'Ecological way of life'
En el siglo XIX, Richard Wagner, artista hiperest¨¦sico donde los haya, entra en una carnicer¨ªa. De pronto, delante de toda aquella caterva de pollos desplegados ante sus impresionables ojos, sufre un ataque de lucidez, y en medio de una crisis de nervios de intensidad rousseauniana, piensa: "Oh, Dios m¨ªo, la sociedad humana es horrenda. ?Est¨¢ basada en la exterminaci¨®n de los pollos!".
En el siglo XXI, Al Gore (el que "gan¨®" las elecciones contra Bush), animal pol¨ªtico de imagen -?y libido?- clintoniana, recorre el mundo. De pronto, delante de toda una serie de desordenes clim¨¢ticos desplegados ante sus ojos de impresionable norteamericano, sufre una iluminaci¨®n parecida: "Oh, Dios m¨ªo, la sociedad capitalista es horrenda. ?Est¨¢ basada en la exterminaci¨®n del medio ambiente!".
Independientemente de lo que los separa, se puede afirmar que ambos personajes han descubierto el Mediterr¨¢neo. Que el hombre necesita matar animales para subsistir siempre ha sido una evidencia. Y que la sociedad capitalista, en su estadio actual, destruye el medio ambiente, tampoco parece una novedad. Para constatarlo no hay m¨¢s que sentarse en la acera de casa y observar el tubo de escape del primer veh¨ªculo que pase. Las manzanas de Newton est¨¢n en todas partes; no s¨®lo en el Kilimanjaro.
Pero hagamos como si no nos hubi¨¦semos dado cuenta. Volvamos a Al Gore. O, m¨¢s bien, a su mega Paramount Production. "La historia m¨¢s terror¨ªfica jam¨¢s contada". "Si amas a tu planeta, has de ver esta pel¨ªcula". Lo que sigue es, efectivamente, terror¨ªfico. El Kilimanjaro sin nieves. Diluvios universales. Continentes desaparecidos. Millones de refugiados. Y entremedias: "Hola, soy Al Gore. Hoy existe un consenso cient¨ªfico en torno a que los hombres somos la causa del calentamiento clim¨¢tico". Fant¨¢stico. Standing Ovation. Gran Pel¨ªcula. Un tanto exagerada (voluntariamente) pero con datos exactos, se nos dice, e incuestionablemente eficaz. Quien quiera profundizar, que vaya a las publicaciones cient¨ªficas.
Y uno se pone a profundizar, y empiezan los problemas. El primero con el que me topo se llama Claude Allegre. Cient¨ªfico reconocido y antiguo ministro de Educaci¨®n en Francia. Y, en los ¨²ltimos tiempos, autor de un art¨ªculo que levanta polvareda. Allegre concede que hay un calentamiento global. Sin embargo, pone en duda que la emisi¨®n de CO2 sea la causa determinante. Lo achaca m¨¢s bien a una modificaci¨®n clim¨¢tica c¨ªclica como tantas que ha conocido el planeta. Nos dice que la superficie del ¨¢rtico se reduce. Pero que, en espesor, crece. Que en la Ant¨¢rtica no hay deshielos significativos. Y que si la temperatura aumenta uno o dos grados en un siglo, eso no es catastr¨®fico. Ni tampoco que el mar se eleve 25 cent¨ªmetros.
A partir de este momento reaparece el viejo y recalcitrante escepticismo y toca pensar por uno mismo. Resulta evidente que hay un calentamiento de la tierra, debido a un ciclo climatol¨®gico o a la acci¨®n del hombre o a ambas cosas: poco importa a la hora de procurar limitarlo en lo posible. Lo que no resulta tan evidente son las consecuencias, y ah¨ª se enfrentan, como siempre, optimistas y pesimistas. Es algo en lo que no entrar¨¦. Vayamos en cambio a lo pr¨¢ctico. Pongamos que, aunque se?ores como Allegre nos digan que la contaminaci¨®n humana no es tan determinante, yo, ciudadano de a pie, prefiero colaborar en lo posible y llevar una vida ¨¦tica (ecol¨®gicamente hablando). Me pongo a ello. ?Qu¨¦ concluyo r¨¢pidamente? Que "la senda ecol¨®gica" es s¨®lo transitable para gente con medios y muchas ganas. Pero vayamos m¨¢s lejos. Digamos que conseguimos abaratar el lujo bio y motivar lo suficiente a nuestros ciudadanos (con los chinos me abstengo porque me parece un pitorreo que ahora que hemos contaminado lo que hemos querido pretendamos aleccionarlos), para que triunfe el ecological way of life.
Mejor todav¨ªa. Digamos, centr¨¢ndonos en la cuesti¨®n energ¨¦tica, que empezamos a tirar de bicicleta y a utilizar un coche de cada cuatro, con la consecuente divisi¨®n por cuatro de la compra de autom¨®viles y del consumo de petr¨®leo; ?qu¨¦ pasar¨ªa entonces? Que la mitad de talleres, concesionarios, aseguradoras y gasolineras cerrar¨ªa; que las f¨¢bricas de coches no deslocalizadas ¨ªdem. Y que con los nuevos parados muchas familias dejar¨ªan de frecuentar bares y comercios y por supuesto de pagar hipotecas y comprar pisos con la consecuente reducci¨®n del dinero en circulaci¨®n, mosqueo de los bancos, agon¨ªa de la construcci¨®n y, en fin, lo que se llama una crisis econ¨®mica mayor o menor en funci¨®n de nuestra eficacia ecol¨®gica.
?Qu¨¦ prueba esto? Pues algo tan sencillo como que la bonanza de nuestras sociedades est¨¢ basada en el consumo masivo (lo que equivale a decir que con crisis lo que corresponde es comprar m¨¢s cosas, no menos) y que cualquier merma del mismo ser¨¢ siempre una mala noticia para quienes esperamos que a finales de a?o se d¨¦ un crecimiento del 3%. Que el buen ciudadano no es el que se abstiene de consumir, sino el que consume abundantemente y el que a?ade su granito de arroz al pastel globalizado del que comemos todos. Y que o cambiamos radicalmente las bases del sistema o todos estos "flirteos ecol¨®gicos" son, sencillamente, una farsa.
Jos¨¦ ?ngel Ma?as es novelista, autor de Historias del Kronen.
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