?Dos Galicias?
En una reciente presentaci¨®n de su libro Palabras contadas (Xerais) el periodista y escritor Camilo Franco hizo una referencia de pasada a las dos Galicias "que se ignoran mutuamente". Yo, desde ni?o, hab¨ªa escuchado lo de las dos Espa?as, y hasta sab¨ªa, por Antonio Machado y Paco Ib¨¢?ez, que una de las dos iba a helarme el coraz¨®n. De modo que siempre he estado preparado para ello, y no se me mueve ni una ceja cuando leo las noticias sobre el Cafarna¨²n espa?ol. Pero ?dos Galicias?. El concepto me parece innovador, y tal vez Camilo Franco no era totalmente consciente de las implicaciones de su afirmaci¨®n. Porque en Galicia (continuemos con estas toscas generalizaciones) siempre hemos estado apegados al lugar, pero no se supone que nos hayamos entretenido demasiado en el ¨¢mbito de las cogitaciones. En el manual del buen gallego est¨¢ el inclinarse ante lo material y terr¨¢queo. Podemos entrar en deliquios pante¨ªstas de un lirismo atronador, o entornar con arrobamiento los ojos ante un buen fajo de billetes, como tal vez hagan un pu?ado de concejales por estas fechas.
Pero entrar en el arduo terreno de las ideas no ha sido nuestra especialidad. Lo natural, entre nosotros, es observar con una no disimulada estupefacci¨®n, muy cercana al desprecio, a aquel que manifiesta proclividades plat¨®nicas. De modo que el localismo ha tenido siempre muy buena fortuna entre nosotros. Las opiniones que George Borrow registr¨®, hace m¨¢s de un siglo, en boca de un notario pontevedr¨¦s acerca de Vigo, podr¨ªan muy bien ser repetidas hoy. Y para entender ciertas filigranas de lo que podr¨ªamos denominar nuestro sistema urbano, el f¨²tbol ser¨ªa nuestro mejor gu¨ªa. Y as¨ª aprender¨ªamos que lo natural en un compostelano es ser celtista y, en un pontevedr¨¦s, del Deportivo. Porque las dos aficiones se comportan siguiendo la consigna de la pol¨ªtica internacional: el enemigo de mi enemigo es mi amigo.
A nadie espanta la idea de dos, tres, cuatro, o siete Galicias ligadas entre s¨ª como los tres mosqueteros, pero al rev¨¦s, "uno contra todos, y todos contra uno". Al fin y al cabo, el alcalde de m¨¢s ¨¦xito ha sido Francisco V¨¢zquez, que se caracteriz¨® por una especie de nacionalismo local, de verg¨¹enza ajena, que si fuese practicado por los nacionalistas de verdad causar¨ªa esc¨¢ndalo hasta en la Conchinchina.
O sea, que hasta ah¨ª hemos llegado. Pero ?dos Galicias definidas en t¨¦rminos de ideas?. ?Dos Galicias definidas no por inveteradas rivalidades sino por sentirse una conservadora y la otra gallego-progresista?. La idea me pareci¨® sorprendente. ?De modo que tal vez el Prestige y otras cat¨¢strofes hab¨ªan fraguado una identidad colectiva en la que los unos se situaban a la izquierda y otros a la derecha, unos en cierto tibio galleguismo y otros en una tierra de nadie?.
Podr¨ªa ser ... Al fin y al cabo, es cierto que el bipartito ha llegado a serlo no tanto por los m¨¦ritos respectivos de PSdeG y BNG -m¨¢s bien escasos- sino a lomos de un cambio social que ha visto en el PP una opci¨®n insostenible. Gracias a la habilidad, en su momento, de Fraga y Barreiro, el PP lleg¨® a parecer una especie de CiU. Menos moderna y desapegada al franquismo, naturalmente, pero instalado en una confortable centralidad bien asentada en el establecimiento del pa¨ªs. Los vientos del cambio social interno y de la pol¨ªtica espa?ola han desbaratado esa posici¨®n de privilegio y ahora todos, el PSdeG, el BNG y posibles rupturas de la derecha, quieren repartirse el bot¨ªn.
El periodista Enric Juliana, esc¨¦ptico catal¨¢n, un poco a lo Pla, que intenta analizar las corrientes profundas de la Espa?a de hoy sin perder su matiz humor¨ªstico, se ha sentido en la obligaci¨®n, para comenzar un retrato de la Galicia de hoy en su libro La Espa?a de los ping¨¹inos de citar los consejos del sabio celta Cadoc, del siglo VI: "Antes de hablar considera, primero, lo que dices; segundo, por qu¨¦ lo dices; tercero, a qui¨¦n lo dices; cuarto, qui¨¦n te lo ha dicho; quinto, las consecuencias de tus palabras; sexto, qu¨¦ provecho resultar¨¢ de estas: s¨¦ptimo, qui¨¦n escuchar¨¢ lo que digas. Luego, pon tus palabras en la punta de tu dedo y hazlas girar de estas siete maneras antes de pronunciarlas; y de tus palabras no se seguir¨¢ da?o alguno".
Pero, si se confirma esta noticia de las dos Galicias, tal vez significar¨¢ que se han acabado los silencios y elipsis y que, un d¨ªa de estos, nos atreveremos a hablar claro. Entre nosotros, y tambi¨¦n con los de fuera.
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