios de vandalismo encapuchado no ayudan precisamente a olvidar la kale borroka. Adem¨¢s, el movimiento es lo suficientemente heterog¨¦neo para que quepa en ¨¦l casi cualquier cosa, desde el rebelde con familia bien establecida, a la persona netamente concienciada, el punk sin un euro, el buscavidas, el antifascista o el europeo bohemio que busca un h¨¢bitat.
Las acusaciones de relaci¨®n con el universo terrorista han llegado a provocar el paso por prisi¨®n de okupas en Valencia. Desde la segunda mitad de los 90, con la entrada en vigor del nuevo C¨®digo Penal, la okupaci¨®n pas¨® de estar en una situaci¨®n de alegalidad a ser considerada delito. Pero se ha recurrido a interponer denuncias a okupas por delitos m¨¢s graves, tales como des¨®rdenes p¨²blicos, allanamiento de morada o robo y resistencia a la autoridad. A partir de la muerte de un okupa durante el desalojo policial del Teatro Princesa en 1999, las actuaciones contra cualquier consolidaci¨®n de n¨²cleos fuertes de okupaci¨®n se han agravado. El desalojo del Malas Pulgas ha generado "un estado de rabia", seg¨²n alguien cercano a c¨ªrculos libertarios.
"En ciudades como Berl¨ªn, la negociaci¨®n y el pacto entre okupas e instituciones, incluso con alquileres simb¨®licos por medio, ha sido productiva", dice el historiador Carles Vi?as, especialista en movimientos urbanos y autor de libros como El Mundo Ultra y Decibelios: botas y tirantes. "En Espa?a, incluida Barcelona, donde la presencia de okupas es grande, no hay tradici¨®n de este tipo de acuerdos, y s¨ª hay un culto econ¨®mico exagerado a la propiedad de casas, con lo que las posturas son extremas". "La situaci¨®n entre Barcelona y Valencia no es comparable", explica Isa, una joven que ha conocido muy de cerca las perspectivas okupas en ambas ciudades. En Valencia, ahora mismo, puede haber gente okupando en una treintena de pisos en El Carme. Tambi¨¦n en Benimaclet y en El Mar¨ªtim. Se da tambi¨¦n una cierta ruralizaci¨®n de lo okupa, en busca de mas¨ªas derruidas, y una b¨²squeda de la reactivaci¨®n en pueblos. Y a lo largo del casco antiguo de la ciudad, hay ateneo libertario, restaurante y bares proclives a lo okupa. Hay tambi¨¦n, al menos, un par de radios anarcas. Por otra parte, en Alcoi hay casas okupadas, como en la provincia de Castell¨®n. "Hay gente ilusionada con la autogesti¨®n y lo libertario que no se desalienta", apunta Isa, "pero otros se han atrincherado en un decir 'no' a todo, la actitud punk se ha impuesto a otros preceptos m¨¢s ideol¨®gicos", opina Isa, que encuentra "autodestructivo" este camino. "La vinculaci¨®n con los barrios, la solidaridad con el entorno, esa es la clave para incardinar lo okupa", opina. "No hacerlo es una contradicci¨®n enorme con el cambio social que, en teor¨ªa, se quiere promover". Por ejemplo, el llamado Ateneo Al Margen ha hecho p¨²blico en Internet que no han querido sumarse a la petici¨®n al Ayuntamiento de los vecinos de El Carme para convertir en centro cultural el antiguo Teatro Princesa.
No es lo que se intent¨® desde el llamado Kasal Popular, un antiguo Centro Social pionero que un d¨ªa fue pr¨®digo en actividades, as¨ª como blanco habitual de ataques ultras. Anako (con este nombre quiere aparecer), de m¨¢s de 30 a?os, fue una de las mujeres que impuls¨® aquella iniciativa. "Hoy, lo okupa, est¨¢ acorralado desde dentro y desde fuera, y este vac¨ªo es perjudicial tambi¨¦n para la sociedad, porque le quita energ¨ªa alternativa". "Desde el kasal, en su momento nos vinculamos al barrio, a las Fallas, a la lucha contra la hero¨ªna". "La llamada ley Corcuera, que facilit¨® en los 90 la entrada policial en cualquier recinto, propici¨® que se nos diera mucha ca?a", dice. Una pelea de los okupas con gente externa se sald¨® con la muerte de un miembro del kasal y desemboc¨® en un desalojo definitivo. "Creo que es necesario pensar en c¨®mo se inici¨® el camino y reconducir el momento actual", considera Anako, "pero no veo c¨®mo puede hacerse".
El abismo de los pisos vac¨ªos
El Instituto Nacional de Estad¨ªstica ha hecho p¨²blico que en la provincia de Valencia existen 200.000 viviendas vac¨ªas. Otra cifra conocida es que, respecto a estas viviendas, las fuerzas de seguridad reciben, al a?o, unas 200 denuncias de propietarios relacionadas con violaci¨®n de domicilios, sin especificar si esto tiene relaci¨®n o no con libertarios. Un exhaustivo an¨¢lisis de la okupaci¨®n en Espa?a llevado a cabo por el soci¨®logo Miguel Mart¨ªnez L¨®pez indica que, de 1985 y 1999 -los a?os de mayor evoluci¨®n del movimiento-, la propiedad de los inmuebles okupados estaba, por este orden, en manos de particulares, de empresas y de inmobiliarias.
"En Europa, la okupaci¨®n es normal no s¨®lo como protesta, sino como opci¨®n para no pagar un alquiler abusivo", expone Alexis, joven que ha estado en casas okupas de Londres e Ibiza. "En Valencia, por 600 euros de alquiler tienes algo cutre, y el sueldo m¨ªnimo es de 700 euros: la okupaci¨®n cedida o pactada ser¨ªa una buena soluci¨®n, y adem¨¢s es cosmopolita, como se supone que va a ser la ciudad este a?o", expone. Como ejemplo, apunta el de una galer¨ªa de arte contempor¨¢neo, dispuesta a trav¨¦s de una okupaci¨®n cedida.
El movimiento squatter -es decir, el okupa original- nace en Reino Unido a finales de los 60 y pronto se extiende por todo el viejo continente. Fue tan importante que surgieron aut¨¦nticas ciudades okupadas como Christiania, un antiguo cuartel en pleno centro de Copenhague con miles de personas viviendo en edificios que no son suyos. Los europeos siguen okupando: m¨¢s de tres millones de personas no tienen casa y el 70% de ellos son j¨®venes. A Espa?a llega durante los 80. "Inicialmente, hab¨ªa mayor tolerancia adulta hacia el okupa juvenil", explica el soci¨®logo Carles Feixa. "Ahora, con inmigrantes latinos y europeos mezclados con okupas n¨®madas espa?oles, ya no se ve esto como una rebeld¨ªa que puede afectar transitoriamente a nuestros hijos, sino como algo punki, peligroso, extra?o". Seg¨²n Feixa, "se ha estereotipado lo okupa, y se ha elegido como un enemigo a batir, sin contemplar la mediaci¨®n".
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