Tarde de s¨ªmbolos
La otra tarde, en la plaza de Santamar¨ªa, el matador Luis Bol¨ªvar dio la vuelta al ruedo despu¨¦s de indultar a un toro jabonero claro llevando en las manos dos orejas cortadas negras como el carb¨®n. Eran orejas simb¨®licas, por supuesto, ya que el toro (de Juan Bernardo Caicedo) estaba vivo en los corrales. Doblemente simb¨®licas, pues el indulto no se lo hab¨ªa ganado por sus m¨¦ritos sino que lo hab¨ªa exigido el p¨²blico creyendo ver en ¨¦l un animal distinto: un toro bravo, cuando en realidad era uno simplemente bonancible y de dulce embestida. La lidia vibrante y vistosa que le dio Bol¨ªvar lo mostr¨® como m¨¢s toro de lo que de verdad era, encandilando a la plaza. Triplemente simb¨®licas fueron esas orejas, porque mucho influy¨® en ellas el hecho de que en las plazas colombianas ¨²ltimamente el indulto de un toro por corrida se ha vuelto casi un rito. Una especie de ofrenda a lo pol¨ªticamente correcto representado por las protestas cada d¨ªa m¨¢s agresivas de los antitaurinos: una oblaci¨®n destinada a apaciguar su ira y ganar su benevolencia. Como tantas veces en la historia del pensamiento religioso, el simbolismo ha invertido su sentido original, y hoy el sacrificio propiciatorio ya no consiste en matar al toro, sino en perdonarle la vida.
A esto habr¨ªa que a?adirle una cuarta carga simb¨®lica: la del nacionalismo. Bol¨ªvar es colombiano, y sus dos alternantes -Juli¨¢n L¨®pez, El Juli, y Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares (hijo)- espa?oles. Ambos hab¨ªan cortado ya dos orejas por barba, y Bol¨ªvar ninguna: el honor de la patria estaba en peligro. Y el localismo, en los toros, cuenta. A un torero de Albacete lo aplauden en Albacete por ser de Albacete, y a uno franc¨¦s, en Francia por ser nacido all¨¢. De Sevilla no hablemos: en Sevilla, un torero es torero por el mero hecho de ser originario de la provincia de Sevilla. (Y yo vi una vez con mis ojos a un ganadero sevillano abrazar loco de entusiasmo a Manzanares (padre) despu¨¦s de una gran faena al tiempo que le hac¨ªa un amargo reproche: "?Por qu¨¦ no eres de Sevilla...!").
Pero el toreo no est¨¢ hecho ¨²nicamente de representaciones simb¨®licas. Es adem¨¢s, y ante todo, toreo. Tres maneras distintas del toreo mostraron esa tarde en Bogot¨¢ los tres toreros. La emocionante de Bol¨ªvar, valerosa y algo tosca, m¨¢s eficaz con el noble sexto toro que con el rajad¨ªsimo primero. La dominadora y sabihonda de El Juli, que les dio a los dos suyos (al cuarto de la tarde sin ¨¦xito) lecciones de comportamiento y les aguant¨® sin inmutarse los parones y las dudas en mitad del viaje. Y la de Manzanares hijo: una manera seria y sobria, de toreo profundo, sin alardes, tejida de suave cadencia, de nitidez, plasticidad y temple, tanto en el acobardado tercero como en el buen quinto. Y rematada siempre con un inveros¨ªmil estiramiento del brazo que torea desde la cintura y el hombro hasta la punta de los dedos para alargar y adespaciar la embestida del toro hipnotizado en los vuelos de la muleta y sometido a la voluntad del torero.
El buen toro qued¨® exhausto: le hab¨ªan exigido todo. Manzanares dibuj¨® delante de su cara un adornito desde?oso con la cintura y la muleta, y entr¨® a matar.
Babelia
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