La politizaci¨®n del calentamiento global
EL PA?S adelanta el cap¨ªtulo clave del libro 'Una verdad inc¨®moda', del ex vicepresidente de EE UU Al Gore
Al Gore Vicepresidente de Estados Unidos durante los dos mandatos de Bill Clinton, su m¨¢xima prioridad ha sido siempre la crisis clim¨¢tica. Fruto de esa preocupaci¨®n est¨¢ su reciente pel¨ªcula sobre el calentamiento global y el libro 'Una verdad inc¨®moda'.
La verdad acerca del calentamiento global es especialmente inc¨®moda e inconveniente para algunas personas y empresas poderosas, que ganan enormes sumas de dinero con actividades que saben muy bien que tendr¨¢n que modificar dr¨¢sticamente a fin de garantizar la habitabilidad del planeta.
Una verdad inc¨®moda.
Ed. Gedisa
Este libro, que sale a la venta el 2 de marzo, es fruto de seis a?os de constantes viajes por el mundo para recopilar y denunciar las consecuencias del cambio clim¨¢tico. En el cap¨ªtulo que se ofrece explica el desinter¨¦s del Gobierno de Bush por este problema.
S¨ª, la ciencia siempre est¨¢ en proceso y siempre evoluciona, pero ya hay datos suficientes -da?os suficientes- como para que sepamos sin lugar a dudas que tenemos problemas
La verdad acerca del calentamiento global es especialmente inc¨®moda e inconveniente para algunas personas y empresas poderosas
Una de las t¨¦cnicas utilizadas en la campa?a para detener las acciones contra la crisis clim¨¢tica ha sido acusar a los cient¨ªficos que intentan advertirnos de ser deshonestos
Parte del problema tiene que ver con un cambio estructural de largo plazo en el modo en que opera actualmente el mercado de ideas de Estados Unidos
Esta gente -especialmente esas pocas personas de las empresas multinacionales que tienen much¨ªsimo en juego- ha invertido muchos millones de d¨®lares cada a?o buscando maneras de sembrar la confusi¨®n entre el p¨²blico en lo relacionado con el calentamiento global. Esta gente ha sido particularmente eficaz en la construcci¨®n de una coalici¨®n con otros grupos que han acordado proteger sus intereses entre s¨ª, y esa coalici¨®n se las ha arreglado para paralizar la capacidad de EE UU de dar una respuesta al problema del calentamiento global. La Administraci¨®n de Bush-Cheney ha recibido un gran apoyo de esta coalici¨®n y parece estar haciendo todo lo que est¨¢ en su mano para satisfacer sus intereses.
Por ejemplo, a muchos cient¨ªficos que investigan el calentamiento global para el Gobierno se les ha ordenado que tengan cuidado con lo que dicen respecto de la crisis clim¨¢tica y se les ha dado instrucciones de que no hablen con los medios. M¨¢s importante a¨²n, todas las iniciativas pol¨ªticas estadounidenses relacionadas con el calentamiento global han sido modificadas seg¨²n la perspectiva no cient¨ªfica -la perspectiva de la Administraci¨®n- de que el calentamiento global no es un problema. A nuestros negociadores en los foros internacionales que tratan el calentamiento global se les ha aconsejado que intenten detener todo paso hacia alguna acci¨®n que pudiese resultar inconveniente para las compa?¨ªas productoras de petr¨®leo o carb¨®n, aun si ello implica perturbar la maquinaria diplom¨¢tica para conseguirlo.
Adem¨¢s, el presidente Bush design¨® como m¨¢xima autoridad de toda la pol¨ªtica ambiental de la Casa Blanca a la persona a cargo de la campa?a de desinformaci¨®n sobre el calentamiento global montada por las empresas petroleras. Aun cuando este cabildero-abogado no ten¨ªa la m¨¢s m¨ªnima formaci¨®n cient¨ªfica, se le otorg¨® el poder de corregir y censurar las advertencias de la Agencia de Protecci¨®n Ambiental (EPA) y otras agencias del Gobierno acerca del calentamiento global.
Los l¨ªderes pol¨ªticos -en particular el presidente- pueden tener un enorme efecto no s¨®lo en la pol¨ªtica p¨²blica (especialmente mientras el Congreso estuvo controlado por el propio partido pol¨ªtico del presidente, fue sumiso e hizo cualquier cosa que el presidente dese¨®), sino tambi¨¦n en la opini¨®n p¨²blica, especialmente entre sus seguidores.
Consid¨¦rese este hecho: aun cuando los estadounidenses en general est¨¢n cada vez m¨¢s preocupados por el calentamiento global, las encuestas de opini¨®n muestran que los miembros del propio partido del presidente le dan cada vez menos importancia al problema, tal vez porque se sienten naturalmente m¨¢s inclinados a otorgarle al presidente el beneficio de la duda.
L¨®gica cambiante
La l¨®gica ofrecida por los llamados esc¨¦pticos del calentamiento global para oponerse a toda acci¨®n que pueda resolver la crisis clim¨¢tica ha cambiado varias veces con los a?os. Al principio, los opositores dec¨ªan que no hab¨ªa ning¨²n calentamiento global; afirmaban que se trataba ¨²nicamente de un mito. Pocos todav¨ªa dicen eso hoy d¨ªa, pero ahora hay tantas pruebas innegables que echan por tierra semejante aserci¨®n que la mayor¨ªa de los negadores ha decidido modificar su t¨¢ctica. Ahora reconocen que el planeta se est¨¢ calentando, efectivamente, pero afirman inmediatamente que eso se debe a "causas naturales".
El propio presidente Bush todav¨ªa intenta mantener esta posici¨®n, aseverando que aun cuando parece que, en efecto, el mundo se est¨¢ calentando, no hay ninguna prueba convincente de que los seres humanos sean los responsables del cambio. Y ¨¦l parece estar particularmente convencido de que las compa?¨ªas productoras de petr¨®leo y carb¨®n que tanto le han apoyado, jam¨¢s podr¨ªan tener algo que ver con todo esto.
Otro argumento relacionado que han utilizado los negadores es que, efectivamente, el calentamiento global parece real, pero probablemente eso sea bueno para nosotros. Y a?aden que, por supuesto, cualquier esfuerzo por detenerlo ser¨ªa, sin dudas, perjudicial para la econom¨ªa.
Pero el argumento m¨¢s reciente -y, en mi opini¨®n, el m¨¢s ignominioso- propuesto por los opositores del cambio es ¨¦ste: s¨ª, est¨¢ ocurriendo, pero realmente no hay nada que podamos hacer al respecto, as¨ª que bien podr¨ªamos quedarnos de brazos cruzados. Esta facci¨®n favorece la continuidad de la pr¨¢ctica de seguir emitiendo contaminaci¨®n relacionada con el calentamiento global a la atm¨®sfera, aun cuando reconocen que la crisis que eso est¨¢ produciendo es real y perjudicial. Su filosof¨ªa parece ser "comamos, bebamos y pas¨¦moslo en grande, ya que ma?ana nuestros hijos heredar¨¢n lo peor de esta crisis; resulta demasiado inc¨®modo tomarnos la molestia".
Todas estas l¨®gicas cambiantes dependen, habitualmente, de la misma t¨¢ctica pol¨ªtica subyacente: afirmar que la ciencia tiene incertidumbres y que hay serias dudas acerca de los hechos b¨¢sicos.
Estos grupos hacen hincapi¨¦ en la incertidumbre porque saben que, en EE UU, la pol¨ªtica puede quedar paralizada por su causa. Ellos entienden que es parte del instinto natural de un pol¨ªtico evitar asumir cualquier posici¨®n que resulte controvertida, a menos -y hasta que- los votantes se lo exijan o la conciencia se lo requiera de manera perentoria. De tal modo, si los votantes y los pol¨ªticos que los representan pueden ser convencidos de que los propios cient¨ªficos no se ponen de acuerdo sobre cuestiones b¨¢sicas del calentamiento, entonces el proceso pol¨ªtico puede ser paralizado por tiempo indefinido. Esto es exactamente lo que ha ocurrido -al menos hasta hace muy poco-, y todav¨ªa no est¨¢ claro cu¨¢ndo cambiar¨¢ realmente la situaci¨®n.
Parte del problema tiene que ver con un cambio estructural de largo plazo en el modo en que opera actualmente el mercado de ideas en EE UU. La naturaleza unidireccional de nuestro medio de comunicaci¨®n predominante, la televisi¨®n, se ha combinado con la creciente concentraci¨®n de la propiedad de la enorme mayor¨ªa de los medios de comunicaci¨®n en un n¨²mero cada vez m¨¢s peque?o de grandes conglomerados que mezclan los valores del espect¨¢culo con los del periodismo, lo cual acaba da?ando seriamente el papel de la objetividad en el foro p¨²blico estadounidense. Hoy d¨ªa hay menos periodistas independientes con la libertad y la estatura necesarias para informar al p¨²blico cuando importantes hechos son tergiversados de manera permanente con el fin de enga?ar a la audiencia. Internet ofrece la oportunidad m¨¢s esperanzadora para restablecer la integridad del di¨¢logo p¨²blico, pero la televisi¨®n es todav¨ªa el medio predominante en el modelado de ese di¨¢logo.
Las t¨¦cnicas de propaganda que surgieron con los nuevos medios masivos de filmaci¨®n y comunicaci¨®n del siglo XX prefiguraron la amplia utilizaci¨®n de t¨¦cnicas relacionadas para la publicidad y la persuasi¨®n pol¨ªtica de masas. Y ahora, la presi¨®n de los intentos corporativos de influir y controlar las iniciativas pol¨ªticas se ha intensificado enormemente, lo cual a su vez nos est¨¢ llevando a la utilizaci¨®n muy difundida, y a menudo c¨ªnica, de las mismas t¨¦cnicas de persuasi¨®n de masas para condicionar las ideas del p¨²blico en relaci¨®n con importantes asuntos, de modo que no presten su apoyo a las soluciones que podr¨ªan resultar inc¨®modas -y costosas- para ciertas industrias.
Una de las t¨¦cnicas constantemente utilizadas en la campa?a para detener las acciones contra la crisis clim¨¢tica ha sido acusar repetida e insistentemente a los cient¨ªficos que intentan advertirnos de la crisis de ser deshonestos, codiciosos e indignos de confianza, as¨ª como de distorsionar los hechos cient¨ªficos con el fin de engrosar de alg¨²n modo sus subsidios para la investigaci¨®n.
Estos cargos son insultantes y absurdos, pero se han repetido lo bastante a menudo y en un volumen lo suficientemente elevado -y a trav¨¦s de los meg¨¢fonos de tantos medios de comunicaci¨®n- como para que mucha gente se pregunte actualmente si esas acusaciones son verdaderas. Y esto resulta especialmente ir¨®nico, dado que muchos de los esc¨¦pticos reciben fondos y apoyo de grupos con intereses sectoriales financiados por corporaciones desesperadas por detener toda acci¨®n contra el calentamiento global. Resulta incre¨ªble, pero el p¨²blico ha estado oyendo estas opiniones desacreditadas de los esc¨¦pticos tanto o m¨¢s de lo que han o¨ªdo las ideas consensuadas por la comunidad cient¨ªfica global. Este hecho vergonzoso constituye una notoria mancha en la historia de los medios de prensa estadounidenses modernos, y, tard¨ªamente, muchos l¨ªderes del periodismo est¨¢n dando algunos pasos para corregirlo. (...)
Hemos perdido mucho tiempo, que podr¨ªamos haber utilizado para resolver la crisis, a causa de que quienes se oponen a la acci¨®n han tenido ¨¦xito, hasta el momento, en politizar el problema en las mentes de muchos estadounidenses.
Ya no podemos darnos el lujo de permanecer inactivos y, francamente, no hay ninguna excusa para ello. Todos queremos lo mismo: que nuestros hijos y las generaciones posteriores a ellos hereden un planeta limpio y hermoso que pueda sostener una saludable civilizaci¨®n humana. Esta finalidad deber¨ªa trascender la pol¨ªtica.
S¨ª, la ciencia siempre est¨¢ en proceso y siempre evoluciona, pero ya hay datos suficientes -da?os suficientes- como para que sepamos sin lugar a dudas que tenemos problemas. ?ste no es un debate ideol¨®gico con dos bandos, uno a favor y otro en contra. S¨®lo hay una Tierra, y todos los que vivimos en ella compartimos un mismo futuro. En este momento nos enfrentamos a una emergencia planetaria y es tiempo de actuar, no de suscitar falsas controversias dise?adas para asegurar la par¨¢lisis pol¨ªtica.
Muchas ciudades de EE UU han "ratificado" por su cuenta el protocolo de Kioto y est¨¢n haciendo estrategias pol¨ªticas para reducir la contaminaci¨®n asociada al calentamiento global por debajo de los niveles exigidos por el protocolo.
Pero ?y qu¨¦ hay del resto de nosotros? En ¨²ltima instancia la pregunta se reduce a lo siguiente: nosotros, los estadounidenses, ?somos capaces de hacer grandes cosas, aun cuando pueden resultar dif¨ªciles? ?Somos capaces de trascender nuestras limitaciones y ponernos de pie para asumir la responsabilidad de trazar nuestro propio destino? Bien, la historia nos indica que s¨ª tenemos esa capacidad. Hicimos una revoluci¨®n y fundamos una nueva naci¨®n basada en la libertad y la dignidad individual. Ganamos dos guerras contra el fascismo de manera simult¨¢nea, en el Atl¨¢ntico y en el Pac¨ªfico, y despu¨¦s ganamos la paz que las sigui¨®. Tomamos la decisi¨®n moral de que la esclavitud estaba mal y que no pod¨ªamos ser la mitad libres y la mitad esclavos. Hemos curado aterradoras enfermedades como la polio y el sarampi¨®n. (...)
Crisis anterior
Hasta hemos resuelto una crisis mundial ambiental antes. Se dec¨ªa que el problema del agujero de la capa estratosf¨¦rica de ozono era insoluble, porque sus causas eran globales y la soluci¨®n exig¨ªa cooperaci¨®n de todos los pa¨ªses. Pero EE UU asumi¨® el liderazgo con un presidente republicano y un congreso dem¨®crata. Preparamos el borrador de un tratado, garantizamos un acuerdo mundial en torno a ¨¦l y comenzamos a eliminar las sustancias que causaban el problema. Actualmente, en todo el mundo, estamos ya inmersos en el proceso para resolver la crisis de la capa de ozono. (...)
Tenemos que escoger algo diferente: hacer del siglo XXI un tiempo de renovaci¨®n. Aprovechando la oportunidad que esta crisis encierra podemos liberar la creatividad, la innovaci¨®n y la inspiraci¨®n que son parte de nuestra herencia tanto como lo es nuestra vulnerabilidad a la codicia y la mezquindad. La decisi¨®n es nuestra. La responsabilidad es nuestra. El futuro es nuestro. (...)
La Tierra es nuestro ¨²nico hogar. Y es lo que est¨¢ en juego. Nuestra capacidad para vivir en el planeta Tierra, para tener un futuro como civilizaci¨®n. Creo que ¨¦sta es una cuesti¨®n moral.
La capa de ozono y los gases de efecto invernadero
HAB?A UNA VEZ UN FRIGOR?FICO que pod¨ªa matarle. Los primeros modelos utilizaban gases t¨®xicos y explosivos para mantener fr¨ªa la comida. Pero luego, en 1927, el qu¨ªmico Tomas Midgley invent¨® los clorofluorocarbucos -o CFC- para reemplazar esos gases. Promocionados como una innovaci¨®n, los CFC revolucionaron la refrigeraci¨®n y, en su momento, esta familia de sustancias aparentemente inofensivas fue abri¨¦ndose camino hacia todo tipo de productos. (..) Hacia 1974 se hab¨ªan vendido millones de refrigeradores con CFC en su interior en todo el mundo. Entonces, dos cient¨ªficos comenzaron a observar con mayor detalle cu¨¢l era su impacto. Los doctores F. Sherwood Rowland y Mario Molina propusieron la teor¨ªa de que, al elevarse hacia la parte superior de la atm¨®sfera, las mol¨¦culas de estas sustancias eran disgregadas por el sol, lo que causaba la liberaci¨®n de cloro en la capa de ozono e iniciaba una peligrosa reacci¨®n en cadena.El ozono es una simple combinaci¨®n de tres mol¨¦culas de ox¨ªgeno que, cuando est¨¢ en la estratosfera de la Tierra, nos protege de los rayos m¨¢s peligrosos del Sol. Rowland y Molina supon¨ªan que el cloro se mezclaba con el ozono en la superficie de las part¨ªculas de hielo de la estratosfera y que cuando la luz del Sol incid¨ªa sobre ellas, el cloro corro¨ªa esta fr¨¢gil piel protectora, dejando pasar libremente los rayos ultravioletas del sol a trav¨¦s de la atm¨®sfera y da?ando con ello la salud de plantas y animales, causando c¨¢ncer de piel y hasta constituy¨¦ndose como amenaza para nuestra vista.Estos cient¨ªficos, junto con Paul Crutzen, compartieron el Premio Nobel en 1995 por su trabajo en qu¨ªmica atmosf¨¦rica. Y lo que es m¨¢s importante todav¨ªa, hicieron sonar las alarmas. (...). En 1987, 27 pa¨ªses firmaron el Protocolo de Montreal, el primer acuerdo global para regular los CFC. Con la mejora de la ciencia, m¨¢s y m¨¢s pa¨ªses se han agregado a la lista. El ¨²ltimo recuento daba 183. Desde 1987, los niveles de los CFC se han estabilizado o han declinado. (...)Controlar los gases invernadero ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil, porque el di¨®xido de carbono -el principal causante del efecto invernadero- est¨¢ m¨¢s relacionado, de un modo m¨¢s estrecho, con la econom¨ªa global de lo que los CFC lo han estado jam¨¢s. Modificar los m¨¦todos de nuestras industrias y cambiar nuestros h¨¢bitos personales constituir¨¢ un desaf¨ªo (...).
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