Cuerpos desnudos
El Estado ha abandonado la idea de proteger a los ciudadanos contra el desempleo, el abuso de los m¨¢s fuertes o la inseguridad jur¨ªdica para consagrarse a suministrarles protecci¨®n exclusivamente f¨ªsica. De ah¨ª, las medidas de control sobre la obesidad, la delgadez o el consumo de tabaco y alcohol. Entre tanto, las ciencias sociales y la filosof¨ªa pol¨ªtica de los ¨²ltimos tiempos se mueven en torno a dos nociones: el riesgo y la vulnerabilidad.
Los miedos producidos con fines legitimadores suelen ser profec¨ªas que se autocumplen
Para hacer de la seguridad f¨ªsica algo deseable hay que hacer primero de la vulnerabilidad corporal algo visible
El fen¨®meno es indiscutible: el cuerpo est¨¢ en alza. Pensar¨¢n ustedes que me refiero a todas las modalidades del body-building, los estiramientos, liposucciones, musculaciones, siliconismos, modelados, cirug¨ªas y exhibiciones grandiosas en pasarelas actuales o virtuales, y desde luego que tambi¨¦n se trata de eso, pero no ¨²nicamente. El mismo auge del cuerpo se experimenta en una zona (s¨®lo nominalmente) mucho menos "espectacular" de nuestras sociedades, la que corresponde al Estado y a sus pol¨ªticas "de salud", en donde el cuerpo como objeto que hay que proteger de toda clase de agresiones f¨ªsicas -disminuci¨®n de las dosis de az¨²car, medidas antianor¨¦xicas para top models, regulaci¨®n de la clonaci¨®n terap¨¦utica, prevenci¨®n del cambio clim¨¢tico y strip-tease de los pasajeros en los controles policiales de los aeropuertos- experimenta un protagonismo tan creciente que incluso el inconformismo alternativo tiene su manifestaci¨®n en la est¨¦tica del tatuaje o el piercing; pero si en estos dos escenarios pol¨ªtico-mercantiles se trata ante todo del cuerpo sano, bello o provocador, la regi¨®n de la "alta cultura" completa el c¨ªrculo con la irresistible ascensi¨®n, en el seno de las artes visuales, de los cuerpos troceados, desventrados, desollados, obesos, enfermos, putrefactos, arrugados, degradados, muertos, desamparados y siempre tan desnudos como los que esculpen los nuevos artistas -principalmente brit¨¢nicos- capitaneados por el asombroso Ron Mueck (que se form¨® como t¨¦cnico de efectos especiales); e igualmente coherente con este movimiento es lo que ha sucedido en el terreno del pensamiento a partir de los ¨²ltimos a?os setenta: desde que Foucault lanzase la idea de biopol¨ªtica, de la prensi¨®n directa del poder sobre los cuerpos, el asunto no ha hecho m¨¢s que precipitarse gracias a la "vida desnuda" y la animalidad de Agamben, los "¨®rganos sin cuerpo" de Zizeck, los cyborgs de Haraway, el corpus de Nancy, la inmunidad de Esposito o la humanidad "animal" de Martha Nussbaum, hasta el punto de que las ciencias sociales y la filosof¨ªa pol¨ªtica de la ¨²ltima d¨¦cada parecen orbitar en torno a dos nociones que se han vuelto en estos terrenos completamente dominantes: el riesgo y la vulnerabilidad f¨ªsica. Como si el sue?o pol¨ªtico-publicitario de una ingenier¨ªa biomec¨¢nica capaz de hacer el cuerpo resistente a toda agresi¨®n externa o interna no fuera m¨¢s que la otra cara de la pesadilla formada por la infinita serie de amenazas que, desde los atentados terroristas hasta la infecci¨®n del virus del sida, pasando por la contaminaci¨®n alimentaria, la violencia en las escuelas, la intoxicaci¨®n radiactiva, la intimidaci¨®n racista, el abuso de edad o de g¨¦nero, el envenenamiento del aire o del agua y el allanamiento de morada con ensa?amiento brutal, se ciernen sobre la tr¨¦mula carne tan gloriosa y miserablemente reavivada.
Hasta ahora, dos son las princi
pales hip¨®tesis que compiten para explicar esta inesperada resurrecci¨®n de la carne. La primera es que la creciente sensaci¨®n de vulnerabilidad es la expresi¨®n de la indefensi¨®n derivada del desmantelamiento progresivo de las instituciones de protecci¨®n social caracter¨ªsticas del Estado de bienestar. La segunda -contraria, aunque no del todo incompatible- es que el fen¨®meno delata un nuevo avance del control pol¨ªtico sobre la vida de los individuos por parte del Estado y los poderes adyacentes, una fase ulterior del higienismo o incluso del biologicismo totalitario mediante los cuales el mercado y el Estado contin¨²an la apropiaci¨®n de los cuerpos que comenz¨® en cuanto su desacralizaci¨®n los declar¨® ilimitadamente violables y profanables. Ambas hip¨®tesis tranquilizan nuestra mala conciencia, porque sugieren que tanto el arte como el pensamiento (que siempre son buenos) critican y denuncian los manejos del poder (que siempre es malo), pero no parecen del todo convincentes: si el Estado es un complot maligno para controlar los cuerpos, ?por qu¨¦ sufraga a los artistas y pensadores que delatan esa conspiraci¨®n? ?Y por qu¨¦ la imagen del cuerpo desnudo habr¨ªa de ser la denuncia del abandono de unas instituciones que no proteg¨ªan f¨ªsicamente (al contrario, el Estado de bienestar era compatible con riesgos tan insanos como la elevada contaminaci¨®n ambiental y la posibilidad del holocausto nuclear) sino jur¨ªdica y socialmente mediante la estabilidad monetaria, la previsibilidad laboral y la cobertura p¨²blica de los riesgos derivados de las inclemencias del mercado?
Quiz¨¢ el error consiste en pensar que tanto las artes como el pensamiento son espont¨¢nea e inmediatamente "cr¨ªticos" y "denunciadores" de las artima?as del poder; quiz¨¢, al menos en un porcentaje elevado -y tanto m¨¢s elevado cuanto m¨¢s amplia es la difusi¨®n medi¨¢tica de esta nueva vulnerabilidad del cuerpo-, la cultura cumpla tambi¨¦n la funci¨®n de crear los "efectos especiales" necesarios para proporcionar una dosis m¨ªnima de legitimidad a un Estado que ha abandonado el ideal de proteger a los ciudadanos contra el desempleo, el abuso de los m¨¢s fuertes o la inseguridad jur¨ªdica, y que sobre todo ya no puede prometerlo como antes lo hac¨ªa, es decir, a largo plazo o "para toda la vida" (expresi¨®n que ahora s¨®lo suscita la compasi¨®n, el asco o la sonora carcajada de los ide¨®logos posmodernos); este poder ya ¨²nicamente sabe hacerse tolerable como suministrador de protecci¨®n f¨ªsica, salvador de la salud o guardi¨¢n de la integridad del cuerpo amenazado por las bombas. Los soci¨®logos han descrito este movimiento como la transici¨®n desde el Estado de bienestar al Estado de la seguridad -pero, enti¨¦ndase, no de la seguridad jur¨ªdica, que era la que proporcionaba el Estado social, sino de la seguridad f¨ªsica-, y para hacer de la seguridad f¨ªsica algo deseable hay que hacer primero de la vulnerabilidad corporal algo visible y tangible, hay que propagar la "fragilidad", la "animalidad" y la "desnudez" f¨ªsicas como los nuevos rasgos definidores de la humanidad. Bien es cierto que estas legitimaciones tampoco pueden servir ya "para toda la vida" (las vacas locas tuvieron bastante ¨¦xito, mucho m¨¢s que la neumon¨ªa asi¨¢tica, que sin embargo era prometedora, y la gripe aviaria parece haber decepcionado ampliamente las expectativas de taquilla, mientras el cambio clim¨¢tico sigue sin calar masivamente en la poblaci¨®n a pesar de los grandes esfuerzos medi¨¢ticos hechos en su favor, y resultan mucho m¨¢s eficaces las amenazas potenciales de las c¨¦lulas terroristas o las oscuras bandas de s¨¢dicos inmigrantes criminales, aunque ninguna de ellas termine de llegar a una cifra de m¨¢rtires suficientemente persuasiva); son legitimaciones de bajo coste que, como ciertas compa?¨ªas a¨¦reas de ingrato recuerdo, s¨®lo pueden mantenerse en cartel durante una breve temporada y luego dejan a sus v¨ªctimas en un desamparo que, a pesar de ser netamente jur¨ªdico y econ¨®mico, s¨®lo puede visualizarse como un abandono corporal que las convierte en objeto de la "ayuda humanitaria" y las entrega a las instituciones de caridad.
Enti¨¦ndanme: no quiero que na
die se infecte ni pienso que las epidemias sean invenciones conspiratorias de los pol¨ªticos en busca de votos o de la voraz industria farmac¨¦utica. S¨®lo digo que los miedos producidos con fines legitimadores suelen ser, como prueba la experiencia hist¨®rica, profec¨ªas que se autocumplen. El temor a estos nuevos fantasmas f¨ªsicos, a fuerza de hacernos vulnerables a ellos, acabar¨¢ por convertirlos en un negocio tan rentable que los espectros se materializar¨¢n m¨¢s temprano que tarde y se convertir¨¢n en realidades ingobernables. Y, cuando esto suceda, ni la seguridad del Estado ni la de las empresas biotecnol¨®gicas podr¨¢n protegernos contra monstruos que superar¨¢n en estatura y en complexi¨®n pl¨¢stica a los impresionantes mu?ecos de Ron Mueck.

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