El despertar de la alfalfa
Mientras leen estas l¨ªneas se clausura en S¨¦lingu¨¦, una humilde aldea situada a unas dos horas y media de Bamako, la capital de Mal¨ª, uno de los encuentros internacionales, a mi entender, m¨¢s relevantes de estos ¨²ltimos a?os. Tengo mis razones para pensarlo. Los 500 asistentes llegados de todos los puntos del planeta son los l¨ªderes y representantes de las m¨¢s importantes organizaciones del campesinado familiar y de pescadores artesanales. No son gobernantes ni ministros; no son ide¨®logos ni intelectuales. Son los productores de los alimentos que cada uno de nosotros consumimos y nos permiten vivir, los que tratan con respeto el medio ambiente, los que mantienen activa la biodiversidad y hermosos los paisajes. Mujeres y hombres y agricultores, cuidadores del ganado, pescadores, pastores de todo el mundo. Seres humanos en peligro de extinci¨®n: Como hemos conocido recientemente, s¨®lo en Catalu?a en los ¨²ltimos cuatro a?os el descenso del censo agrario es de casi tres profesionales agrarios por d¨ªa.
En Mal¨ª se han reunido 500 l¨ªderes del campesinado familiar y pescadores artesanales
El agro capitalismo imperante contribuye al calentamiento del planeta
Eduardo Galeano explica: "Cuando el tiempo est¨¢ enemigo, cielos negros, d¨ªas de hielo y tormentas, la alfalfa reci¨¦n nacida se queda quieta y espera. Los t¨ªmidos brotecitos se echan a dormir, y en la dormici¨®n sobreviven, mientras dura el mal tiempo, por mucho tiempo que el mal tiempo dure". Las gentes del campo y del mar, como la alfalfa, llevan demasiado tiempo acorraladas. La oleada neoliberal que arranc¨® en 1994 con la creaci¨®n de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio ha sido el estruj¨®n final. A los pa¨ªses empobrecidos, en los que es mayor¨ªa la poblaci¨®n rural, se les ha obligado a especializarse en abastecer de materias primas a los pa¨ªses industrializados. A los cl¨¢sicos frutos tropicales, caf¨¦ o cacao, se a?ade ahora la sobreexplotaci¨®n de sus ecosistemas marinos y millones de hect¨¢reas cultivables (junto con muchas deforestaciones) dedicadas al cultivo de granos para la alimentaci¨®n de la ganader¨ªa europea, granos para los biocombustibles y monocultivos de ¨¢rboles repetidos como pinos y eucaliptus para la producci¨®n de celulosa. Pol¨ªticas que irremediablemente originan la desaparici¨®n del verdadero mundo rural y la p¨¦rdida de la ¨²nica posibilidad duradera y realmente efectiva de alimentarnos a todos, sin excepci¨®n, sin destruir el planeta.
Durante estos a?os de tempestades, los movimientos campesinos han ido fraguando en m¨²ltiples encuentros, discusiones y foros una alternativa a tantos desprop¨®sitos, centrada en recuperar el derecho a que cada pueblo o pa¨ªs pueda definir y desarrollar su pol¨ªtica agraria contando con la participaci¨®n central del campesinado. Recuperar la soberan¨ªa alimentaria, como se ha venido afirmando estos d¨ªas, supondr¨ªa en todo el planeta un nuevo sistema alimentario, asentado en una agricultura campesina, con una alimentaci¨®n de temporada basada primordialmente en los productos locales, que no s¨®lo garantizar¨¢ un futuro cierto para millones de campesinos (erradicando el gran nicho de pobreza de nuestro mundo) y asegurar¨¢ una alimentaci¨®n de calidad a todos los consumidores, sino que adem¨¢s es una opci¨®n real frente al otro gran reto de la humanidad, la lucha contra el cambio clim¨¢tico. Las granjas intensivas y sus residuos, el abusivo uso de pesticidas en la agricultura industrial, la pesca de arrastre, el comercio transoce¨¢nico de toneladas de alimentos, etc¨¦tera, elementos constitutivos del agro capitalismo imperante, sabemos ya con certeza que son algunos de los factores de la actividad humana que contribuyen al calentamiento del planeta.
Sigue Galeano. "Por fin llegan los soles, y azulea el cielo y se entibia el suelo, la alfalfa despierta. Y entonces, reci¨¦n entonces, crece: tanto crece, que uno la mira y la ve crecer. Y pronto los campos de alfalfa alzan una mar bajo el cielo, una mar de verder¨ªa: la alfalfa ondula, en oleajes verdes, empujada por un viento que no viene del aire, sino de sus propias ganas de vivir, y que quiz¨¢ sube desde el fondo de la tierra encantada". Hoy en S¨¦lingu¨¦ se han levantado los 500 delegados y han afirmado: ?Es la hora de la soberan¨ªa alimentaria! Deber¨ªamos prestar atenci¨®n.
Gustavo Duch Guillot es director de Veterinarios sin Fronteras.
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