Decepci¨®n

La Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha dado un gigantesco paso atr¨¢s en la aplicaci¨®n de un verdadero Derecho Internacional de los Derechos Humanos. La demanda deducida por Bosnia-Herzegovina contra la Rep¨²blica Federal de Yugoslavia, y posteriormente contra Serbia, por ser este pa¨ªs el que asumi¨® la identidad del ya desaparecido Estado, era una ocasi¨®n propicia para que la ONU declarara por primera vez la responsabilidad de un Estado por genocidio, y no a grupos determinados o individuos concretos, como hasta ahora hab¨ªa hecho. Resulta indignante comprobar c¨®mo, despu¨¦s de detener y juzgar a tantos cargos y militares yugoslavos por ese mismo delito en el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, la Corte no encuentre pruebas suficientes para condenar a un Estado que cometi¨® las mayores atrocidades en Europa desde la II Guerra Mundial. El Tribunal no ha sido capaz de declarar lo que todo el mundo sabe: que la masacre fue perpetrada por la Rep¨²blica Federal de Yugoslavia, directa o indirectamente, por sus responsables pol¨ªticos y militares, y que la Corte, no sabemos realmente por qu¨¦ motivos, no ha tenido el valor suficiente para hacer historia y, sobre todo, justicia: condenar por primera vez a un Estado, tutelar la protecci¨®n eficaz de los Derechos Humanos y reparar una injusticia hist¨®rica con un pueblo que, desde luego, jam¨¢s se tomar¨¢ en serio a quienes, desde otras tribunas, proclamen la dignidad intr¨ªnseca del ser humano.