Creencias, intuiciones y embustes
Tan r¨¢pido va todo que cuando estas l¨ªneas vean la luz, dentro de dos semanas, casi todo el mundo habr¨¢ opinado sobre las palabras en Pozuelo del ex-Presidente Aznar (“el mejor de la democracia”, seg¨²n unos cuantos), y las habr¨¢ olvidado. Me disculpo, pues, por la probable superfluidad de este art¨ªculo, y me permito recordarlas: “Todo el mundo pensaba que en Irak hab¨ªa armas de destrucci¨®n masiva”, dijo Aznar (conservo sus habilidades sint¨¢cticas y gramaticales pero los subrayados son m¨ªos), “y no hab¨ªa armas de destrucci¨®n masiva. Eso lo sabe todo el mundo y yo tambi¨¦n lo s¨¦. Ahora. Yo lo s¨¦ ahora. Mm. Tengo la ? problema de no haber sido tan listo de haberlo sabido, mm, antes. Pero es que, cuando yo no lo sab¨ªa, pues nadie lo sab¨ªa. Todo el mundo cre¨ªa que las hab¨ªa, ?sabes? Entonces es un problema, porque las decisiones hay que tomarlas no a toro pasado, sino cuando est¨¢ el toro sobre el terreno, y es ah¨ª cuando hay que torear. Torear con cinco a?os de retraso, esa es tarea de los historiadores”.
Vale la pena detenerse no ya en lo que dijo el ex-Presidente, sino tambi¨¦n en lo que vino a decir. Y lo que vino a decir fue esto: 1) Que en 2003 se gui¨® s¨®lo por creencias, intuiciones, tal vez rumores. 2) Que eso, sin embargo, no le impidi¨® declarar en febrero de aquel a?o: “Todos sabemos que Sadam Husein tiene armas de destrucci¨®n masiva”, o “El r¨¦gimen iraqu¨ª tiene armas de destrucci¨®n masiva. Puede estar usted seguro. Y pueden estar seguros, todas las personas que nos ven, que les estoy diciendo la verdad. 3) Que, por tanto, en 2003 minti¨® a todos los espa?oles, puesto que ni sab¨ªa ni estaba seguro ni dec¨ªa la verdad que dijo decir, sino que pensaba que hab¨ªa armas y de hecho no lo sab¨ªa. 4) Que, en consecuencia, tom¨® una decisi¨®n tan grave como impulsar, propugnar, respaldar, semideclarar (?qu¨¦ otra cosa sino una semideclaraci¨®n de guerra fue la reuni¨®n de las Azores en la que figur¨® destacado?) y participar en una guerra de invasi¨®n guiado s¨®lo por sospechas, creencias e intuiciones (a las que tan dado es, por cierto, tambi¨¦n su sucesor Rajoy). 5) Que semejante decisi¨®n la tom¨® pese a la opini¨®n contraria de casi todos los dem¨¢s partidos pol¨ªticos y del 89% de la poblaci¨®n espa?ola, que se manifest¨® masivamente con el fin de disuadirlo; y que la tom¨® sin certeza alguna de aquello sobre lo que aseguraba tenerla, sino porque “todo el mundo pensaba ?” y ¨¦l igual. 6) Que para ¨¦l “todo el mundo” todav¨ªa significa Bush y Blair y alguno m¨¢s, porque lo cierto es que gran parte del verdadero mundo (incluyendo a Francia, Alemania, Rusia, despachadas entonces despectivamente como “la vieja Europa”, caduca y cobarde) no pensaba eso, o, si lo hac¨ªa, no con la ligereza suficiente para emprender la guerra que ¨¦l s¨ª emprendi¨®; y as¨ª lo hizo saber, para irritaci¨®n y despecho de Bush y del propio Aznar. 7) Que ¨¦l cre¨ªa que hab¨ªa un toro suelto sobre el terreno, cuando los espadas Bush, Blair y Aznar no es que se lo hubieran encontrado corneando en medio del campo, sino que lo sacaron ellos al ruedo para lucirse con sus faenas: el toro no estaba all¨ª, sino que ellos se lo inventaron. 8) Que las muertes de m¨¢s de tres mil americanos y centenares de miles de iraqu¨ªes ?y las que se a?adir¨¢n?, producidas durante de la Guerra de Irak o como consecuencia del desbarajuste que ha causado, se deben en parte a que ¨¦l tiene “la problema de no haber sido tan listo” para haber sabido “antes” lo que sin embargo antes dijo que s¨ª sab¨ªa a ciencia cierta. Y 9) Que sus embustes, su frivolidad, su chuler¨ªa con sus compatriotas, su servilismo con los m¨¢s poderosos, su desd¨¦n por las opiniones discrepantes, su ciega y sorda confianza en Bush y Rumsfeld (que tal vez lo enga?aron, pero ¨¦l no se lo tiene en cuenta), su corresponsabilidad en el desastre iraqu¨ª y ?por imprudencia e imprevisi¨®n? en lo que pas¨® luego en Casablanca y Madrid, no son suficiente carga sobre su conciencia como para pedir disculpas y abstenerse de opinar de pol¨ªtica lo m¨¢s que pueda, tras tan may¨²scula y catastr¨®fica metedura de pata.
Otro tanto cabr¨ªa decir sobre el actual Partido Popular en pleno, que secund¨® con entusiasmo sus intuiciones, creencias y conjeturas y adem¨¢s tuvo el p¨¦simo gusto de prorrumpir en una ovaci¨®n alborozada tras la votaci¨®n en el Congreso que aprobaba aquella guerra. All¨ª estaban Rajoy, Zaplana y Acebes y dem¨¢s. Lo que el PP no comprende es que hay muchos ciudadanos, no especialmente partidistas, que no lo volver¨¢n a votar mientras est¨¦n a su frente los mismos que decidieron y aplaudieron el inicio de la escabechina. De la misma manera que muchos no estuvieron dispuestos a votar al PSOE mientras a su frente siguieran los mismos que hab¨ªan amparado los cr¨ªmenes del GAL, o que algunos no lo han estado (ay, no los bastantes) a votar al PNV tras su Pacto de Lizarra con ETA. No es que al PP se lo quiera “arrinconar” ni “expulsar del sistema”, como se quejan hoy sus dirigentes y sus esbirros radiof¨®nicos (?o ser¨¢n sus amos?), sino que ¨¦l mismo se enajen¨® a buena parte de la ciudadan¨ªa el d¨ªa en que llev¨® sus mentiras demasiado lejos y nos involucr¨®, para nuestra verg¨¹enza y desolaci¨®n, en una guerra injusta e ilegal. Y la gente es olvidadiza, desde luego. Pero quiz¨¢ no tanto. Y adem¨¢s ah¨ª est¨¢ Aznar, por fortuna, para refrescarnos la memoria de vez en cuando.
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