Vuelvo a encontrar a la chavala que am¨¦
Georges Moustaki escribe sobre su relaci¨®n con Edith Piaf a ra¨ªz del estreno de la pel¨ªcula sobre la cantante francesa
Es una aventura extra?a esto de ver una obra de ficci¨®n que cuenta una historia que se ha vivido. Vi una pel¨ªcula creyendo que era una historia real; vi una historia real creyendo que era una pel¨ªcula. Me sent¨ª trastornado por esa sensaci¨®n.
Ten¨ªa 23 a?os cuando me encontr¨¦ con la Piaf. Aquel d¨ªa estaba citado con Henri Crolla, el gran maestro de la guitarra, cuya presencia iluminaba literalmente el modesto taller en el que yo viv¨ªa. Quer¨ªa escuchar una de mis composiciones que me hab¨ªa plagiado involuntariamente. Est¨¢bamos tocando la guitarra cuando se acord¨® de que ten¨ªa una cita con Edith Piaf. Deb¨ªa ense?arle Cri du coeur, de Pr¨¦vert, que se escucha en La M?me. Crolla no quer¨ªa que nos despidi¨¦ramos porque acab¨¢bamos de conocernos y me propuso acompa?arlo al bulevar Lannes. Yo conservaba un recuerdo emocionado de un recital de la Piaf al que hab¨ªa asistido con mi madre en 1949, en Alejandr¨ªa. Con todo, la idea de ir a su casa no me emocionaba. Ese d¨ªa hab¨ªa cubierto ya mi cupo de emociones fuertes al reunirme con Crolla. En aquel entonces, yo daba mis primeros pasos en el escenario de La Colombe y de otros cabar¨¦s de la orilla izquierda. Si bien hab¨ªa escrito algunas canciones inspiradas por la Piaf, no hab¨ªa intentado ponerme en contacto con ella para ense?¨¢rselas. Hab¨ªa bastante gente que pod¨ªa imped¨ªrmelo y yo ten¨ªa tiempo de sobra para hacerlo.
"No hubo flechazo, pero s¨ª una complicidad inmediata. Se mostr¨® a la vez ben¨¦vola y burlona. Dijo: 'Ven esta tarde a escucharme en el Olympia... ?Si es que sabes d¨®nde est¨¢!"
"En la pel¨ªcula se la ve colocada, con una inyecci¨®n de morfina al pie de la cama. Hab¨ªa empezado despu¨¦s de un accidente de coche y luego le hab¨ªa cogido el gusto"
"Despu¨¦s del recital en el Waldorf, Marlene Dietrich la felicit¨®. No exist¨ªa nadie m¨¢s que ella, Nueva York estaba a sus pies. 'Milord' contribuy¨® a ese ¨¦xito"
En la pel¨ªcula, la recreaci¨®n del interior de la casa de la Piaf en el bulevar Lannes se parece m¨¢s a la casa de B¨¢rbara, en la calle Vitruve. El apartamento de Edith, al que hab¨ªa llevado consigo un piano de cola, no era oscuro, sino amplio, desnudo y luminoso. Estaba situado en el bajo, con grandes ventanales hasta el suelo que se abr¨ªan a un peque?o jard¨ªn. En cuanto llegamos, Crolla me elogi¨® ante la Piaf.
Ella quiso escucharme inmediatamente. En La M?me se ve que todo el mundo se presentaba ante ella con su mejor aspecto. Yo no estaba afeitado -Crolla me hab¨ªa recogido nada m¨¢s despertarme- ni preparado para cantar. Cumpl¨ª sin ganas y muy intimidado por ella y por todo su c¨ªrculo de cortesanos (secretarios, autores, compositores, amigos y gorrones). Col¨¦ en medio de mis canciones Le gitan et la fille, que hab¨ªa escrito pensando en ella. La destroc¨¦ completamente. Me encontr¨® lamentable, con toda la raz¨®n, y seguramente muy conmovedor al mismo tiempo. No hubo flechazo, pero s¨ª una complicidad inmediata. Enseguida se mostr¨® conmigo a la vez ben¨¦vola y burlona. Dijo: "Tengo la impresi¨®n de que no me conoces muy bien. Ven esta tarde a escucharme en el Olympia... ?Si es que sabes d¨®nde est¨¢!".
Me recogi¨® en la entrada de artistas su representante, Loulou Barrier, uno de los personajes principales de la pel¨ªcula, cuya personalidad est¨¢ perfectamente recreada. Es verdad que ella lo tuteaba y que ¨¦l la llamaba de usted. Despu¨¦s del recital nos fuimos todos a cenar. Me invit¨® a volver al d¨ªa siguiente, pero no fui. No estaba muy contenta porque me hab¨ªa estado esperando. A los dos d¨ªas, despu¨¦s del espect¨¢culo y de la cena, nos quedamos solos, Edith y yo, en su casa del bulevar Lannes. Me propuso un caf¨¦, una copa o un ba?o caliente. Opt¨¦ por el ba?o. Esto la divirti¨®. Luego, como era muy tarde, murmur¨®: "Deber¨ªamos irnos a dormir".
Marion Cotillard est¨¢ extraordinaria en el papel de Edith. La presenta con mucho talento, expresa fielmente su personalidad: su temperamento excesivo, su rabia, su pasi¨®n y su locura. Vuelvo a encontrar a la mujer que yo am¨¦, su cuerpo fr¨¢gil, su forma de hablar, sus miradas.
Cuando se enamora de Marcel Cerdan, reconoc¨ª su actitud respecto a m¨ª. Amaba con un amor absoluto, te pon¨ªa por las nubes como una adolescente enamorada, una ni?a exaltada. Cuando resplandece porque Charles Dumont viene a ense?arle Non, rien de rien, es tambi¨¦n muy parecido. Una noche la despert¨¦ hacia las cuatro de la madrugada para hacerle escuchar una canci¨®n que acababa de terminar, T'es beau, tu sais. Salt¨® de la cama para escucharla. Es poco decir que la canci¨®n era su vida. En casa era una buena mujer, peque?a y un poco encorvada, de salud precaria. Cuando cantaba era hermosa, deslumbrante y risue?a. La he visto llegar radiante al Olympia para una sesi¨®n matinal cuando tres horas antes estaba enferma de muerte. En cambio, encuentro su autoritarismo un poco exagerado en la pel¨ªcula. Era tir¨¢nica, es cierto, pero tambi¨¦n ten¨ªa momentos de abatimiento.
Cerveza en el ba?o
Su dependencia del alcohol fue el motivo de nuestros problemas. Cuando nos volvimos a encontrar, se hizo la promesa de dejar de beber para merecerme. Comprend¨ª muy tarde que beb¨ªa cerveza a escondidas en el cuarto de ba?o. Sal¨ªa de all¨ª roja como la grana, con exceso de energ¨ªa y agresiva. Yo pensaba ingenuamente que lo de los cambios de humor era algo innato en ella. Cuando tomaba tres veces mel¨®n con oporto en el restaurante -m¨¢s por el oporto que por el mel¨®n- no lo ve¨ªa mal. No s¨¦ si mezclaba. Deb¨ªa de consumir p¨ªldoras, algo normal en su ambiente (anfetaminas y Palfium, entre otros). En su c¨ªrculo hab¨ªa un camello, un chico muy simp¨¢tico por lo dem¨¢s. Lo ech¨¦ a la calle. Hice limpieza a su alrededor porque su casa se hab¨ªa convertido en la m¨ªa. Y yo no quer¨ªa eso en mi casa.
Pas¨¦ un a?o tan apasionante como doloroso con esta mujer a la vez autoritaria y sumisa, femenina y cortante. Acab¨¦ por dejarla. Hubo un desencadenante. En Navidad se march¨® sola a Marruecos a llevar regalos a los hijos de Cerdan. Marinette, la mujer de Cerdan, quer¨ªa mucho a Edith. Se qued¨® all¨ª una semana. Nunca hab¨ªamos estado separados tanto tiempo. A su vuelta, la encontr¨¦ m¨¢s abotargada y agresiva que nunca. Por primera vez le pregunt¨¦ si beb¨ªa. Loulou Barrier, que asist¨ªa a la escena, estaba sorprendid¨ªsimo. Cre¨ªa que yo era c¨®mplice, como todo el mundo que la rodeaba. Hac¨ªa falta mucha complicidad para comprar cerveza y esconderla en el cuarto de ba?o. Me sent¨ª traicionado. Cog¨ª el coche y conduje sin rumbo. Decid¨ª no solamente no acompa?arla a Estados Unidos, sino, por encima de todo, romper. La decisi¨®n era dif¨ªcil de tomar porque hab¨ªa amor. Cuando volv¨ª para una ¨²ltima explicaci¨®n, me top¨¦ con Barrier, quien me propuso un trato. Me dijo que si yo no iba a EE UU, ella no ser¨ªa capaz de afrontar el Waldorf, lo cual era fundamental para su carrera y para sus finanzas. Una vez que hubiera triunfado (lo que era probable, porque en lo que se refiere a su voz estaba en una forma excepcional y ten¨ªa el mejor repertorio de toda su carrera), si yo a¨²n lo deseaba, me promet¨ªa ayudarme a marchar.
En Nueva York nada fue ya como antes. En la suite de un vetusto hotel del Harlem espa?ol ten¨ªamos habitaciones separadas. La hac¨ªa preparar su espect¨¢culo y al final dorm¨ªamos juntos. Pero, simb¨®licamente, yo ten¨ªa mi independencia.
La primera vez que triunf¨® en Estados Unidos fue en el Carnegie Hall. Hasta entonces, siempre se la hab¨ªa considerado una cantante de segunda. Eso est¨¢ muy bien contado en la pel¨ªcula. Despu¨¦s del recital en el Waldorf, Marlene Dietrich la felicit¨®. No exist¨ªa nadie m¨¢s que ella, Nueva York estaba a sus pies. Milord contribuy¨® a ese ¨¦xito. Era una canci¨®n que hab¨ªa dejado despu¨¦s de hacer el borrador, hasta un d¨ªa en que encontr¨¦ la hoja garabateada al lado de la m¨¢quina de escribir que ella me hab¨ªa regalado y la retom¨¦. Cuando escrib¨ª la palabra fin, me encontr¨¦ a Edith sentada en una silla detr¨¢s de la puerta de la habitaci¨®n. Estaba esperando a que terminara el texto (Marguerite Monnot deb¨ªa componer la m¨²sica). Yo ten¨ªa apenas 24 a?os y, despu¨¦s de un a?o viviendo con ella, arrastraba la imagen de un gigol¨® arribista. Edith convoc¨® a la prensa en Maxim's para presentarme como el autor de Milord. Cuando al final de la pel¨ªcula ella dice: "Voy a grabar la canci¨®n de un gran gilipollas" y entona Milord, es molesto, pero veros¨ªmil.
Despu¨¦s de mi partida dijo horrores sobre m¨ª. Incluso estuvo a punto de no grabar la canci¨®n, aunque era consciente de su importancia. Es la ¨²nica canci¨®n de su repertorio que entr¨® en las listas de ¨¦xitos internacionales. Loulou Barrier la amenaz¨® con no trabajar m¨¢s con ella si hac¨ªa la barbaridad de no grabarla. Desde el d¨ªa siguiente de su triunfo, le inform¨¦ de mi cansancio y de mi deseo de volver a Par¨ªs. Me sugiri¨® que fuera primero a tomar el sol a Miami. Era generoso, salvo por el hecho de que ten¨ªa que llamarla todos los d¨ªas. Cumpl¨ª la orden para que me dejara en paz, pero no dejaba de sentir su presi¨®n. Estaba todav¨ªa en Miami cuando me comunicaron que se hab¨ªa desplomado en el escenario; es la primera escena de la pel¨ªcula. Cog¨ª enseguida el avi¨®n para Nueva York. Era el principio de la decadencia, estaba en las ¨²ltimas. Estaba atiborrada de medicamentos, sufr¨ªa artritis y ¨²lcera de est¨®mago... F¨ªsicamente estaba muy deteriorada. Esto ven¨ªa de su infancia porque empez¨® a beber muy pronto.
En la pel¨ªcula se la ve colocada, con una inyecci¨®n de morfina al pie de la cama. Me dijeron que consum¨ªa. Hab¨ªa empezado despu¨¦s de un accidente de coche y luego le hab¨ªa cogido el gusto. Para interpretar la obra de Jean Cocteau en Marigny, incluso hab¨ªa conseguido recetas para abastecerse. Como padec¨ªa insomnio, los m¨¦dicos ven¨ªan habitualmente por la noche a ponerle una inyecci¨®n. La atontaba de momento, pero dos horas despu¨¦s ya estaba despierta y todo volv¨ªa a empezar. Comenz¨® a cantar a los ocho a?os, muri¨® con 47. Sufr¨ªa sobre todo de desgaste. Esto explica que en la pel¨ªcula, cuando se la ve al final de su vida, Marion Cotillard aparente 80.Cuando dej¨¦ Miami, al saber que estaba en el hospital, Barrier, que se hab¨ªa convertido en mi c¨®mplice (despu¨¦s fue mi representante durante 20 a?os), me comunic¨® que ella hab¨ªa encontrado a mi sustituto, un joven pintor llamado Douglas Davis. ?l iba a verla todos los d¨ªas. Estaba en el hospital George Washington; todav¨ªa me acuerdo del n¨²mero de tel¨¦fono. Fue la debacle: la gira se qued¨® interrumpida, no hab¨ªa ni un d¨®lar en la caja. Cuando le dije que me iba, vocifer¨®: "Si te vas, no me volver¨¢s a ver". Era un chantaje y no ced¨ª. Le hab¨ªan puesto una v¨ªa intravenosa, pero estaba igual de provocadora. Despu¨¦s se corrigi¨®, me dijo que me comprend¨ªa e hizo que telegrafiaran a su ch¨®fer para que fuera a buscarme al Havre (volv¨ª a bordo del Libertad, en tercera clase).
Su ¨²ltimo marido
La ruptura no era definitiva. Una vez en Par¨ªs, esper¨¦ su vuelta. Viv¨ªa en el bulevar Lannes y en su casa de campo, donde a veces invitaba a los amigos. All¨ª fue donde una ma?ana que hab¨ªa ido al pueblo a comprar el peri¨®dico me encontr¨¦ con este titular en la portada de France Dimanche: La Piaf vuelve a Par¨ªs con su nuevo amor, ilustrado con una foto de ella en compa?¨ªa de Douglas. Unos a?os despu¨¦s me llam¨® en mitad de la noche. Fui. Me hab¨ªa hecho ir por dos razones. Quer¨ªa comprobar si a¨²n ten¨ªa el poder de hacer que me desplazara por ella a cualquier hora. Me pidi¨® tambi¨¦n que le prometiera, en el caso de que le sucediera una desgracia, que velar¨ªa por su joven marido, Th¨¦o Sarapo. Se sent¨ªa sin fuerzas.
Mucho despu¨¦s de su muerte me enter¨¦ de que conserv¨® hasta el ¨²ltimo momento una foto m¨ªa en su cartera. Por mi parte, yo no me separ¨¦ nunca de lo que me dio: cartas, grabaciones, un dibujo de Douglas Davis, una guitarra valiosa, un par de fotos de Weston, un reloj Bucheron (un modelo ¨²nico) que me robaron despu¨¦s, y un tarjetero de Herm¨¨s. Y tambi¨¦n un bat¨ªn de terciopelo negro. Como se ca¨ªa a trozos, me deshice de ¨¦l con pena, pero mand¨¦ que me hicieran uno id¨¦ntico. El original permanece en el peque?o museo de la calle Crespin du Gast consagrado a la memoria de la Chavala.
? S. Delassein, 2007, Le Nouvel Observateur
Traducci¨®n de News Clips.
Edith y Georges
Con Marion Cotillard en el papel protagonista, 'La M?me', de Olivier Dahan, cuenta
la vida de Edith Piaf desde su infancia en un burdel de Bernay hasta su triunfo
en Nueva York. Georges Moustaki, que comparti¨® su vida alg¨²n tiempo y le escribi¨® seis canciones, vision¨® la pel¨ªcula para 'Le Nouvel Observateur'. Recuerda que corr¨ªa 1958 cuando conoci¨® a la cantante. Ella ten¨ªa 42 a?os, y ¨¦l, 23. Ella hab¨ªa alcanzado la cima de su arte y hab¨ªa triunfado en dos reestrenos, en el Olympia de Par¨ªs y en el Carnegie Hall de Nueva York. ?l le compuso, entre otros ¨¦xitos, su celeb¨¦rrima 'Milord'.
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