Preparando la despedida
Inmaculada Echevarr¨ªa, contenta y con ganas de tranquilidad tras serle reconocido su derecho a que le desconecten el respirador

Inmaculada Echevarr¨ªa insiste en que no va a echarse atr¨¢s. Si postrada en una cama, atada a una m¨¢quina de ventilaci¨®n mec¨¢nica y en un c¨ªrculo mayoritariamente religioso, no ha desistido hasta conseguir que reconozcan su derecho a la desconexi¨®n del respirador que le mantiene viva, no parece que su solicitud fuera el reflejo de un empecinamiento pasajero. Pero ahora que tiene el respaldo de la Junta de Andaluc¨ªa y de los m¨¦dicos que le asisten, "necesita calma para encajarlo", dice una persona de su entorno. Est¨¢ "contenta", pero "quiere y pide" tranquilidad para retirarse de una vida dif¨ªcil, pero vivida al fin y al cabo.
En los pr¨®ximos d¨ªas, los m¨¦dicos volver¨¢n a preguntarle si est¨¢ segura de que desea que le retiren el respirador. Seg¨²n los informes de los especialistas que le han visitado en los ¨²ltimos meses, y seg¨²n se desprende de la contundencia con la que se ha expresado desde que hizo p¨²blico su caso, la respuesta ser¨¢ s¨ª. Los m¨¦dicos le recordar¨¢n que los cuidados paliativos pueden calmar su dolor, aunque ¨¦ste cada d¨ªa se haga m¨¢s patente. Adem¨¢s de distrofia muscular progresiva, Echevarr¨ªa, de 51 a?os, padece osteoporosis y, desde que se decidi¨® a pedir ayuda para morir, el dolor de huesos ha aumentado mucho. Es probable que le hagan alg¨²n ajuste en su medicaci¨®n para intentar frenar el sufrimiento y asegurarse por en¨¦sima vez de que su deseo de morir no es curable. "Pero no hay mucho margen de maniobra para reducir los s¨ªntomas de la enfermedad", reconoce una de las personas que est¨¢ con ella estos d¨ªas.
"Necesita calma para encajarlo", dice una persona cercana a la enferma
Ha pedido tiempo para despedirse, para ver a las personas que m¨¢s cerca han estado
Siempre que ha hablado para los medios de comunicaci¨®n, ha asegurado que tiene claro que su vida no merece la pena desde hace m¨¢s de diez a?os, pero que, cuando lo comentaba en su entorno, no la tomaban en serio. Sab¨ªa que quer¨ªa morirse. Cuanto antes y sin dolor. Pero desde su cama de hospital, y pudiendo mover s¨®lo los dedos y los m¨²sculos de la cara, ten¨ªa pocas opciones de movilizarse. Busc¨® ayuda, tante¨® entre sus conocidos y encontr¨® a la persona adecuada. Una amiga psic¨®loga, ajena al entorno religioso del hospital, le pas¨® a ordenador las cartas dirigidas a la Asociaci¨®n Derecho a Morir Dignamente (DMD) y las llev¨® a un buz¨®n.
Fue a mediados de octubre y, aunque ella no estaba demasiado esperanzada, su deseo empez¨® a hacerse realidad. Pero Echevarr¨ªa no ha terminado de cre¨¦rselo de verdad hasta el ¨²ltimo tramo. "Cuando el Comit¨¦ de ?tica emiti¨® su dictamen a favor, le hicimos ver que eso era muy importante. A¨²n as¨ª, manten¨ªa cierto recelo", cuenta uno de los miembros de DMD que m¨¢s de cerca sigue su caso. No obstante, fue despu¨¦s de ese informe, el primer respaldo claro del Gobierno andaluz a su petici¨®n, cuando Echevarr¨ªa empez¨® a preparar su despedida.
Bienes materiales tiene pocos. Bastantes libros y algunas cartas. Ni una foto de la infancia que pas¨® entre Navarra, Santander, San Sebasti¨¢n, Asturias y Logro?o. Apenas alguna imagen de las m¨¢s de dos d¨¦cadas que lleva en Granada. Primero en una residencia de monjas, a donde la trasladaron con 29 a?os cuando su enfermedad se agrav¨® y tras perder a sus padres y su pareja; y, desde hace diez a?os, en el hospital de San Rafael, donde le conectaron el respirador.
Pero s¨ª que tiene amigos. Personas que le han ayudado en los ¨²ltimos a?os, familiares de ex compa?eros de habitaci¨®n y los m¨¦dicos y enfermeros que le atienden, con los que mantiene una relaci¨®n de amor-odio. Bromean con ella, que tiene fama de cabezota y de decir las cosas tal y como las piensa. Pero la enferma no ahorra en palabras de gratitud hacia los profesionales que la cuidan.
Ahora, despu¨¦s de una dura lucha y una espera que ella cree "larga y absurda", es consciente de que lo que dice que lleva a?os deseando est¨¢ a la vuelta de la esquina. Los que est¨¢n cerca de ella dicen que ha pedido "algo de tiempo" para despedirse. No mucho, unos d¨ªas. Quiere estar sola, con los que ella considera su familia, con el personal del hospital, con los que le han ayudado. Ha escrito algunas cartas y cuentan que no quiere que la visiten ni su hermano, ni sus sobrinos ni su hijo, al que tuvo que dar en adopci¨®n cuando era un beb¨¦ y con el que se reencontr¨® hace dos a?os. Despu¨¦s de que saliera a la luz su caso, el joven, que hoy tiene 27 a?os, la ha llamado y ha ido a verla para intentar convencerle de que se trasladara a un hospital de Zaragoza, donde ¨¦l vive y donde prometi¨® visitarle al menos una vez a la semana. "Ni aunque me visites todos los d¨ªas", insist¨ªa ella.
Seg¨²n se?alaron sus m¨¦dicos el pasado viernes, Echevarr¨ªa tambi¨¦n ha pedido que le restrinjan las visitas. Las de personas que se acercan a su habitaci¨®n por curiosidad y, sobre todo, las de la prensa. "Espera que los medios de comunicaci¨®n la dejen en paz, que no pregunten m¨¢s por ella", sostienen los que la rodean. Tuvo prisa por dar a conocer su caso una vez que se decidi¨® a pedir ayuda. "En contra incluso de los intereses de la asociaci¨®n, nosotros no le hubi¨¦ramos aconsejado nunca que se hiciera p¨²blico", explica un miembro de DMD, quien cree que "al hacerlo p¨²blico se ha retrasado todo". "Pero la verdad es que tiene un valor enorme", a?ade. Le ha agobiado la presi¨®n medi¨¢tica, las llamadas de periodistas de medio mundo, las visitas de caras extra?as, pero es consciente de la trascendencia de su caso. Una de las personas que la han asistido en los ¨²ltimos meses conluye: "Por primera vez, siente que su vida le pertenece s¨®lo a ella".
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