La revoluci¨®n del cambio clim¨¢tico
El mundo se encuentra en medio de una gran transformaci¨®n pol¨ªtica y el cambio clim¨¢tico ha pasado a ocupar el centro de la actualidad nacional e internacional. Los pol¨ªticos que insisten en negar la necesidad de actuar, como el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, el primer ministro australiano, John Howard, y el primer ministro canadiense, Stephen Harper, no tienen ya d¨®nde esconderse. Los datos cient¨ªficos est¨¢n claros, los cambios provocados por el hombre en el clima est¨¢n empezando a sentirse y en el electorado hay una exigencia creciente de que se lleve a cabo alg¨²n tipo de acci¨®n. Hoy tiene bastantes oportunidades de producirse algo que hace s¨®lo pocos meses parec¨ªa poco probable: que de aqu¨ª a 2010 se llegue a un s¨®lido acuerdo mundial, capaz de fijar el rumbo de actuaci¨®n para varios decenios.
Los dirigentes pol¨ªticos de los pa¨ªses que producen carb¨®n, petr¨®leo y gas -como Estados Unidos, Australia y Canad¨¢- han pretendido convencernos de que el cambio clim¨¢tico no es m¨¢s que una mera hip¨®tesis. Durante varios a?os, el Gobierno de Bush intent¨® ocultar los datos al p¨²blico: elimin¨® de los documentos oficiales las referencias al clima creado por el hombre e incluso trat¨® de borrar declaraciones de importantes cient¨ªficos del Gobierno. Hasta hace poco, ExxonMobil y otras compa?¨ªas pagaban a profesionales de grupos de presi¨®n para que intentaran distorsionar el debate p¨²blico.
Sin embargo, la verdad ha triunfado sobre las maniobras pol¨ªticas. El propio clima est¨¢ encarg¨¢ndose de transmitir un mensaje lleno de fuerza y, a menudo, devastador. El hurac¨¢n Katrina mostr¨® a los estadounidenses que el calentamiento global seguramente va a aumentar la intensidad de las tormentas. Igual que la gran sequ¨ªa sufrida por Australia este ¨²ltimo a?o ha dejado en rid¨ªculo la actitud despreciativa de Howard hacia el cambio clim¨¢tico.
Los cient¨ªficos se han tomado con mucha seriedad el objetivo de educar al p¨²blico. Podemos agradec¨¦rselo a Naciones Unidas. La ONU auspicia el Panel Intergubernamental sobre Cambio Clim¨¢tico (PICC), un organismo internacional en el que figuran cientos de especialistas en climatolog¨ªa que, cada pocos a?os, informan a la opini¨®n p¨²blica sobre la ciencia del cambio clim¨¢tico.
Este a?o, el PICC publica su cuarta serie de informes, empezando por el que dieron a conocer a principios de febrero. La conclusi¨®n era inequ¨ªvoca: en la comunidad cient¨ªfica existe el consenso de que la actividad humana, sobre todo la utilizaci¨®n de combustibles f¨®siles (carb¨®n, petr¨®leo, gas) -adem¨¢s de la deforestaci¨®n y otros usos de la tierra (como la extensi¨®n de los arrozales)- genera enormes emisiones de di¨®xido de carbono a la atm¨®sfera, con la consecuencia de un cambio clim¨¢tico que est¨¢ aceler¨¢ndose y que representa graves riesgos para el planeta.
La mayor amenaza es la derivada de la producci¨®n y el consumo de energ¨ªa para electricidad, transporte, calefacci¨®n y refrigeraci¨®n de edificios. Pero los cient¨ªficos e ingenieros de todo el mundo, y empresas l¨ªderes en tecnolog¨ªa como General Electric, tambi¨¦n est¨¢n mandando un mensaje muy claro: podemos resolver el problema con costes moderados si aplicamos nuestra m¨¢xima capacidad de reflexionar y actuar a la b¨²squeda de soluciones reales.
Si recurrimos a fuentes de energ¨ªa alternativas, ahorramos consumo energ¨¦tico y capturamos y almacenamos de forma segura el di¨®xido de carbono producido por los combustibles f¨®siles, la sociedad podr¨¢ limitar sus emisiones de di¨®xido de carbono a unos niveles prudentes con un coste, se calcula, inferior al 1% de la renta mundial. El paso a un sistema de energ¨ªa sostenible no ser¨¢ r¨¢pido y necesitar¨¢ nuevos tipos de centrales el¨¦ctricas, nuevos tipos de autom¨®viles y "edificios verdes", capaces de ahorrar consumo energ¨¦tico.
El proceso tardar¨¢ muchos a?os, pero debemos empezar ya y actuar a escala mundial, mediante la implantaci¨®n de impuestos sobre el carbono y licencias de emisi¨®n para crear incentivos de mercado que animen a las empresas y los individuos a hacer los cambios necesarios. Los incentivos tendr¨¢n un coste moderado y unos beneficios inmensos, y pueden dise?arse de tal forma que los pobres queden protegidos y los que carguen con el peso del cambio clim¨¢tico sean los que pueden permit¨ªrselo.
Es posible establecer un calendario razonable. Hacia finales de 2007, todos los gobiernos del mundo deber¨ªan entablar negociaciones sobre un sistema para abordar el cambio clim¨¢tico que entre en vigor cuando expire el Protocolo de Kioto, a partir de 2012. A lo largo de 2008 deber¨ªan fijarse unos principios b¨¢sicos y en 2009 la comunidad mundial -incluidos los dos mayores productores de di¨®xido de carbono, Estados Unidos y China- deber¨ªa estar dispuesta a firmar un acuerdo serio que tendr¨ªa que estar firmado en 2010 y ratificado a tiempo de sustituir a Kioto.
El Protocolo de Kioto fue el primer intento de crear un sistema de ese tipo, pero s¨®lo afectaba a los pa¨ªses ricos y sus objetivos eran muy modestos. Ni siquiera lo firm¨® el pa¨ªs m¨¢s rico y m¨¢ximo contribuyente al cambio clim¨¢tico mundial, Estados Unidos. Tampoco lo hizo Australia. Canad¨¢ firm¨® pero no ha hecho nada. Otros grandes consumidores de energ¨ªa, China e India, que deber¨ªan formar parte de cualquier soluci¨®n sustancial, no han hecho frente tampoco a sus responsabilidades en virtud del acuerdo de Kioto.
Todo eso tendr¨¢ que cambiar. Todos los pa¨ªses tendr¨¢n que asumir su parte de responsabilidad respecto al mundo y las futuras generaciones.
Existe ya una manera de que tanto los individuos como las empresas puedan hacer o¨ªr su voz. El Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia, que dirijo, ha acogido una Mesa Redonda Mundial formada por grandes empresas, grupos ecologistas y otras organizaciones internacionales para llegar a un acuerdo que est¨¦ presente en las futuras negociaciones. El resultado de la Mesa Redonda fue una importante Declaraci¨®n de Principios y otra declaraci¨®n general firmada por gran parte de las mayores empresas del planeta, con sedes en Estados Unidos, Europa, Canad¨¢, China e India. Tambi¨¦n la han firmado muchos de los principales cient¨ªficos del mundo.
El cambio clim¨¢tico mundial exige decisiones de alcance mundial, e iniciativas como la citada Declaraci¨®n muestran que podemos encontrar ¨¢reas de consenso para emprender acciones en¨¦rgicas. Ha llegado el momento de que los pol¨ªticos que hasta ahora segu¨ªan neg¨¢ndose se unan a ese esfuerzo.
Jeffrey D. Sachs es catedr¨¢tico de Econom¨ªa y director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia.
? Project Syndicate, 2007.
Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia.
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