La hipocres¨ªa de EE UU
Al conmemorar, el pasado julio, el 230? aniversario de la Independencia de Estados Unidos, el presidente Bush observaba que los patriotas que lucharon por la independencia cre¨ªan que todos los hombres nacen iguales y con unos derechos inalienables. Y m¨¢s adelante declaraba que debido a esos ideales, Estados Unidos "sigue siendo un rayo de esperanza para quienes sue?an con la libertad y un ejemplo resplandeciente para el mundo de lo que puede conseguir un pueblo libre". Pero al mismo tiempo que hac¨ªa esas declaraciones, su Gobierno reten¨ªa en la base cubana de Guant¨¢namo a unos 400 prisioneros. Algunos de ¨¦stos llevan hoy m¨¢s de cinco a?os recluidos, y ninguno ha sido juzgado todav¨ªa.
Una fuente de informaci¨®n de la m¨¢xima fiabilidad confirmaba el mes pasado que los presos de Guant¨¢namo est¨¢n padeciendo algo m¨¢s que detenci¨®n indefinida. La Oficina Federal de Investigaci¨®n sac¨® a la luz documentos que demostraban, entre otras cosas, que un agente del FBI hab¨ªa visto "en varias ocasiones" a detenidos "encadenados por los pies y las manos al suelo, en posici¨®n fetal", sin un asiento, ni comida ni inodoro. En esas condiciones, "la mayor¨ªa se ve¨ªa obligada a hacerse encima sus necesidades". As¨ª se les dejaba durante 18 o 24 horas, cuando no m¨¢s.
El agente continuaba diciendo en su informe que en una de estas ocasiones "el aire acondicionado estaba tan alto que el detenido, descalzo, temblaba de fr¨ªo". En otra ocasi¨®n, la celda carec¨ªa de ventilaci¨®n alguna y la temperatura superaba los 38 grados. El detenido yac¨ªa en el suelo casi inconsciente, con un pu?ado de pelos a su lado: "Al parecer, se los hab¨ªa estado arrancando durante la noche".
"Tienes que ver esto", le dijo entre risas un contratista civil a otro agente del FBI. Y a continuaci¨®n lo condujo a una sala de interrogatorios, donde el agente vio a un hombre de barba y pelo muy largo con una mordaza de cinta adhesiva que "le cubr¨ªa gran parte de la cabeza". Cuando pregunt¨® c¨®mo le quitar¨ªan la cinta, no recibi¨® respuesta.
Otro agente del FBI inform¨® de que hab¨ªa visto prisioneros que permanec¨ªan sujetos con grilletes durante m¨¢s de 12 horas, tambi¨¦n expuestos al fr¨ªo, que eran sometidos durante horas a unas luces estrobosc¨®picas deslumbrantes y al sonido constante de m¨²sica rap a un volumen atronador, o forzados a envolverse en la bandera de Israel. El informe del FBI constataba estos incidentes y a?ad¨ªa el siguiente comentario: "No parece excesivo dada la pol¨ªtica del Ministerio de Defensa".
Varios de los detenidos expresaron a los agentes del FBI que no ten¨ªan relaci¨®n alguna con el terrorismo y que no sab¨ªan por qu¨¦ los hab¨ªan secuestrado y conducido a Guant¨¢namo. Muchos de los prisioneros no fueron capturados en la guerra de Afganist¨¢n. Algunos fueron detenidos en Bosnia, Indonesia, Tailandia, Mauritania y Pakist¨¢n.
El Gobierno de Bush afirma que los detenidos son "enemigos de guerra", prisioneros de la guerra global contra el terrorismo -una guerra que se est¨¢ librando en el mundo entero y que podr¨ªa durar varias d¨¦cadas-. El comandante en jefe de las fuerzas especiales destacadas en Guant¨¢namo, el contraalmirante Harry B. Harris, defend¨ªa recientemente el trato cruel al que se somete los prisioneros, diciendo que "todos ellos son terroristas; todos son enemigos de guerra".
Pero la CIA ya ha cometido errores antes. Con Murat Kurnaz, por ejemplo, el turco-alem¨¢n que qued¨® en libertad el pasado agosto despu¨¦s de cuatro a?os de prisi¨®n en la base de Guant¨¢namo. Y el caso de Khaled el Masri, un ciudadano alem¨¢n de origen liban¨¦s, parece ser otro de esos errores. La CIA lo detuvo en Macedonia, lo traslad¨® a Afganist¨¢n y lo interrog¨® durante cinco meses, tras lo cual lo dej¨® en libertad sin cargos. Un tribunal alem¨¢n acaba de dictar una orden de detenci¨®n de los implicados en su secuestro.
Si existen los derechos humanos, el derecho a no ser detenido indefinidamente sin juicio es indudablemente uno de ellos. La Constituci¨®n estadounidense hace especial hincapi¨¦ en ese derecho y establece en la Sexta Enmienda que en todos los procesos criminales, "el acusado disfrutar¨¢ del derecho a ser juzgado r¨¢pida y p¨²blicamente por un jurado imparcial", del derecho a "ser informado de la naturaleza y la causa de la acusaci¨®n" y del derecho "a encontrarse cara a cara con quienes testifican en su contra". A ninguno de los reclusos de Guant¨¢namo le han sido otorgados estos derechos, de tal modo que nunca ha quedado probado, conforme a los principios establecidos en la Constituci¨®n estadounidense, que sean realmente terroristas.
Pero la Sexta Enmienda no ampara a los presos de Guant¨¢namo porque no son ciudadanos estadounidenses y se encuentran en un recinto que, t¨¦cnicamente, no forma parte del territorio de Estados Unidos, aunque est¨¦ bajo el control absoluto del Gobierno americano.
Al margen de lo que digan los tribunales estadounidenses, andar secuestrando gente por el mundo, encerrarla durante a?os sin haber demostrado previamente su culpabilidad y someterla a los peores abusos, constituye una violaci¨®n flagrante de la ley internacional. Y es, adem¨¢s, simple y llanamente una injusticia, cualesquiera que sean los principios de justicia que se consideren.
"Aquel que quiera salvaguardar su libertad tendr¨¢ que proteger de la opresi¨®n incluso a sus enemigos, pues si no cumple con este deber, estar¨¢ estableciendo un precedente que se volver¨¢ contra ¨¦l", escrib¨ªa Tom Paine, el gran revolucionario estadounidense autor de Los derechos del hombre. S¨®lo con que siguiera este consejo, Estados Unidos podr¨ªa ser un rayo de esperanza y un ejemplo resplandeciente. Pero mientras siga reteniendo prisioneros a los que maltrata y niega un juicio justo, esos ideales que dicen profesar los estadounidenses no dejar¨¢n de sonar como la mayor de las hipocres¨ªas al resto del mundo.
Peter Singer es profesor de bio¨¦tica en la Universidad de Princeton.
Traducci¨®n de Pilar V¨¢zquez
? Project Syndicate, 2007.
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