Afinidad
EN EL MUY merecidamente premiado documental de Torben Sk?dt Jensen, ahora comercializado en Espa?a con el t¨ªtulo Carl Th. Dreyer. Mi oficio, hay una cita del gran cineasta dan¨¦s sobre c¨®mo se ha de rodar el paisaje, donde afirma que ¨¦ste debe representarse, cuando se encuadra contemplativamente, destacando siempre su regularidad geom¨¦trica, su simetr¨ªa, su pulcra angulaci¨®n recta, su dominante horizontalidad, pero, cuando se enfoca din¨¢micamente, tampoco se puede desde?ar la importancia de su traves¨ªa veloz, porque la percepci¨®n del espectador se activa con la movilidad. Ahora que se exhibe en Barcelona una muy interesante exposici¨®n en la que se establece un paralelismo entre el cine de Dreyer y la pintura del tambi¨¦n dan¨¦s Vilhem Hammersh?i (1864-1916), cuyos magn¨¦ticos interiores en penumbra, sus exteriores urbanos desolados y sus est¨¢ticas figuras ensimismadas, con ciertos visajes a lo Vermeer y a lo Georges de La Tour, ahora, por fin, despiertan el inter¨¦s p¨²blico masivo que merecen, yo no he podido evitar volver a pensar en la, para m¨ª, m¨¢s estrecha relaci¨®n entre el cineasta y Piet Mondrian, lo que, por otra parte, en absoluto contradice lo anterior. Desde luego, Hammersh?i y Mondrian son impensables sin Vermeer, con lo que forzosamente los tres pintores, de alguna manera, han tenido que ir a parar o a amparar al cine de Dreyer; sin embargo, lo que ¨¦ste declar¨® acerca de la visi¨®n din¨¢mica del paisaje, de su ritmo vivencial, s¨®lo puede caber en el Broadway's Boogie-Woogie del ¨²ltimo Mondrian.
"Algunos acontecimientos, algunos seres son como los paisajes", escribe Yasmina Reza en sus breves apuntes autobiogr¨¢ficos, publicados con el t¨ªtulo Ninguna parte (Seix Barral). "No se les puede retener (o recordar) m¨¢s que de pasada, a hurtadillas. Ejercen sin embargo una influencia radical sobre todo lo que es formulado, son la materia misma de la escritura". Como si fuera una impensada disc¨ªpula de Dreyer, el conmovedor libro de po¨¦ticas migajas autobiogr¨¢ficas de Reza est¨¢ tambi¨¦n dividido por dos encuadres paisaj¨ªsticos antit¨¦ticos: el primero, el est¨¢tico de una madre interminable que contempla, asomada al balc¨®n de su casa, al interminable hijo que se encamina por la calle hacia la escuela; el segundo, el din¨¢mico de un adulto cualquiera de hoy, ella misma, que ya no encuentra asidero en ninguna parte. Regularidad o ritmo. Contemplaci¨®n o v¨¦rtigo. Afecto o desolaci¨®n.
En trance dicot¨®mico, luego est¨¢ tambi¨¦n esa vecindad muy de Dreyer entre el ardor y la frialdad, que expresa con lac¨®nica precisi¨®n Reza: "La pena est¨¢ muy cerca de la alegr¨ªa. En este parque p¨²blico donde mis padres han aparecido de pronto para venir a buscarme, ?ellos que no ven¨ªan nunca a buscarme a ninguna parte!, he corrido hacia sus brazos con una alegr¨ªa desbordante, y esta desproporci¨®n de la alegr¨ªa era tambi¨¦n una pena". En fin, tanto da, Vermeer, Hammersh?i, Mondrian, Reza, pintura, cine, literatura, el arte se despoja de todo lo formalmente superfluo para intentar contar lo esencial: paisaje y acci¨®n.
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